Periodista y escritor *.
Vivimos en un país de gran actividad sísmica.
movilidad del pasado septiembre debe recordarnos
que siempre debemos estar preparados.
TREINTA y dos años después, los sismos de septiembre volvieron a recordarnos la fragilidad de México. Nuestro país se encuentra en un punto de confluencia de cinco placas tectónicas, una de las cuales, la de Cocos, está registrando un proceso de subducción, esto es, está avanzando y al sumirse debajo de la placa de Norteamérica produce movimientos telúricos.
México tiene sismos de manera constante. No nos damos cuenta porque la mayoría son muy levs, pero suceden todos los días en distintos puntos del país. Estos temblores, sin embargo, no han hecho que se acepte la inevitabilidad de los terremotos. Cuando se sienten movimientos fuertes, superiores a los 7 grados de magnitud, el pánico se apodera de la población. Los mexicanos conocemos de primera mano la destrucción que puede generar un seísmo.
Este pasado septiembre fue un mes de gran actividad sísmica en nuestro país. Se registraron dos terremotos de gran magnitud, uno de 8.2 grados, el día 7, en el golfo de Tehuantepec, y el otro, de 7.1 grados, el día 19, en Morelos, aniversario del destructivo sismo del 19 de septiembre de 1985. Hubo además miles de réplicas del primero.
Los saldos fueron dramáticos. Más de 360 personas fallecieron, principalmente en la Ciudad de México, como consecuencia del nuevo sismo del 19 de septiembre. El del 7 de septiembre, con una magnitud 30 veces mayor, dejó un centenar de muertos, principalmente en Oaxaca y Chiapas. El saldo del primero fue menor, pese a su tamaño, debido a que su epicentro se encontraba lejos de áreas densamente pobladas, como la capital del país.
Durante años la Ciudad de México se había enorgullecido de su capacidad para resistir los sismos. Los códigos de construcción aprobados a partir de 1985 fijaron nuevos criterios de cimentación y para las columnas de sustentación de los edificios. Los simulacros y procedimientos de protección civil han buscado que la gente sepa realmente qué hacer en caso de un sismo.
Los nuevos reglamentos de construcción han resultado positivos. La enorme mayoría de los edificios que cayeron fueron levantados con anterioridad a 1985. Los modernos edificios del Paseo de la Reforma, varios de 30 pisos o más, aguantaron perfectamente los sismos a pesar del terreno húmedo y arcilloso en el que están edificados.
Pero tenemos que prepararnos mejor. Los daños generados en la Ciudad de México por el sismo de 7.1 grados fueron muy importantes a pesar de que la magnitud fue muy inferior al del 7 de septiembre y al del 19 de septiembre de 1985.
Un sismo de ocho grados o más con epicentro más cercano a la Ciudad de México seguramente ocasionaría daños peores a los de 1985. Si bien los sismos de ocho o más no son usuales, han ocurrido varios a lo largo de la historia reciente de nuestro país. El sismo más fuerte registrado en México es, de hecho, uno de 8.6 grados en Oaxaca, que provocó además un enorme tsunami en 1776.
Los especialistas nos reportan que desde hace décadas se está acumulando una gran presión en una zona conocida como la brecha de Guerrero. Desde 1911 no ha habido un terremoto importante en este lugar, por lo que se piensa que cuando uno tenga lugar llegaría a ser muy fuerte.
Nadie puede predecir con exactitud un sismo, pero los estudiosos sí pueden determinar que se está acumulando presión y puede registrarse un movimiento fuerte en algún futuro indeterminado.
México es un país sísmico. Esto no va a cambiar. Hemos mejorado nuestra preparación, pero tenemos que hacer mucho más si queremos realmente resistir los sismos sin sufrir grandes tragedias.
* Tomado de la revista mensual “Contenido”,
No. 653; Noviembre de 2017.
Ventaneando, Viernes 25 de Noviembre de 2017.