EN medio de la Revolución, cuando al ebrio tirano no solo se le caía la copa sino también el poder, el 31 de marzo de 1914, cuando el general Victoriano Huerta se desplomaba, nació, en el rumbo de Mixcoac en la Ciudad de México, Octavio Irineo Paz Lozano.
Su inteligencia, dotada de una dolorosa lucidez, lo llevaría a explorar las oscuras cavidades de lo mexicano. La soledad de su pensamiento entró en el tiempo nublado del laberinto de lo real.
Su familia paterna hunde su raíz en Jalisco. Es nieto del general Irineo Paz e hijo de un zapatista y de una mujer descendiente de andaluces. Octavio Paz desde pequeño observa el universo dividido en dos: Las mujeres católicas y reverentes, y los hombres liberales y masones.