LOS juicios lingüísticos sobre la belleza de una lengua están determinados, en gran medida, por el contexto. Las lenguas cambian como cambian las modas, y los idiomas que hoy se consideran bellos pueden después no parecerlo. Lenguas toscas, brutas y bárbaras a la vista de los romanos, como el anglosajón, hoy al ser habladas por países poderosos son admiradas y consideradas bellas.
No cabe duda: “todo es según el color del cristal con que se mira”, porque a un tailandés, ¿qué le gustaría más, el coreano o el guaraní?
El alemán es el idioma más bello que la literatura ha producido. Francia, en cambio, tiene una notable literatura, pese a que el idioma es más bien feo.
Las Mujeres y los Hombres ¿HABLAMOS IGUAL..?
QUE si las mujeres hablamos como tarabilla, que si somos de Venus y los hombres de Marte; que si interrumpimos; que si los zorros son toda cola y las mujeres toda lengua; que si los hombres alburean más, que si usan más malas palabras, bla bla bla, yada yada yada. Se sabe que somos distintos y por lo tanto hablamos distinto, en forma y en fondo, pero ¿qué tanto?
Dentro de nuestra cultura hay muchas creencias y preconcepciones de cómo los hombres y las mujeres debemos comportarnos y muchas de éstas tienen que ver en la manera en que hablamos, sobre todo en el caso de las mujeres, ya que el habla masculina –en la mayoría de los casos y las tradiciones–, ha sido considerada como la norma. Se han aseverado muchas cosas del habla femenina, que si es más refinada, usa menos ‘malas palabras’, es menos asertiva, menos creativa, que si usa más muletillas, etcétera. Pero ¿cuáles de estos supuestos han podido ser comprobados por los lingüistas?