ES difícil encontrar a alguien a quien no le guste la pasta, sea grande o pequeño, sea blanco, amarillo o negro. Se decía que la habían inventado los chinos, para variar, y que la trajo Marco Polo, el cual la difundió por Italia.
Lo primero no nos consta, lo segundo sabemos que no es cierto, pues ya la comían los romanos que lo aprendieron de sus ancestros etruscos.
Un bajorrelieve encontrado en una tumba etrusca en Cerveteri muestra varios utensilios de los que se emplean para hacer la pasta. Se sabe que a los romanos les gustaban los gnocchi y que Horacio (Nota de la Redacción: Poeta de la antigüedad), era un excelente admirador de los lagarum, la actual lasagna.