PASABAN las primeras horas desde que había despuntado el alba cuando “La Cucaracha” ya no quiso caminar. Era el 18 de marzo de 1917 y el número inaugural del “Excélsior” debía estar en las calles, pero la rotativa de segunda mano, bautizada de tal forma por “vieja y fea”, se descompuso e hizo que se retrasara la impresión que marcaría el nacimiento de “El Periódico de la Vida Nacional”.
Los papeleritos esperaban con ansia los primeros ejemplares del nuevo diario mexicano para empezar a anunciar sus noticias por los barrios y colonias de Ciudad de México. Pero “La Cucaracha” se negaba a parir. Los pequeños voceadores se desesperaron y comenzaron a apedrear las ventanas de la casona donde estaba la sede de la publicación, en la calle Colón en su cruce con Rosales, una esquina que ya no existe pero que se ubicaba aproximadamente donde hoy está la Torre del Caballito, a un costado de Paseo de la Reforma.
Muchos minutos después de que Rafael Alducin, dueño de la empresa periodística, saliera a calmar los ánimos de los papeleritos, el rotativo finalmente pudo imprimirse. Sin embargo, era casi mediodía y algunos de los niños y jóvenes repartidores ya se habían ido, por lo que tocó a los redactores distribuir el diario por la capital. Así iniciaba la larga y azarosa vida del “Excélsior”.