Periodista.
QUE si las mujeres hablamos como tarabilla, que si somos de Venus y los hombres de Marte; que si interrumpimos; que si los zorros son toda cola y las mujeres toda lengua; que si los hombres alburean más, que si usan más malas palabras, bla bla bla, yada yada yada. Se sabe que somos distintos y por lo tanto hablamos distinto, en forma y en fondo, pero ¿qué tanto?
Dentro de nuestra cultura hay muchas creencias y preconcepciones de cómo los hombres y las mujeres debemos comportarnos y muchas de éstas tienen que ver en la manera en que hablamos, sobre todo en el caso de las mujeres, ya que el habla masculina –en la mayoría de los casos y las tradiciones–, ha sido considerada como la norma. Se han aseverado muchas cosas del habla femenina, que si es más refinada, usa menos ‘malas palabras’, es menos asertiva, menos creativa, que si usa más muletillas, etcétera. Pero ¿cuáles de estos supuestos han podido ser comprobados por los lingüistas?
EL ESQUEMA LAKOFF
En los últimos años del siglo XX hubo un gran interés por este tema, las diferencias culturales y cerebrales de los hombres y las mujeres, nuestras grandes batallas, la imposibilidad de comunicarnos. Quizás fue la lingüista Robin Lakoff la pionera de estos estudios –surgida de la generación boomer y gratamente influenciada por la Revolución Sexual de los años 60–, al llevar a cabo la primera investigación académica sobre el habla femenina que publicaría en el libro Language and women’s place –El lenguaje y el lugar de la mujer(1975)–, en la que proponía ver el habla de las mujeres como diferente y no como deficiente o anormal.
A partir de ahí los estudios se han extendido en diversos ámbitos, hay muchos, de diferente índole y con distintos propósitos. Se ha estudiado cómo la forma de hablar de mujeres y hombres impacta en la comunicación entre ambos, el momento de habla, quién interrumpe más, quién es interrumpido con mayor frecuencia, qué tipo de formas gramaticales usamos unos y otros, quién tiene más vocabulario, quién expresa mejor las emociones, y por qué muchas veces no podemos entendernos.
En 1975, Lakoff aseveraba que el habla de las mujeres se caracterizaba por:
^ Un mayor léxico para referirse a colores: tipo magenta, malva, marrasquino, camel, etcétera.
^ Uso de adjetivos vacíos como divino, precioso, modo, lindo, bonito, etcétera.
^ Uso de preguntas después de una afirmación: “Te llamas María, ¿verdad?”
^ Mucho uso de intensificadores como increíble, padrísimo, muchísimo, etcétera.
^ Gramática y formas más pulidas.
^ Habla más amable, políticamente correcta y gentil: “¿No te molestaría darme un cigarrito?”.
^ Mejor uso de preguntas: “¿Por qué?”, “¿Me explicas?”, “¿Cuándo?”.
40 AÑOS DESPUÉS
Ahora bien, 40 años después de este primer acercamiento de Lakoff, ¿seguimos las mujeres hablando así? La respuesta es que sí y no. Es decir, han sido muchos los caminos que las mujeres como género han experimentado en los últimos años; mayores alternativas laborales, inclusión en ámbitos económicos y políticos, y en sectores donde antes no participaban que obviamente han impactado en su lenguaje; sin embargo, sigue habiendo diferencias bioquímicas, cerebrales, hormonales y culturales, que nos separan y nos hacen hablar distinto a ambos.
Consultando estudios más recientes podemos ver algunos de los rasgos más relevantes del lenguaje de hombres y mujeres:
Mary Crawford en su libro Gender and humor in social context –Género y humor en el contexto social(2002)–, denota que los objetivos principales entre un tipo de lenguaje y otro, son:
Masculino: -Confirmar su posición de dominio. –Atraer y mantener a la audiencia. –Ser asertivo.
Femenino: -Crear y mantener relaciones cercanas y de igualdad. –Criticar a otros. –Interpretar de manera soslayada el lenguaje de las otras mujeres.
Por su parte, el lingüista Mulac y otros identifican los siguientes rasgos característicos de cada lenguaje:
Masculino: -Referencias cuantitativas: “Está como a 40 kilómetros”. “Bajé diez gramos”. –Adjetivos de juicio: “Su desempeño es muy pobre”. “No entiende nada”. –Órdenes: “Apaga la tele”. “Siéntate bien”. –Términos de ubicación: “Quítala de la mesa y ponla en el librero”. –Oraciones más cortas: “Está perfecto. ¿Ahora qué?”. –Referencias a sí mismo: “Estoy totalmente de acuerdo”.
Femenino: -Es más adulador y trata siempre de no comprometerse ni comprometer a otros. –El uso de adjetivos de intensidad: “Es sumamente interesante, ¿no?”. – Cláusulas calificativas: “Como si tal cosa”. “Algo así como…”. “Fuimos tipo a las diez”. –Referencias emocionales: “La verdad me sentí muy mal”. “Me hizo enojar y hasta lloré”. – Uso de oraciones más largas: “Creo que no se va a poder, porque tú sabes cómo es él de sentido”. Uso de adverbios de inicio: “Sorteando el tráfico llegué”. “Despuecito me fui a pintar el pelo”. –Incertidumbre: “No sé bien, me preocupa muchísimo”. “Supongo que ya no vino”. “No sé qué hacer”. –Dar rodeos: “No exactamente, es algo así pero…”. “No es nada bonita”. –Negación: “Un poco más, ¿no?”. “No te gusta el vino, ¿verdad?”. –Uso de opuestos simultáneos: “La vi muy estresada, pero se veía contenta”. “Está medio flaca, pero tiene buen cuerpo”. – Preguntas: “Me veo gorda con esto?”. “Quedó bien el arroz?”.
Por otro lado, Poynton, en su investigación de 1989 nota las siguientes diferencias:
Masculino: Usan más slang: -“Es un pedo, wei, así no se puede”. “Que se moche, cabrón”. “Hay que pagar de cachetito”. –Dicen más leperadas: “Te pasas de ver.., cabrón”. “No pinchesmames”. –Usan menos intensificadores: -“Normal, ni bueno ni malo”. –Usan menos adjetivos: “¿Está bonita? Equis”.
Femenino: -Son generalmente más amables que los hombres y, por lo tanto, menos sinceras: “Te queda lindo ese vestido, amiga”. –Usan muchas palabras muy dulces como “Porfavorcito”, “plis”, “mil gracias”, “¡qué amor!”. –Incluso usan términos aún más gentiles en múltiples modalidades como: “Ay, no sé si me puedas hacer un favorcito, plis, no te quito mucho tiempo”. –Usan preguntas después de una afirmación: “Está bonito, ¿no?”. “Sí vas a la fiesta, ¿verdad?”. –Usan más intensificadores que los hombres: “¡No sabes qué delicia!”. –Usan más adjetivos: “¡Súperbuenaonda e hiperarchicool”. –Usan más eufemismos: “Tenía una bubi medio chueca”. “Es rechonchita, pero bonita de cara”.
Otros estudios, como los de Janet Holmes, Crawford y Angela Ardington nos sugieren que:
* Los hombres interrumpen más a las mujeres que las mujeres a los hombres.
* Las mujeres son más comunicativas que los hombres.
* Los hombres no tienden a darle palmaditas en las espaldas a las mujeres tanto como unas mujeres a otras.
* Los hombres son más desinhibidos en palabras que las mujeres.
* Las mujeres hablan más de otras personas que los hombres, y los hombres hablan más de eventos, sucesos y acontecimientos.
* Las mujeres hablan más con otras mujeres que los hombres con otros hombres.
* Los hombres se sienten más cómodos hablando en público que las mujeres.
Deborah Tannen, en su estudio de 1990 dice que en una conversación los hombres y las mujeres son diferentes en el sentido de que:
^ Las mujeres hablan buscando más conexión e intimidad que los hombres.
^ Los hombres tienen un lenguaje que busca estatus e independencia.
Por tanto, la comunicación entre ambos en muchas ocasiones es cruzada y hay incomprensión. Esto empieza en edades tempranas, ya que desde que somos niños se nos educa distinto. Maltz y Borker, en su estudio de 1982 aseveran que desde el preescolar:
Niños: –Tienden a jugar en grupos grandes y a estar estructurados jerárquicamente. –Tienen siempre un líder. –Negocian el estatus con bromas o con quién es el más fuerte, el más aventado, el más chingón. –En sus juegos siempre tienen un ganador y un perdedor. –Reconocen y resaltan habilidades, tamaños, cualidades, etcétera. –Son muy competitivos.
Niñas: -Tienden a jugar en pequeños grupos o en parejas. –El centro de su vida social es otra niña, generalmente, su mejor amiga. –La cercanía y la intimidad son clave dentro de sus grupos. –No diferencian tanto por estatus, como en el caso de los hombres, sino por la belleza y la cercanía. –En sus actividades no hay ganadoras ni perdedoras, más bien se realizan en grupo y toman turnos –volibol, jugar a ser grandes, etcétera. –No presumen tanto lo que hacen, sino lo que tienen. –No se enfocan tanto en el estatus, sólo quieren gustar y agradar. –Son más delicadas que los niños en las interacciones sociales. –Son más dadas a respetar los turnos y menos desesperadas.
¿Querrá esto decir que los niños están mejor preparados para ser exitosos y poderosos, y que las niñas son más dadas a conceder y ser sumisas?
CHISMES Y CHISTES
Por otro lado, en otros estudios que se han realizado dentro de la familia, las mujeres suelen ser más expresivas y más entendedoras, mientras que los hombres son más resolutivos y tratan de resolver los conflictos más en corto. A la hora de arreglar problemas se sabe que las mujeres buscan más comprensión; por su parte, los hombres se evaden con mayor facilidad.
A la hora de los chistes, los hombres se pintan solos, son más decididos a exponer bromas, chistes, humor, malas palabras y dobles sentidos. En este tenor, en México, los hombres usan muchísimo más el albur que las mujeres; de hecho el albur se considera una forma de relación hombre a hombre en donde se demuestra el poder y la sumisión sexual a través del juego de palabras. La cultura –no sólo en México, sino en el mundo–, juega un papel importante en permitir que las mujeres digan palabras que se consideran altisonantes o expresen su humor, sobre todo si éste es sexual o escatológico.
En cuanto al chisme, es decir contar detalles de la vida de otras personas o hablar mal o bien de ellas, las mujeres son mucho más afectas a él que los hombres. Se trata de una forma de intimar, de acercarse a la otra o el otro, de contar secretos, de compartir información y de entretenerse. Por cierto, las mujeres son más dadas a hablar de otros cuando están con otras mujeres que cuando están con hombres o en un grupo mixto, e incluso entran en mayor detalle en esos casos.
CONCLUSIÓN
La lengua, lo he dicho muchas veces, es reflejo de la cultura y del mundo que nos rodea. Así, las diferencias fundamentales entre el habla de cada uno de los sexos reflejarán la manera en que éstos conviven, piensan y se comportan en el mundo y en las interacciones íntimas, sociales, laborales, etc. Conforme éstas cambien el lenguaje cambiará. Aún así, hay mucho más que decir e investigar al respecto.
(Editado)
Tomado de la revista “Algarabía”,
Año XV, No. 138; Marzo 2016.