DESGARRADO, rabioso, indómito, brutal, el grito rebotó en el candil con perfil de corona imperial invertida de 438 bujías que le daba sello a la casa, inundando lunetas, palcos, plateas y galerías del Teatro Colón de la calle del Colegio de Niñas, en plena función de gala del Sábado Santo de 1915:
DE RANCHO A SEDE DEL PODER
La Residencia Presidencial “Los Pinos”
EL nombre, o mejor dicho el sobrenombre, llegó al recuerdo, al recuento de los bosques de Tacámbaro. Las manos entrelazadas, los sueños entreverados. Las tardes de olor a pino. Mi general y Amalia Solórzano. La luna de miel en el Hotel Géneve.
En Los Pinos nació Cuauhtémoc.
El “He-dicho” presidencial envió al destierro al Rancho de La Hormiga, la casa grande donde se casó Hortensia Elías Calles con Fernando Torreblanca, secretario particular del general Álvaro Obregón. Al presidente Lázaro Cárdenas le pareció excesivo el Castillo de Chapultepec. Quizá por Maximiliano. Quizá por don Porfirio. Quizá por Victoriano Huerta y sus 14 hijos.
Al chalet tipo inglés llegarían también los presidentes Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés, quien le impuso su huella a la casa presidencial anexándole una mansión de tres pisos, que Vicente Fox reduciría a un conjunto de “cabañitas”.
Cinco mil setecientos metros cuadrados como residencia del poder… con una planta subterránea con sala de cine, salones de juegos y espacios para fiestas.