Historiador.
Nota de VENTANEANDO: Hoy se cumplen 166 años de la firma de la ignominiosa cesión de más de la mitad del territorio de México al vecino país, por Antonio López de Santa Anna. A cambio de eso y de permitir el paso sin restricciones de militares y civiles de EU por el istmo de Tehuantepec –con lo cual se rectificó el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848–, recibió diez millones de pesos. Tan leonino y falaz acuerdo convirtió al general jalapeño en el mayor traidor a la patria que registra la historia.
TRAS la penosa derrota militar ante Estados Unidos y la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848, con el cual el vecino país del norte añadiría a su territorio varios miles de kilómetros, se creyó concluir la etapa de pérdidas más grande para México. Sin embargo, la cartografía de la época no permitiría dar borrón y cuenta nueva a este episodio de la historia.
Los mapas publicados hasta el momento mostraban el territorio continental con una precisión elogiable, pero otra cosa era llevar esa exactitud a un tratado fronterizo. El plano utilizado para la firma del acuerdo México-Estados Unidos causó controversia entre los dos gobiernos una vez que las comisiones exploraron personalmente la geografía. Par ambos países lo común hasta el momento era determinar la frontera con base en cauces naturales como el río Nueces o el Bravo; de hecho, ese fue uno de los motivos por los que había comenzado la guerra en 1846. Sin embargo, pronto notaron que el Bravo era movible y que alguna que otra montaña tampoco ayudaba mucho a pactar.
Estrictamente, el Tratado de Guadalupe Hidalgo –hecho prácticamente con regla en una mesa–, ordenaba que “la línea divisoria que se establece (…) será religiosamente respetada por cada una de las dos Repúblicas; y ninguna variación se hará jamás en ella”. Pero la opinión pública y ciertos políticos estadounidenses exigieron una tajante modificación, acorde con los planes empresariales de las ferroviarias, muy afectadas con el hecho de que México obtuviera más territorio si se apegaban a las especificaciones catográficas.
Esto finalmente fue resuelto con la venta de más kilómetros por parte de México, de tal suerte que se agregó más territorio de lo previsto a Estados Unidos. Un presidente Santa Anna desprestigiado y sin recursos aceptó casi inmediatamente la propuesta, incluso ante el asombro de varios políticos norteamericanos.
A cambio de diez millones de pesos –siete inmediatos y otros tres condicionados al establecimiento ya formal de la frontera–, así como de un paso sin restricciones a los estadounidenses por el istmo de Tehuantepec, el mandatario firmó el 30 de diciembre de 1853 la cesión de La Mesilla, lo que fue considerado una rectificación al Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848.
El general Santa Anna sumaba con esto una derrota más en su haber y legaba a la nación otra pérdida irreparable.
* Tomado de la revista mensual
“Relatos e Historias en México”,
Año XII, No. 136; Dic-Enero 2020.
Ventaneando, Lunes 30 de Diciembre de 2019.