“SOY un fantasma forjado por millones de mentes”, dijo de sí mismo Al Capone casi al final de su carrera. Lo indudable es que la acción gangsteril pudo comprobarse en la realidad: A lo largo de la década de los años 20 los gángsters constituyeron un poder paralelo, una sociedad secreta con infiltraciones en el poder político, policial y judicial, dedicada a explotar todos los productos prohibidos por la ley: las drogas, el alcohol y la prostitución.