A finales de agosto pasado, próximo a cumplirse el 99 aniversario del fallecimiento del general oaxaqueño (2 de julio), lo que más llamó la atención fue la inclusión en diarios nacionales y en redes sociales de invitaciones a adeptos y admiradores para la realización de una veintena de misas en diversas catedrales que incluían entre otras la Catedral Metropolitana de la ciudad de México, la Parroquia de San Andrés en Mihuatlán, Oaxaca, las catedrales de Puebla, San Luis Potosí, Saltillo, Colima, Toluca, León, Tepic, Querétaro, Tlaxcala, Veracruz y la Parroquia Saint-Honoré d’Eylau en París.
A JOAN MANUEL SERRAT.
COMENZÓ a escribir sus canciones con la intención de promover al uso artístico del catalán. Más de 40 años después sus composiciones en esa lengua y en español siguen inspirando a millones de españoles y latinoamericanos que las corean sin cesar.
Al corearlas ahuyentan el temor que en octubre de 2004 atenazó a sus seguidores cuando supieron que había anunciado su retiro de los escenarios para operarse un tumor canceroso en la vejiga, no sin antes hacer chistes: Cuando le preguntaban si era cierto que el médico le había ordenado no beber ni una copa, respondía: “El día que el doctor me ordene dejar el vino, cambio de doctor”.
Los insólitos y maravillosos TRASPLANTES.
PARA finales de 2017 se anunciaba con bombo y platillos el primer trasplante de cabeza en un ser humano, llamado así por sus ejecutores. Este procedimiento que hasta hace algunas décadas parecía materia de ciencia ficción estaría cerca de convertirse en una realidad, gracias al desarrollo de la técnica y de los adelantos médicos.
El principal impulsor era el cirujano turinés Sergio Canavero, a quien algunos han llamado “doctor Frankenstein”, apodo que no le disgusta del todo y del cual se ufana. Este cirujano italiano conoce muy de cerca los experimentos de trasplante de cabeza realizados por el científico ruso Vladimir Demikhov, en la década de los cuarenta, y estuvo muy al tanto de los trabajos del cirujano estadounidense Robert J. White en la década de los setenta, que consiguió trasplantar la cabeza de un mono al cuerpo de otro.
Si bien el procedimiento de White fue todo un acierto médico pues el animal pudo interactuar con su alrededor, no estuvo exento de gran complejidad: la cabeza del mono tuvo que ser cortada y se hubo de conectar a un cerebro que le suministrara sangre para mantenerlo con vida antes de hacer el trasplante. No faltaron las voces de alerta y aquellas que descalificaron esos trabajos, considerándolos quimeras, en el caso de las operaciones del ruso Demikhov o de asuntos sin sentido y con fallas, en el caso del estadounidense White, que no pudo conectar la médula espinal.
GISELA LEAL:
La Literatura me salvó la Vida. . .
ESTA joven treintañera originaria de Cadereyta, Nuevo León, irrumpió en el competido mercado editorial mexicano a la luz de Alfaguara, un reconocido sello en el cual publicó “El club de los abandonados”, su primera novela a los 24 años de edad, convirtiéndola en la autora más bisoña bajo el cobijo de esta editorial.
Nadie sospecharía que esta espigada chica –de cabello gris y voz profunda, hija de una familia de empresarios–, tuviera tal vida interior que a los 16 años empezara a gestar su asalto a las letras mexicanas, sin tener antecedentes literarios, ni acervo en lecturas o talleres.
Simplemente –recuerda en entrevista–, era una gran apasionada de la lectura, su cumpleaños coincidía con la Feria del Libro en Nuevo León. “Y por eso mi mamá me compraba los libros que quería. Eso fue lo que me conectó con la literatura porque realmente mi casa no era un lugar de mucha lectura, al menos no de ficción; la novela no era algo que llamara la atención”.