TENGO 30 años de edad y soy madre de un niño de 4. Cuando supe que estaba embarazada habían transcurrido 4 semanas de gestación. Llenos de alegría, mi pareja y yo fuimos a comprar cuanto era necesario para la llegada del bebé, pero pronto cambió nuestro ánimo porque a raíz de los cambios hormonales se me agudizó una infección en las vías urinarias latente desde hacía 4 años y que ningún tratamiento había logrado erradicar.
Al principio confundí los síntomas (dolor de senos y espalda, cólicos, cansancio, incremento de peso y falta de apetito) con los del embarazo, pero un ultrasonido mostró que la infección se había extendido y tenía tan inflamados el hígado, los intestinos y los riñones que dificultaban ver el embrión.