Crecer por dentro
Dedico este artículo a mi compañera,
que es parte de mi agradecimiento
diario y esperanza: Patricia.
A veces me pregunto cuándo inició el acelere de la vida moderna, en qué parte del camino se perdió el encanto de disponer espacios y momentos para el disfrute de los instantes, esos minutos en que nuestra alma encontraba el remanso dentro del vértigo de la vida que hoy vivimos.
Algunas de estas vivencias entrañables las rescato con nostalgia: las pláticas de la terraza al caer la tarde, las lecturas en el suave vaivén de la mecedora, la convivencia de las sobremesas; la correspondencia manuscrita que encerraba dos valores: el afecto contenido en las palabras y el tiempo dedicado en expresarlo; la contemplación de la belleza de la aurora o el crepúsculo, las conversaciones sin prisa, sin agenda; las reuniones espontáneas, visitar a la gente, nada mas porque sí, porque las quieres y te quieren; caminar en el parque, sentarte en una banca y dejarte acariciar por el aire y el canto de las aves; recostarte en el jardín, como cuando eras niño y en las noches dedicabas un rato a la intrascendente tarea de contar estrellas; en fin…