CUANDO el Comité Olímpico Internacional decidió otorgarle a México la sede para realizar los XIX Juegos Olímpicos, aún faltaban dos años para que se efectuara la justa mundial. La organización era un reto y en lo que se refiere a la vigilancia médica, no existía un cuerpo especializado en Medicina del Deporte que brindara atención a las delegaciones que llegarían al país.