LE traíamos tantas ganas a Tongolele, ‘La Diosa de las Islas de los Mares del Sur’, como la anunciaban en todos los periódicos de la ciudad de México, que con pretexto de mi vigésimo cumpleaños hicimos una coperacha y nos fuimos a cenar pescado frito con tarros de clara a la cervecería del Terrible Pérez. Y luego al “Tívoli”, el nuevo teatro del barrio de Santa María la Redonda, en el que estaba dando temporada la exótica traída directamente de Tahití. Pero nomás no pudimos entrar.
En la taquilla campeaba el letrerito de “Localidades Agotadas”. Los revendedores pedían las perlas de la virgen por un boleto de galería y no había manera de colarse como lo hacíamos, a veces, en carpas como la Mayab.
Tongolele traía de un ala a los tandófilos que formaban largas colas desde muy temprano, entreteniéndose con Don Timorato y regateando con los vendedores de “caricaturas de La Habana”.