Médico Cirujano Pediatra y analista.
Reynosa, Sábado 3 de Marzo de 2018.
ESTANDO en pleno período de intercampañas, es menester hacer un balance del discutido y desgastante período de las precampañas. Como es sabido, dicha etapa se diseñó específicamente para que los diferentes aspirantes a la candidatura presidencial de los partidos llevasen a cabo una autopromoción entre sus militantes, en pos de definir la candidatura final de cada formación política.
Todos observamos que, para ello, los partidos recibieron dinero del erario en el rubro de las llamadas prerrogativas. Y de los nueve que poseen registro nacional, se constituyeron tres coaliciones conformada cada una por otros tantos partidos.
Vimos así que cada coalición nombró un precandidato único, por lo cual el objetivo primigenio del período de precampañas se difuminó desde el arranque mismo. Mas como el dinero recibido ahí estaba, y no había ni la más remota posibilidad de que las burocracias partidistas lo reintegraran, se inició una serie de eventos vacuos, incluida una andanada de promocionales disque dirigidos a los afiliados de la novena de partidos (¡..!), pero que tuvimos que soportar estoicamente toda la población puesto que pasaron a través de los medios masivos de comunicación.
Se popularizaron los debates a distancia entre los precandidatos, al igual que entre los líderes de los partidos predominantes, como son PRI, PAN y Morena. Sin embargo, en ellos faltaron propuestas explícitas para eventuales programas de gobierno y de reconocimiento de la problemática nacional, entre otros temas; pero sí hubo sobradamente soberbia, diatribas, sorna e insultos. Y lo reiterativo de su manifestación hizo que cada encuentro fuera repetición del evento previo, lo que dio por resultado la desilusión ciudadana de nuestra clase política hasta el nivel del hartazgo.
Con respecto a los ya candidatos formales de los partidos (los aspirantes a candidatos independientes merecerán comentarios aparte, en otra ocasión), es dable señalar que el grueso de los potenciales votantes aún no podemos decir quién de los tres nos inspira la suficiente confianza para entregarle nuestro sufragio. Aunque hay que anotar, en relación con el puntero de las encuestas, Andrés Manuel López Obrador –único que ha expuesto planes respecto a su proyecto de gobierno, si bien no ha detallado cómo alcanzarlos–, que hasta ahora su honorabilidad no ha sido cuestionada, de manera que su vida dentro de la medianía lo hace ver como no desesperado para “servirse con la cuchara grande”, de llegar a la Presidencia de la República.
No obstante lo anterior, el hecho de que AMLO haya perdonado y aceptado en sus filas a personajes de dudosa o confirmada mala reputación e incluso los tenga considerados para puestos relevantes en el gobierno y en las cámaras de Diputados y Senadores, hace que los ciudadanos levantemos la ceja y nos quede sembrada la duda para cuando tengamos que decidir nuestra intención del voto.
En referencia al PRI y su candidato José Antonio Meade Kuribreña, se puede decir que por las ataduras o lastre que les representa el mal evaluado gobierno de Enrique Peña Nieto, apenas con un pobre 20% de aceptación de la población, esta campaña la realizan de plano cuesta arriba por ser la corrupción gubernamental el factor predominante e irreductible en contra. Esto, pese a la buena imagen con que se promueve al candidato, de persona proba, preparada y poseedora de basta experiencia merced a su paso de veinte años por la burocracia federal en cinco secretarías de Estado.
Por si lo descrito no fuera suficiente, el uso faccioso que se ha dado a la Procuraduría General de la República en contra del candidato del PAN, Ricardo Anaya Cortés, no ha hecho mas que aumentar el encono popular hacia el gobierno federal. Tan aviezo accionar de la PGR ha trascendido a la prensa internacional, que le ha dado amplia difusión, por lo cual resulta lógico predecir que el caso tendrá un efecto bumerang para el PRI e incidirá negativamente en la campaña de Meade.
Anaya, por su parte, ahora enfrenta las consecuencias de haberse hecho postular con actitud de señor de horca y cuchillo. Los agraviados de su misma coalición empiezan a pasarle la factura, lo que aunado a la guerra legaloide declarada en su contra por el PRI-Gobierno debido a sus transacciones inmobiliarias aún no aclaradas, hacen que su energía y concentración en las estrategias de campaña se vean mermadas para beneplácito de sus opositores.
Nadie puede asegurar a la fecha que, con base en las evidencias acumuladas en contra suya, Ricardo Anaya esté en la tesitura de poder ser descalificado como contendiente por la Presidencia. Mas si demuestra en forma fehaciente su inocencia, de seguro saldrá fortalecido de este duro trance dentro de la puja electoral.
Ahora, lo que los ciudadanos queremos oir son propuestas serias y creíbles, no ocurrencias ni sandeces. Tampoco nos interesan los pleitos de verduleras de los presidentes de los partidos ni actitudes prepotentes de los candidatos, pues lo único que han logrado a la fecha con sus desplantes, todos juntos, es producir un gran hastío ciudadano.
Por el bien de todos, por el bien de México, esperamos que recapaciten y ofrezcan una competencia propositiva y digna de nuestro país.