(Si aún viviera Colosio, mañana 10 cumpliría 68 años)

El asesino solitario, la acción concertada y un segundo tirador son hasta hoy hipótesis poco convincentes del homicidio que cimbró a México en marzo de 1994.
HACIA mediados de la década de 1990, la revolución institucionalizada en México parecía haber dejado muy atrás la violencia política expresada a través de los magnicidios. El último de ellos había sido perpetrado contra el presidente electo Álvaro Obregón en 1928, año marcado por una encarnizada lucha por el poder y un prolongado conflicto religioso.
Sin embargo, poco más de seis décadas después tuvo lugar en el país otro atentado de esas dimensiones cuya víctima fue el entonces candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta. Si bien en ambos casos se atrapó y condenó a los presuntos autores materiales, a ojos de la opinión pública han quedado como misterios sin resolver las autorías intelectuales y los verdaderos motivos de los asesinatos de estos dos políticos sonorenses.
Nacido en Magdalena de Kino, Sonora, el 10 de febrero de 1950 (Nota de ‘Ventaneando’: Mañana sábado cumpliría 68 años), Luis Donaldo Colosio siguió los pasos de su padre por el sendero de la política. Luis Colosio Fernández fue presidente municipal, secretario de Agricultura de su estado natal y senador por el PRI. Como preparación para continuar por ese mismo camino, el joven Luis Donaldo estudió Economía en el Tecnológico de Monterrey. Luego cursó la maestría en la Universidad de Pensilvania y posteriormente realizó una estancia de investigación en el Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados, en Austria. Siempre destacó como estudiante y sobresalió desde niño como orador.
También se desempeñó como catedrático de importantes instituciones educativas, como la UNAM, El Colegio de México y la Universidad Anáhuac, ésta donde conoció a la que sería su esposa, Diana Laura Riojas. Con ella procreó a sus hijos Luis Donaldo y Mariana.
Colosio se afilió al PRI en 1968. Llegó a ser oficial mayor y presidente nacional del partido. En 1980 comenzó su ascenso en la administración pública federal a través de la Secretaría de Programación y Presupuesto, cuando Carlos Salinas de Gortari la dirigía. Con éste ya de presidente, Luis Donaldo tituló la Secretaría de Desarrollo Social. Paralelamente, fue diputado en 1985 y senador en 1988.
Muy cercano personal y profesionalmente a Salinas, a finales de 1993 el presidente lo designó candidato del PRI para sucederlo.
“Posiblemente lo que determinó su designación fue que no sería capaz de convertirse en una pieza difícil de dominar. Todo indicaba que él se transformaría en un apéndice del hombre fuerte(..) Así Colosio fue ‘destapado’ como garantía de continuidad”, explica José Luis Trueba Lara en su libro “Magnicidio”. Mas su candidatura no parecía segura al cien por ciento. Ernesto Zedillo, hasta entonces secretario de Educación y quien había sido su rival por la nominación, le fue impuesto como coordinador de su campaña y, según analistas políticos, como ‘candidato alterno’.
El primer día de 1994 el panorama nacional, que parecía halagüeño con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se descompuso. Desde Chiapas el EZLN le declaró la guerra al gobierno mexicano y tal conflicto armado le quitó reflectores a Colosio. Más cuando otro de sus rivales por la candidatura priísta, Manuel Camacho Solís, a la sazón secretario de Relaciones Exteriores, fue nombrado por Salinas comisionado para el diálogo de paz con el EZLN.
No obstante, Colosio arrancó la campaña en medio de la indiferencia popular y escasa cobertura mediática, enfocada en Chiapas y Camacho, y la reiterada petición desde el círculo del poder de que renunciara a la candidatura. El escritor José Agustín considera que la campaña “era lastimera. No sólo se trataba de la primera vez que un candidato del PRI no tenía segura la presidencia sino que ni la candidatura misma estaba amarrada. ‘Algo le puede suceder a Colosio’, se decía”.

Empero, la campaña pareció cobrar relevancia el 6 de marzo cuando, en el Monumento a la Revolución, Luis Donaldo pronunció su famoso discurso “Yo veo un México…”. En él propuso la separación del partido oficial y el gobierno, reconoció los agravios de las autoridades en contra de la gente y prometió reformas para democratizar el poder y acabar el autoritarismo. Para muchos fue una pieza oratoria inspirada en el discurso “Tengo un sueño”, del defensor de los derechos civiles de los negros de Estados Unidos, Martin Luther King, asesinado por un segregacionista blanco en abril de 1968.
Según analistas políticos, tras de ello vino la ruptura y distanciamiento del candidato con el salinismo. También José Agustín relató que la mañana del mismo miércoles 23 de marzo de 1994 “Colosio recibió una llamada de José María Córdoba Montoya, coordinador de asesores de Salinas. Otra vez le pedía la renuncia. Como se negó, Córdoba le dijo: ‘Aténgase a las consecuencias’”. Esta y otras amenazas veladas parecieron cumplirse ese mismo día.
Pasadas las 4 de la tarde de aquel miércoles, Colosio Murrieta llegó en un avión particular a Tijuana en su gira proselitista por el noroeste del país. (Nota de ‘V’: Extrañamente Ernesto Zedillo, jefe de la campaña, no lo acompañó sin saberse el porqué). Con vítores y peticiones lo recibieron cientos de personas, muchas que lo acompañaron a Lomas Taurinas, una colonia de casas de cartón y materiales de desecho, donde lo aguardaban de cuatro a cinco mil colonos para participar en un mitin a desarrollarse en un templete montado en una camioneta, en el fondo de una barranca.
Fue allí donde, tras de varios oradores, Luis Donaldo pronunció su último discurso en el que matizó conceptos del leido el 6 de marzo. Entre muchas otras cosas, dijo: “Amigos y amigas: Esta campaña nos habrá de llevar el 21 de agosto a darle a Baja California y a nuestro país un destino seguro, una dirección con responsabilidad. Nuestra propuesta es por un gobierno que esté cerca de las comunidades, que esté cerca de la gente, un gobierno que responda a las necesidades de más y mejores oportunidades para todos, pero sobre todo para los que menos tienen… La nuestra es la mejor propuesta dentro del espectro político nacional, que no les quepa la menor duda. Aquí en Tijuana, como en Baja California, vamos a ganar. Porque nos estamos preparando para ello, porque sabemos lo que es la competencia política. Nosotros no le tememos a la competencia política, lo que sí rechazamos es la incompetencia política”.
Se cuenta que concluida su arenga Colosio bajó rápido del templete e intentó apurar el paso para salir lo más rápido del lugar, como intuyendo el peligro que se cernía sobre él, cuanto más que su equipo de seguridad era escaso. En el sonido local se escuchaba la música y letra de la quebradita “La Culebra”, interpretada por la ‘Banda Machos’.

El citado escritor Trueba Lara refiere en “Magnicidio” lo que el jefe de custodios del candidato, mayor Germán González Castillo, le relató: “Yo empujaba a la gente. De repente escuché como un cohetito y di un paso. De repente no sentí su cuerpo empujando mi espalda. Volteé a mi izquierda y lo vi caído. Volteé a mi derecha y vi cuando un tipo disparaba al piso. Le dio en el vientre. El cuerpo giró. Todavía alcancé a empujar el brazo con la pistola. Todo fue instantáneo. Dos o tres segundos de diferencia entre un tiro y otro. Fueron nada más dos. No hubo más. No erró: uno en el cráneo y otro en la región abdominal”.
Todavía vivo, Colosio fue llevado por sus custodios al Hospital General, donde fue declarado muerto a las 8 de la noche tras los ímprobos esfuerzos de los médicos por salvarlo. Tenía 44 años 1 mes 13 días cumplidos.
Mientras tanto, agentes de la Procuraduría General de la República habían detenido en el lugar de los hechos al presunto homicida, el joven obrero Mario Aburto Martínez, junto con otros supuestos implicados. La misma fatídica noche llegó a Tijuana por órdenes de Salinas el titular de la PGR, Diego Valadés, para hacerse cargo de las averiguaciones. Desde un principio él presentó a Aburto como el “asesino solitario”, único autor material e intelectual del homicidio. Sin embargo, tal versión oficial no convenció a la opinión pública ante la sospecha de una suplantación del victimario y las dudas sobre los dos disparos hechos por una sola arma.
Surgieron entonces otras versiones y en su momento José Agustín puntualizó: “La idea generalizada era que fue un asesinato político armado desde el interior del gobierno. Como posibles autores intelectuales se señalaba a los dinosaurios del PRI, sobre todo a la dupla Salinas-Córdoba, que le había pedido a Colosio la renuncia porque no podía permitir modificara ‘el modelo’. Además el crimen resultaría una drástica manera de diluir la atención sobre Chiapas. Dentro del gobierno se decía que el culpable era Manuel Camacho Solís, a lo cual él reviró diciendo: ‘¿A quién benefició el crimen?’; pero como el beneficiario era Zedillo, mejor se dejó en paz el asunto”.
Ernesto Zedillo Ponce de León, el ‘candidato alterno’, fue designado para sustituir a Luis Donaldo en la elección presidencial, que ganó el 21 de agosto de 1994.
Circularon dos versiones que involucraban al crimen organizado. Una que los narcotraficantes habían sido poseídos por el furor matacandidatos de los colombianos –allá asesinaron al presidenciable Luis Galán–, al rehusarse Colosio a transar con ellos; la otra, que los políticos habían utilizado para su ‘vendetta’ a sicarios de los narcos. Al respecto, consta en el informe de la PGR sobre el caso que uno de los cientos de individuos a los que se tomó declaración fue el jefe del Cártel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán.
La opinión pública rechazó esas especulaciones por carecer de sustento y certeza jurídica, como tampoco convencieron las conclusiones de los cuatro sucesivos subprocuradores especiales que tuvieron a su cargo la indagación del ‘Caso Colosio’ en los siguientes seis años. El primero de ellos, Miguel Montes, planteó una “acción concertada” de varios implicados pero con Aburto como único ejecutor, aunque al final confirmó la hipótesis del ‘asesino solitario’. Tampoco la gestión de Olga Islas tuvo algo digno de destacar, salvo que logró en su turno la condena de 42 años de prisión dictada contra Mario Aburto.
Igual de frustrante y muy escandaloso fue el papel de Pablo Chapa Bezanilla como el tercer subprocurador especial, que retomó la versión de la “acción concertada”. Planteó la participación de un segundo tirador, Othón Cortés Vázquez, chofer y elemento de seguridad de la comitiva de Luis Donaldo. Lo hizo detener y torturar a finales de 1994, manteniéndolo preso hasta agosto de 1996, cuando fue absuelto por inconsistencia en los testimonios y pruebas en su contra. Esas y otras pifias de Chapa –las averiguaciones de los homicidios del cardenal Juan José Posadas Ocampo y del priísta José Francisco Ruiz Massieu–, obligaron al presidente Zedillo a despedirlo y nombrar en su lugar a Luis Raúl González Pérez, actual ombudsman nacional.
En su informe sobre el ‘Caso Colosio’ de septiembre del 2000, intitulado “El crimen y sus circunstancias”, el 4º y último fiscal especial concluyó tajantemente: “Con argumentos técnicos y científicos se demostró que Mario Aburto fue el autor de los dos disparos que recibió Luis Donaldo Colosio Murrieta y que la tesis esgrimida por Pablo Chapa –la del 2º tirador–, no tenía sustento probatorio alguno”.
Con ello la PGR dio el típico carpetazo al asunto, “con la posibilidad de reabrirlo en 2035, si las evidencias presentadas así lo ameritaran”. Aunque, sospechosamente para algunos analistas, hasta ese año podrá tenerse libre acceso al expediente completo del caso, a 41 años de perpetrado el magnicidio de Lomas Taurinas.
* Tomado del magazine “Muy INTERESANTE”,
Edición ‘Crímenes sin Resolver’, Volumen II.
(Sin firma del redactor) (Editado por ‘V’).
Ventaneando, Viernes 9 de Febrero de 2018.