Periodista.
La Residencia Presidencial “Los Pinos”
EL nombre, o mejor dicho el sobrenombre, llegó al recuerdo, al recuento de los bosques de Tacámbaro. Las manos entrelazadas, los sueños entreverados. Las tardes de olor a pino. Mi general y Amalia Solórzano. La luna de miel en el Hotel Géneve.
En Los Pinos nació Cuauhtémoc.
El “He-dicho” presidencial envió al destierro al Rancho de La Hormiga, la casa grande donde se casó Hortensia Elías Calles con Fernando Torreblanca, secretario particular del general Álvaro Obregón. Al presidente Lázaro Cárdenas le pareció excesivo el Castillo de Chapultepec. Quizá por Maximiliano. Quizá por don Porfirio. Quizá por Victoriano Huerta y sus 14 hijos.
Al chalet tipo inglés llegarían también los presidentes Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés, quien le impuso su huella a la casa presidencial anexándole una mansión de tres pisos, que Vicente Fox reduciría a un conjunto de “cabañitas”.
Cinco mil setecientos metros cuadrados como residencia del poder… con una planta subterránea con sala de cine, salones de juegos y espacios para fiestas.
INTRIGA PALACIEGA
La historia habla de expropiaciones, de cuartel militar con caballerizas anexas; de residencia del general Plutarco Elías Calles para estar cerca de Álvaro Obregón a la hora de la intriga.
El nombre original del predio era Arenal de las Hormigas. Dicen que por los ejércitos de hormigas “arrieras” que desfilaban incansables en sus llanos.
La primera vez de la Casa Grande llegó con un médico panameño. José Pablo Martínez del Río había heredado los negocios de su padre en comercio internacional. El terreno de 179,350 varas cuadradas se pagó al contado. Pesos-oro a la vista del escribano.
EMISARIO DEL PASADO
El ocaso llegó al esplendor del segundo Imperio. El médico se deslumbró con las medallas de oropel de Maximiliano. Su presencia engrosó la cauda de “notables” que le ofrecieron el trono al dueño del castillo de Miramar.
El propietario de minas en Real del Monte y Pachuca, el socio principal de la firma Martínez Hermanos, el receptor de la Orden de Guadalupe, sería nombrado Emisario del Imperio ante el rey de Grecia y el sultán de Turquía.
El salario era de 5,000 pesos al año.
Derrumbado el sueño en el Cerro de las Campanas, restaurada la República, repique de todas las campanas de todas las iglesias al calce a la entrada a la capital del general González Ortega, el presidente Benito Juárez ordenaría la confiscación de los bienes de los traidores.
Y el Rancho de La Hormiga pasaría a propiedad del gobierno… durante tres años.
Juárez le otorgaría el perdón al hombre al que Maximiliano había ayudado a nacionalizarse mexicano. A la muerte de José Pablo Martínez del Río la propiedad pasaría a manos de sus hijos, quienes le otorgarían finalmente una cesión de derechos a la ciudad de México.
CARRANZA EN ESCENA
Invadida la Casa Grande por diversas fuerzas revolucionarias que llegaban a la capital, en 1917 el presidente Venustiano Carranza ordenaría su expropiación en forma, incluidas las tierras del rancho, para una fábrica de cartuchos.
El caso es que en las jugadas del poder la casona pasaría a manos del general Ignacio Ceferino Enríquez Siqueiros, quien finalmente se la vendería al gobierno en 1923.
El precio fue de 886,472 pesos.
La morada del poder.
* Tomado de la revista mensual
‘Contenido’ No. 653, Noviembre 2017.
(Barranco es autor de “Crónicas de la Ciudad”).
Ventaneando, Lunes 15 de Enero de 2018.