HACE 500 años la belleza de Zacatecas no saltaba a la vista. Estaba escondida bajo los cerros que la conforman. Parafraseando la canción, la ciudad estaba cubierta por pilares de oro y plata, ocultos.
Esos pilares resultaron ser tan generosos que la Real de Minas de Nuestra Señora de los Zacatecas –como se le llamó a la ciudad apenas descubierto el mineral que ahí yacía–, se convirtió en buena parte del sostén del famoso imperio en el que no se ponía el sol, y razón por la que Felipe II de España, El Prudente, la nombró en 1588 –apenas 42 años después de su fundación–, “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Zacatecas”.