Periodista.
La Literatura me salvó la Vida. . .
ESTA joven treintañera originaria de Cadereyta, Nuevo León, irrumpió en el competido mercado editorial mexicano a la luz de Alfaguara, un reconocido sello en el cual publicó “El club de los abandonados”, su primera novela a los 24 años de edad, convirtiéndola en la autora más bisoña bajo el cobijo de esta editorial.
Nadie sospecharía que esta espigada chica –de cabello gris y voz profunda, hija de una familia de empresarios–, tuviera tal vida interior que a los 16 años empezara a gestar su asalto a las letras mexicanas, sin tener antecedentes literarios, ni acervo en lecturas o talleres.
Simplemente –recuerda en entrevista–, era una gran apasionada de la lectura, su cumpleaños coincidía con la Feria del Libro en Nuevo León. “Y por eso mi mamá me compraba los libros que quería. Eso fue lo que me conectó con la literatura porque realmente mi casa no era un lugar de mucha lectura, al menos no de ficción; la novela no era algo que llamara la atención”.
A la par de estudiar la licenciatura en Mercadotecnia en el Instituto Tecnológico de Monterrey, lidiaba con la escritura de su novela. Coincidentemente, ambas concluyeron a la par. Sus narraciones, que rebasan las 500 páginas, no tocan temas dulces sino un tanto espinosos (soledad, abandono, amor, desamor, tragedia, suicidio, política).
¿Qué la lleva a escribir de esa manera?
“Haber crecido en entornos distintos, desde Cadereyta a Monterrey donde puedes ver todas las diferencias, sin que tengas una pertenencia o una falta de identidad que fue lo que me hicieron surgir preguntas ontológicas naturales en cualquier persona, sumado a mi tendencia a tratamientos obsesivos.
“En ‘El club de los abandonados’ tenía pensamientos muy recurrentes. Una voz hablaba dentro de mí, me quitaba el sueño, se redujo mi calidad de vida bastante”, establece. Pero el hecho de poner todo el asunto en papel fue como una especie de terapia y le sirvió para poner en perspectiva las cosas.
Para su segunda novela, “El maravilloso y trágico arte de morir de amor”, recurrió a un experimento de voces narrativas, acompañadas de un juego gráfico para cada personaje y tornó a su narrador más invasivo.
EL PLACER DE LEER
A pesar de su promisorio futuro en la literatura, Gisela Leal no se considera todavía una escritora. Para ella su gusto es “más una escapatoria que un placer. Muchas veces estoy peleada con las letras. Es un conflicto muy fuerte”, acepta.
En su novela más reciente –de interminable título: “Oda a la soledad y a todo aquello que pudimos ser y no fuimos porque así somos”–, ¿consigue responder su duda acerca del sentido de la vida?, se le pregunta, y confiesa francamente, “todavía no”.
Pero sí tiene más claridad en su manera de ver las cosas: “Antes tenía una visión más fatalista, de coraje, conforme pasa el tiempo fui comprendiendo y me di cuenta de que al final nosotros somos los responsables de nuestro propio destino”, discurre.
Precisamente en este libro demuestra su habilidad narrativa para tocar asuntos serios con toques de humor e ironía, haciendo guiños constantes al lector, intentando hacer un quiebre con la tradicional manera de narrar.
Ella está convencida del poder mágico de la lectura, por eso está interesada en que los jóvenes o cualquier persona no pierdan esta práctica y se den cuenta de la invaluable riqueza que aporta un libro, no sólo de ficción.
Por ello invita a no salir de casa sin un libro en la mano o un audiobook, que mejorará su vida con la lectura.
“Yo sí puedo decirte que varias veces la literatura me ha salvado la vida y es algo muy bello. Por los mundos que descubres dentro de esas páginas, las posibilidades, todo el aprendizaje”, dictamina Graciela Leal.
* Tomado de la revista mensual
“Contenido”, Noviembre de 2017.
(Alberto Círigo es Editor en Jefe).
Ventaneando, Viernes 5 de Enero de 2018.