UNA PESADILLA DE PELÍCULA
DESGARRADO, rabioso, indómito, brutal, el grito rebotó en el candil con perfil de corona imperial invertida de 438 bujías que le daba sello a la casa, inundando lunetas, palcos, plateas y galerías del Teatro Colón de la calle del Colegio de Niñas, en plena función de gala del Sábado Santo de 1915:
–¡Ese collar es mío!
Fulminada por el rayo imprevisto a la mitad de la escena cumbre del espectáculo a butacas llenas (“Como el yankee nos invade/ el inglés hay que aprender/ para que con nuestros primos/ nos podamos entender/ Mi vender charamuscas/ en la lengua del Tío Sam/ Mucho bueno palanquetas/ Piloncillo very fain), la “Gatita blanca”, María Conesa, temblaba incontenible…
Se diría de rabia. Se diría de miedo. Se diría de fiebre.
Y la espada flamígera embestía una y otra vez desde el palco de honor, aquel reservado al estreno del coso para 2,000 espectadores para don Porfirio y doña Carmelita, entre murmullos de protesta y tenues aplausos de impaciencia:
–Sé cuántas esmeraldas tiene. Tengo la factura…
Dividido el respetable entre quienes clamaban justicia para el espectáculo y quienes la pedían para la furiosa dama, la función debió suspenderse.
El tropel se fue a la Comisaría.
Y la historia llegó con pelos y señales al azoro de la tiple española, valenciana para más señas, a la que alguna vez, con el presidente Francisco I. Madero y el torero Rodolfo Gaona, “El Califa de León”, ubicara el periódico El Imparcial como “ídolos de México”.
Hacía unas semanas que la casa del filántropo Gabriel Mancera, ubicada en Donceles 94, había sido allanada por militares, con el pretexto de buscar armas. En el cateo se robaron 2 onzas de oro, 3 perlas para camisa, un fistol de coral, una pulsera de perlas, un anillo de diamantes, dinero en efectivo y un collar de esmeraldas propiedad de su hija.
El monto del botín se calculó en 35,000 pesos de aquellos.
Abatida, derrotada, desolada, la estrella del Teatro Principal y el Teatro Colón sólo lanzó un leve balbuceo:
–El collar me lo regaló el general Juan Morigo.
La joya, finalmente, quedaría en poder de la policía, según ello para las averiguaciones del caso, “ya que no se puede embarrar así como así a un general, máxime siendo, como es, íntimo de mi general Pablo González”.
Quince días después el collar regresaría a manos de su verdadera dueña… sin esmeraldas, en tanto María Conesa regresaba al escenario de sus triunfos con un pedazo más de leyenda a cuestas.
MI QUERIDO CAPITÁN. Lo cierto es que el general Pablo González, entonces jefe de plaza del gobierno del primer jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, jamás dejaba su palco del Principal o del Colón en funciones de estreno… para inundar luego de flores los camerinos de las tiples.
Dicen que hacía él, su generosidad, su trato, su fama, apuntaba el versito aquel de zarzuela popular: “Todas las tiples guapas/ a mí le llaman mi querido capitán/ desde la Mayengoitia/ la Mimí Derba y la Grifell”.
Y lo cierto es que en sus memorias (El teatro es mi vida), la actriz María Teresa Montoya escribiría que sus primeras alhajas, unos aretes y un anillo de brillantes, se los obsequió un general.
Más aún, la primera compañía que fundó la financió el general Pablo González con un préstamo de 3,000 pesos… que nunca cobró.
El militar, a quien se atribuye la autoría intelectual del asesinato del general Emiliano Zapata en la hacienda de Chinameca, fundaría, además, con Mimí Derba y Enrique Rosas, la compañía Azteca Films, en la fase previa a su campaña como precandidato a la Presidencia de la república.
Y lo cierto es que el 20 de noviembre de 1915 se fusilaría en la Escuela de Tiro ubicada en San Lázaro a 10 integrantes de la famosa Banda del Automóvil Gris, acusados de infinidad de robos a casas ricas, con el pretexto de buscar armas.
–Nos dijeron que aquí hay un arsenal.
Los hombres vestidos de militares exhibían una orden de cateo con el sello de la Inspección de Policía, a la que se remitía a quienes desconfiaban, digo por si tienen alguna duda.
El saqueo del río revuelto alcanzó las casas de Guadalupe Caso de Cos, ubicada en Marsella 75; de María Elena Mancera de Otero, en Orizaba 18; de Eduardo Olvera, en Guerrero 121; de Francisca R. de Barrera, en el callejón de la Esmeralda 4; de Clara F. viuda de Sherer, en Hamburgo 13; y de Arístides Martell, en Álamo 92…
DECENA TRÁGICA. La pesadilla para la ciudad de México de 1915 se iniciaría con otra aún más terrible: la Decena Trágica de febrero de 1913, que acaeció tras la rebelión de un grupo de militares contra el gobierno del presidente Francisco I. Madero.
Acuartelados los rebeldes en la Ciudadela, el cañeo, con proa hacia el Palacio Nacional, alcanzó una de las paredes de la vieja cárcel de Belén, permitiendo la fuga de un puñado de reos a quienes hermanaría el golpe de suerte.
Entre los fugados estaban los españoles Higinio Granda, Santiago Risco y Ángel Fernández Texeiro, que habían llegado al país a “hacer América”; el francés Marco Sansi y los mexicanos Enrique Rubio, Rafael Murante, Francisco Oviedo, Refugio Hernández, Antonio Villa…
Las vueltas de la vida los unirían 2 años más tarde en la aventura de la banda más temible en el México revuelto por la revolución.
El jefe, Higinio Granda, había alcanzando rango de capitán en el ejército zapatista, en tanto su hermano llegó a coronel.
Santiago Risco conquistó grado de mayor… antes de ser nombrado subjefe de la Policía Reservada, bajo la protección de Francisco Oviedo.
El sitio de reunión era el viejo jacalón que cobijaba al cine Vicente Guerrero.
La guarida donde se repartían el botín se ubicaba en la calle del Olmo de la entonces incipiente colonia Santa María la Ribera.
El célebre automóvil gris era un Packard, utilizado en el secuestro de Alicia Thomas, hija de un acaudalado hombre de negocios francés, por cuyo rescate se pidieron 10,000 pesos.
Desarticulada finalmente la horrible pesadilla, el único de sus integrantes que libraría el paredón sería el propio jefe, Higinio Granda, tras ser indultado.
El hampón murió de viejo en España.
¡TERCERA LLAMADA! A principios de 1917, viva aún la pesadilla en el escalofrío capitalino, el Teatro Principal anunciaba el estreno de una zarzuela que prometía ser el cañonazo del año: la parodia de las fechorías de la Banda del Automóvil Gris, incluido el sofocón de la “Gatita Blanca”.
Entre los espectadores del estreno estaba el general Pablo González.
Dos años después, bajo la dirección de Enrique Rosas, se estrenaría en 18 cines la película El automóvil gris, con las actuaciones estelares de Dora Villa, Joaquín Cos, María Luisa Serrano, Antonio Galú y Guillermo Hernández.
La propaganda hablaba de escenas reales del fusilamiento tomadas en el Campo de Tiro de San Lázaro. La película nacional más emocionante, más costosa en la historia.
Más aún, “no es una ficción, son hechos reales en la transcripción exacta de la verdad, entresacada de los incongruentes detalles de un misterio”.
La cinta sería la semilla para decenas más sobre el tema, bajo diferentes títulos. Así, Las abandonadas con Dolores del Río y Pedro Armendáriz en el papel del general…
Pesadilla de película.
* Tomada de la revista “Contenido”.
No. 542, 31 de Agosto de 2008.
Ventaneando, Lunes 15 de Agosto de 2022.