UN romance polémico, que hizo correr mucha tinta en las crónicas de sociales, fue el protagonizado por Eduardo VIII de Inglaterra –quien abdicó al trono–, y Wallis Simpson, una mujer del gran mundo de la sociedad norteamericana divorciada en dos ocasiones.
En 1936 el entonces rey de Inglaterra, Eduardo VIII, emperador de la India y de los dominios allende los mares, formalizó su compromiso con Wallis, a quien conoció en su residencia privada de Fort Belvedere, donde acostumbraba –todavía como el duque David Windsor–, reunirse con amistades pertenecientes a una sociedad cosmopolita.