VIAJAN miles y miles de kilómetros por mares ignotos hacia una isla mexicana para cumplir el rito de la reproducción milenaria. Son los elefantes marinos, esos enormes mamíferos que en el agua deslizan toda la gracia de que son capaces, y en tierra reptan con su desgarbada figura.
La ternura de sus ojos disfraza muy bien la fiereza de su instinto a la hora de defender su espacio vital, en el que cohabitan con sus hembras.
Ah, porque debe usted saber que los elefantes marinos pertenecen a esas especies (¿afortunadas o desgraciadas?) a quienes la Naturaleza permite la poligamia. Poderoso, dueño de celos mortales, el macho posee un grupo de hembras a quienes se encarga de preñar para la conservación de la especie. El número de “esposas” en ocasiones es de 5, aunque se han contado 15. Cuando ellas se encuentran en período de gestación, el macho por ningún motivo permitirá que nadie traspase su coto de propiedad.