(TEXTO DE HACE 10 AÑOS)
A finales de agosto pasado, próximo a cumplirse el 99 aniversario del fallecimiento del general oaxaqueño (2 de julio), lo que más llamó la atención fue la inclusión en diarios nacionales y en redes sociales de invitaciones a adeptos y admiradores para la realización de una veintena de misas en diversas catedrales que incluían entre otras la Catedral Metropolitana de la ciudad de México, la Parroquia de San Andrés en Mihuatlán, Oaxaca, las catedrales de Puebla, San Luis Potosí, Saltillo, Colima, Toluca, León, Tepic, Querétaro, Tlaxcala, Veracruz y la Parroquia Saint-Honoré d’Eylau en París.
Entre los promotores se encuentra la tapatía Patricia Delgadillo –creadora en Facebook del sitio “Recuperemos a Don Porfirio ¡Traigamos sus restos!”, abierto a todo público y que congrega a más de 5,000 cibernautas–, quien retomó la bandera de la repatriación de los restos tras “descubrir” al personaje en libros y biografías que echaron por tierra su percepción de que Díaz fue sólo un dictador. A partir de entonces se convirtió en una fervorosa admiradora que organizó un árbol genealógico del general recopilando documentos y fotos inéditas (unas 7,000 imágenes) que no posee ni la familia Díaz.
Este intento por conseguir el traslado de los restos del ex mandatario a México no es algo nuevo: anteriormente algunos mexicanos se empeñaron también en la reivindicación de Díaz. A mediados de los años cincuenta un grupo de oaxaqueños, encabezados por el escritor José María Bradomín, constituyeron una sociedad para tal fin y en 1994 otros paisanos crearon una fundación que promovió un sondeo a fin de conocer la opinión de los oaxaqueños acerca del militar derrocado por la Revolución y la posibilidad de repatriar los restos sepultados en París: la respuesta, según esta asociación, fue tan favorable que se creó un comité organizador de los trámites correspondientes. Sin embargo, sus reclamos nunca tuvieron una respuesta oficial.
Aires renovados. No sólo los “facebukeros” que cuentan con representación en 25 estados –sin presencia en Morelos, Baja California, Baja California Sur, Chiapas, Sinaloa, Sonora y Nayarit–, son los únicos empeñados en la reivindicación histórica de Porfirio Díaz; también hay compatriotas, partidarios y familiares en Francia que se encargan de mantener en buen estado la tumba en Montparnasse.
Este fenómenos de lo que ocurre en la vida real con la tumba del ex mandatario sorprende, considera el escritor Pedro Ángel Palou, autor de Pobre patria mía, la novela de Porfirio Díaz, pues siempre tiene flores nuevas y frescas, y no las pone la familia, sino los visitantes, en su mayoría mexicanos, quienes además le escriben cartas, y el suelo de su tumba está lleno de mensajes como si se tratara de un santo, un Díaz popular que no necesita ni al PRI, ni al PAN, ni a nadie, señala el novelista.
Otro de los asombrados con el nuevo aire que han tomado los promotores de Díaz, es Pedro Fernández Noroña –un capitalino treintañero, tuitero y novelista creador de la cuenta de Twitter @DonPorfirioDiaz que día con día levanta polémica entre los internautas y acumula seguidores: actualmente más de 163,000–, quien afirma que enterarse de la celebración de tantas misas en honor de Díaz sólo muestra que la percepción de la gente sobre el general está cambiando.
Fernández Noroña ha tenido contacto con estos grupos que le pidieron la redacción de una carta dirigida a la Secretaría de la Defensa Nacional y hacer las peticiones necesarias para traer de vuelta al ilustre oaxaqueño.
Ultima voluntad. Los entusiastas porfiristas se muestran impacientes en espera de que el próximo año, cuando se conmemore el centenario del general, el entusiasmo se extienda por todo el país; por ahora se regocijan con el interés no únicamente de adultos sino también de jóvenes. Por lo pronto el activo grupo extiende su campo más allá del mundo virtual y prepara solicitudes a dependencias locales y federales para conseguir su objetivo.
Patricia Delgadillo advierte que los miembros del grupo son ciudadanos interesados en la figura de Porfirio Díaz y que la organización en distintos estados, así como los viajes, son costeados directamente por los miembros y que no pertenecen a ninguna asociación religiosa, y menos que sean influidos por partido político alguno.
La familia del general, que en otros tiempos se mantuvo al margen pues no consideraban oportuno el regreso, parece ver con buenos ojos esta nueva intentona. Patricia Delgadillo, quien se entrevistó con Ana Rincón Gallardo, una de las bisnietas del general, afirma que ellos lo único que piden es que el pueblo y el gobierno de México reciban a don Porfirio con los honores correspondientes.
Repatriarlo sería un acto de justicia, considera Pedro Fernández: “Todas las personas tienen el derecho de que las sepulten en la tierra donde nacieron y más en este caso donde él luchó por el país y pidió ser enterrado en su patria”.
No sólo es justo sino humano cumplir la última voluntad del general, considera Delgadillo, quien recuerda que él mismo pidió ser enterrado en Oaxaca junto a los restos de su madre doña Petrona Mori, en el templo de la Soledad, por lo que considera que la mayoría de los mexicanos lo vería con buenos ojos.
Mover las ideas. Los grupos de porfiristas recorren la República en busca de adeptos: algunos imprimieron calcomanías que han pegado en sus automóviles; otros han mandado imprimir camisetas o distintivos.
Para cerrar filas, dice Delgadillo, ahora prevén solicitar al gobierno mexicano que se traigan los restos no sólo porque fue presidente del país sino también por su destacada participación como soldado. “Fue un militar que le dio gloria al pueblo mexicano, tiene una hora de servicios impecable, basta estudiar su determinante papel en la Batalla del 5 de Mayo”, enfatiza la entusiasta promotora.
Si bien la historia oficial ha visto a Porfirio Díaz como uno de los villanos perfectos de la vida nacional, ya va siendo tiempo de que se evalúe su papel, sin exageraciones, consideran sus simpatizantes.
Por lo pronto ellos ya se imaginan cómo sería el retorno de don Porfirio: “Tendría que venir en el buque Cuauhtémoc, hay que recordar que gracias a él se fundó la Escuela Naval, sería recibido en el Puerto de Veracruz y se trasladaría al Ángel de la Independencia, Bellas Artes o el Campo Marte, para que se le rindieran los honores correspondientes. Luego sería trasladado a la ciudad de Oaxaca para que se enterrara como era su deseo”, dice Delgadillo.
Uno de los factores que se interponían a la realización del proyecto, es que los descendientes de Díaz que se negaban a que sus restos regresaran al país sin que el gobierno hiciera una ceremonia, parecen haber dado su aval. Ahora sólo falta la autorización oficial que, al menos en otros intentos, el gobierno se había mostrado cauto ante el temor de que la vuelta de las cenizas desate una ola de polémicas entre partidarios y enemigos del ex presidente.
Pedro Ángel Palou advierte que antes de mover los huesos se deben mover las ideas. “En México primero tenemos que aceptar a Díaz, replantearnos qué pasó en esa época, rebatirlo y luego podríamos traer los restos; de lo contrario, no tiene ningún sentido porque lo único que haríamos sería polarizar”, señala el escritor.
*Tomado de la revista “Contenido”
No. 617, Noviembre de 2014.
Ventaneando; Reynosa, Viernes 14 de Junio de 2024.