DIGNO DE SABERSE…
AMO las librerías de viejo o de segunda mano –como usted elija llamarlas–. Siempre prefiero una primera edición que una edición posterior y si la encuentro y puedo comprarla no duda en hacerlo.
No me molesta que a veces los libros estén empolvados, manchados, huelan a humedad, tengan las portadas rotas, las hojas dobladas y amarillentas, los renglones subrayados o los márgenes anotados con observaciones inteligentes o imbéciles.
Todas esas son características de una vida previa, de un uso honorable, de un camino recorrido, que le dan a los libros viejos la misma dignidad de una persona de la tercera edad.
En las librerías de nuevo o de primera mano, los libros ahora vienen envueltos en un himen de plástico que resguarda su virginidad desde que salen de la imprenta hasta que los paga el cliente.
Ese envoltorio me molesta sobremanera porque impide que abramos el libro en la tienda para darle una ojeada, revisar el índice, examinar su tipografía o la calidad del papel. Y es que todo eso se debe tomar en cuenta antes de comprar un libro. No bastan la portada y la contraportada para apreciar su valor integral.
Por eso yo arranco sin piedad ese pellejo transparente, aunque los dependientes del establecimiento me miren feo.
* Tomado del ensayo “La defensa
de lo usado y otros ensayos”.
Ventaneando, Viernes 12 de Enero de 2018.