Fotos Cecilia Suárez.
HISTORIA Y ENSUEÑO
El paso de los años en esta ciudad colonial ha dejado tal huella que hacer un recorrido por sus recovecos, por sus días y sus noches es como hacer un viaje de más de cinco siglos.
HACE 500 años la belleza de Zacatecas no saltaba a la vista. Estaba escondida bajo los cerros que la conforman. Parafraseando la canción, la ciudad estaba cubierta por pilares de oro y plata, ocultos.
Esos pilares resultaron ser tan generosos que la Real de Minas de Nuestra Señora de los Zacatecas –como se le llamó a la ciudad apenas descubierto el mineral que ahí yacía–, se convirtió en buena parte del sostén del famoso imperio en el que no se ponía el sol, y razón por la que Felipe II de España, El Prudente, la nombró en 1588 –apenas 42 años después de su fundación–, “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Zacatecas”.
Visitar Zacatecas hoy en día es esto, precisamente, hacer un viaje a los muchos tiempos que habita la ciudad centenaria.
El primero comienza debajo del Cerro del Grillo, en la mina del Edén, que con sus grandes vetas de oro y plata hizo florecer una ciudad entera y la mantiene viva todavía todos estos años después. Fue explotada durante casi cuatro siglos, hasta 1960; a partir de 1975 se abrió al público como atracción turística.
A un costado del cerro uno debe ponerse su casco de obrero y entrar por un túnel conocido como el Socavón Esperanza. Ya dentro, se recorren túneles y más túneles por los que se aprecia un muestrario del mineral que se ha extraído de la mina y se ven los siete niveles que tiene. La profundidad máxima es de 540 metros, pero ahora ya no se puede llegar tan abajo porque se inundó, razón por la cual ya no se explota a pesar de tener aún mineral en su interior.
Después del recorrido allá abajo, hay que usar un elevador para salir por el Socavón El Grillo. El trayecto es largo y engañoso en la oscuridad, porque la salida está en realidad a unos metros de la entrada; uno camina y camina por los túneles, por entre las rocas, por las arterias de la mina y sale casi en el mismo sitio.
La luz del sol es un golpe que nos regresa de inmediato a este siglo, luego de haber bajado casi al centro de la Tierra. OK, no tanto.
DESDE EL AIRE
Si uno transita en la modernidad actual desde la salida de la mina, a unos 100 metros está el teleférico de Zacatecas que conecta el Cerro del Grillo con el extremo occidental del famoso Cerro de la Bufa.
El teleférico, recientemente remozado, viaja unos 650 metros por un cable y dura apenas unos minutos; cruza casi el centro de Zacatecas que creció en las faldas de los dos cerros mencionados. De un lado al otro se aprecia la ciudad completa, abajo el primer cuadro. Se ven los edificios coloniales que florecieron con la plata que derramaron las minas y, en medio, como un eje para todo el crecimiento, la Catedral Basílica de Zacatecas, dedicada a la Virgen de la Asunción, Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, con su estilo churrigueresco es uno de los principales ejemplos de la arquitectura barroca novohispana en el país. Desde la altura se ve imponente a la mitad de la ciudad.
En Semana Santa, desde la modernidad del teleférico, se disfruta de un espectáculo digno de la Nueva España: Como un paréntesis en el calendario se contempla la procesión dirigiéndose a la Catedral desde un ángulo privilegiado. La Semana Mayor, sin duda, es un alucine en sí mismo, porque desde las calles se presencia la procesión como si fuera 1750, en medio del calor de la Pasión de Cristo y del sol primaveral. Subirse al teleférico es una pausa en el tiempo y el viaje –Semana Santa o no–, nunca decepciona.
En el Cerro de la Bufa está la Cámara Oscura, la combinación de tecnología antiquísima que compite con lo más moderno. Es una caseta en una posición idónea con la mira directa al centro de la ciudad. La caseta es un instrumento óptico que permite obtener, a través de un juego de espejos, la proyección de una imagen externa sobre una superficie cóncava.
Suena complicado, no lo es; se trata del mismo principio que rige las primeras cámaras fotográficas, a través del cual se ve la imagen en tiempo real de la zona metropolitana de Zacatecas-Guadalupe amplificada. Es una cámara de vigilancia que te deja observar, dependiendo de dónde y cómo se enfoque, incluso lo que se está comiendo alguien afuera de la Catedral.
La mezcla de tecnología de principios del siglo XX con lo más nuevo que hay fue inaugurada a finales de 2015. Es electromecánica, lo que la hace única en el mundo –antes solo funcionaba de manera mecánica, mediante poleas con tecnología mexicana–. La Cámara Oscura de Zacatecas es la segunda de América Latina y la más moderna en su tipo.
Este es un viaje en el tiempo, sin moverse en el tiempo. En la cámara hay un momento en que las lentes enfocan el campo al sur de Zacatecas, donde se despliegan decenas de molinos de viento que generan energía eólica. Gran paradoja: El siglo XXI y el Quijote en un mismo sitio, visto con la magia de la tecnología, antigua, pero tecnología al fin.
TEATRO E HISTORIA
En la mera cima del Cerro de la Bufa, luego de una caminata de unos 10 minutos desde el teleférico y la Cámara Oscura, se hace una travesía por diferentes épocas.
En 1548 se construyó una ermita que aún existe y en 1862 fue creada la Casa de la Caridad, un asilo para los hijos de los mineros fallecidos. Pasando los años, en 1906, se levantó un observatorio meteorológico, y en 1966 se realizó una remodelación general de la cima en la que fue construida la arquería del mirador, el atrio del Santuario de la Virgen del Patrocinio y locales comerciales, además de que se colocó el Mausoleo de los Hombres Ilustres, que estaba anteriormente en el Panteón de la Purísima.
En 1989 se inauguró la Plaza de la Revolución con grandes estatuas de Francisco Villa, Felipe Ángeles y Pánfilo Natera, quienes protagonizaron la toma de Zacatecas, una victoria fundamental para asegurar el triunfo de la Revolución. Las estatuas cuidan el Museo de la Toma de Zacatecas, abierto en 1984, donde se exhiben los testimonios de esa cruenta batalla que se llevó a cabo el 23 de junio de 1914, en la que Villa venció a las fuerzas del dictador Victoriano Huerta y allanó el camino rumbo a Ciudad de México.
Para vivir la regresión como un verdadero viajero en el tiempo de esta gran victoria del General Villa, aprovecha una visita guiada en la que dos oficiales al servicio del mismísimo Doroteo Arango cuentan, con lujo de detalle, los pormenores que tiene documentado el museo. Ahí se siente el olor de la pólvora, el color de la sangre y el dolor de las balas, sin correr el peligro mortal de morir en el campo de batalla, por fortuna.
Si andar por décadas añejas es lo tuyo y te gusta la historia, lánzate a las Leyendas del Diablo, un espectáculo que se presenta en una casona del centro después de un breve recorrido guiado en un autobús turístico. La puesta en escena representa las principales leyendas que tiene Zacatecas como buena ciudad colonial; desde amores ilícitos entre soldados y mujeres casadas, hasta bandidos muertos de manera violenta, que son narradas por el Diablo de Zacatecas –un personaje cuya fama trasciende épocas e incluso el mismo infierno–, e interpretadas por los espectros de dichas leyendas. Un entretenido teatro interactivo, en el que el público revive, junto con las ánimas, las leyendas más famosas de Zacatecas.
Si no ha sido suficiente el recorrido por todos los capítulos históricos de Zacatecas, siempre quedan las famosas callejoneadas: Con mezcal en mano y música sin parar, se deambula por las más antiguas vías del pueblo, tal y como lo hacían los mineros las noches eternas de los días de raya, como cualquier sábado del siglo XIX.
A la mañana siguiente tendrás en tu poder un jarrito en el que bebiste mezcal como si hubieses sido minero festejando la vida y Zacatecas será, para siempre, el escenario de tus más reales virajes en el calendario.
EL LADO SALVAJE
En el Cerro de la Bufa, del otro lado de la Cámara Oscura, luego de una caminata de unos 10 minutos desde el teleférico, está la Tirolesa 840, la tercera más grande de América Latina –apenas por debajo de una en Chihuahua, la más larga, y otra en Cosa Rica–.
Como dice su nombre, es un sitio reservado para quienes gustan del turismo de aventura, que te promete un viaje de 840 metros en tirolesa de dos hilos –son en realidad cables de acero, para tu tranquilidad–. Los cables conectan la Bufa con un cerro aledaño pasando por arriba de una cañada que, desde el punto más alto de los hilos, tiene 85 metros de profundidad.
El viaje de ida son 440 metros, el más largo, y donde está el punto más alto. El de regreso es de 400 metros, que debido a la inclinación y al efecto de la gravedad es mucho más rápido. La sensación de vacío de una tirolesa es maravillosa, si te gustan las emociones fuertes. (El teléfono de Tirolesa 840 Zacatecas es 492-946 3157).
* Tomado de “Revista enViva”,<
Organo difusor de VivaAerobús.
No. 12, Marzo de 2019.
Ventaneando, Lunes 24 de Junio de 2019.