CUANDO el 12 de febrero de 2001 Craig Venter, presidente de la empresa estadounidense Celera Genomics, presentó ante la prensa los resultados del borrador del genoma humano, ya había consultado el valor de las acciones de su compañía. Mientras lo celebraba, supo que habían subido un 15% en una sola sesión y que habían conseguido arrastrar consigo al alza al sector de la biotecnología. Tenía doble motivo para brindar.