Periodista.
Se Cumplirán este Sábado 18 de Noviembre
CIEN años se cumplirán mañana, 18 de noviembre, del nacimiento de Pedro Infante Cruz en la ciudad y puerto de Mazatlán, Sinaloa. Fue el tercero de los quince hijos del músico y carpintero Delfino Infante García y doña María del Refugio Cruz Aranda, de los que solo sobrevivieron nueve vástagos. Pero fue Pedro el que como artista de fama internacional dio renombre y distinción a la familia.
La suya es una historia de éxito en la industria de la música y el canto, y en el de la cinematografía de México. En ellas llegó a convertirse en una primerísima figura del espectáculo y un auténtico ídolo popular; y, ya muerto, en un personaje de leyenda.
Los héroes mueren jóvenes, reza un viejo adagio de origen castrense. A éste Pedro Infante le hizo honor porque su temprana muerte, hallándose en la plenitud de su carrera de cantante y actor, ocurrió cuando contaba apenas 39 años 5 meses de edad. Murió en terrífico accidente de aviación, de la que era un gran aficionado pues poseía la licencia y los registros de piloto legales.
El percance, registrado el 15 de abril de 1957 en Mérida, Yucatán, conmocionó a todo México y buena parte de Latinoamérica, donde Pedro era también querido y admirado. Las trágicas circunstancias de su deceso acrecentaron sobre manera la devoción popular que por doquier le prodigaban.
Pero, para saber quién era Pedro Infante Cruz, el hombre y el artista, remontémonos a sus orígenes.
Toda su ascendencia fue oriunda de los estados de Nayarit y Sinaloa. De la primera entidad eran nativos los abuelos paternos, don Eleno Infante, carpintero de oficio y doña Sinforiana García. A su vez, los abuelos maternos nacieron sinaloenses: Don Domingo Cruz y doña Catalina Aranda. Ellos procrearon a don Delfino Infante, nacido el 24 de diciembre de 1889 en el poblado Sayulilla, perteneciente al municipio de Acaponeta, Nayarit, así como a doña María del Refugio Cruz –doña Cuca–, quien vio la luz primera el 4 de julio de 1893 en la localidad de El Rosario, Sinaloa.
Don Delfino, que heredó del padre el amor por la carpintería y cuya vocación musical lo inclinó a tocar con singular destreza el contrabajo, era una pieza clave de “La Orquesta Borrego”. Desde Culiacán este grupo musical, muy popular y cotizado, recorría aquellos dos estados animando bailes, ceremonias y festejos. Y fue en un sarao en El Rosario, en 1907, donde el músico-carpintero conoció a la que sería el amor de su vida, doña Cuca, a la que tras corto noviazgo desposó el 3 de junio del año siguiente. La pareja decidió quedarse a vivir en ese pintoresco lugar sinaloense.
Sin embargo, por el carácter itinerante del trabajo principal de don Delfino, que era su posición en la orquesta –el oficio de carpintero lo ejercía alternativamente, por pedidos–, el matrimonio Infante Cruz tuvo que cambiar en forma constante los lugares de residencia. El primero en nacer de sus 15 hijos fue una niña, María del Rosario, quien vino al mundo en 1909 justamente en El Rosario. El segundo heredero, Ángel, nació en 1914 en Acaponeta, donde los Infante tenían una tienda de abarrotes atendida por doña María del Refugio.
Mas, obligado por los compromisos musicales, don Delfino tuvo que llevar en 1916 a la esposa y sus dos primeros hijos a vivir en Mazatlán. Y en ese lugar nacería a las 2:30 de la mañana de un frío y lluvioso domingo, el 18 de noviembre de 1917, su tercer retoño, Pedro. Vio la luz primera en la casa de calle Constitución No. 88, según consta en el acta de nacimiento levantada en el Registro Civil, quien llegaría a ser nombrado en el medio de la farándula “El ídolo de Guamúchil”.
Este remoquete se lo ganó Pedro porque, siendo muy pequeño, también la familia vivió una temporada en tal población de Sinaloa, a la que el actor y cantante siempre dijo considerarla su tierra natal.
(Los seis hermanos que nacieron y sobrevivieron después de nuestro personaje fueron, sucesivamente, María del Carmen, María Concepción, José Delfino, María del Consuelo, María del Refugio y María del Socorro Infante Cruz).
Fue allí, en su amado Guamúchil, donde Pedro aprendió música y a tocar varios instrumentos bajo la dirección de su padre. Además éste le enseñó todos los rudimentos del oficio de carpintero, que era un macizo patrimonio familiar desde la época del abuelo Eleno y del que el tercer niño Infante obtuvo por años el sustento para sostener a su familia. Contó él que en esa época temprana, y también al influjo de la música, se despertó su gusto por el canto que llegaría a ser, junto con la actuación fílmica, el arte que lo proyectó a la gran fama.
Ya de joven y radicado en la capital sinaloense, Culiacán, encontramos a Pedro Infante combinando su trabajo en la carpintería con el de incipiente cantante de boleros y coplas, acompañado de orquestas y como solista en estaciones de radio locales. Corría el año 1939 cuando decidió ir a probar suerte con su canto a la capital del país, donde no le resultó nada fácil demostrar su talento y versatilidad. En sus primeras audiciones lo rechazaban por desafinado, así como por la extrema timidez y el nerviosismo que mostraba ante un micrófono.
Pero su tesón, el ansia y hambre de triunfo que lo impulsaban, lo llevaron a dejar de lado timidez y miedos para comenzar desde muy abajo la que llegaría a ser una resonante carrera artística. Esta duraría poco menos de dos décadas –18 años para ser exacto–, en cuyo transcurso pulió la voz a base de estudio y dedicación, y pudo incursionar en la difícil actividad actoral. Los resultados por él cosechados se tradujeron en 63 películas filmadas y un acervo de alrededor de 500 piezas musicales grabadas en diferentes géneros.
Difícil inicio de una brillante carrera
Pedro Infante empezó a cantar en el terruño en concursos de aficionados primero, a través de modestas estaciones de radio. Luego, ya en la metrópoli, saltó a los programas radiofónicos profesionales aunque con raquíticos contratos. A estos los tuvo que aceptar porque recién había contraído matrimonio con María Luisa León, la primera y única mujer con quien formalmente se casó. Hubo, años después de numerosos y pasajeros amoríos, una segunda boda, con la también cantante y actriz yucateca Irma Dorantes; pero le fue anulada por los tribunales porque el primer casorio nunca se canceló.
Paso a paso, en combinación con el canto, Pedro llegó a la actuación en cine donde se inició como extra en la película “En un burro tres baturros”(1939), hasta llegar a ser la figura mexicana más rentable y trascendental de la Época de Oro del Cine Nacional, al igual que un rey de la radio y de las ventas de discos.
Uno de sus biógrafos, Paul Riquelme, relata que el sinaloense firmó contrato en 1943 con Discos Peerless, sello bajo el cual grabó la mayoría de sus casi medio millar de canciones de los géneros de bolero, ranchero, huapango, valses y corridos. Pero las siete canciones más reconocidas en su inconfundible voz, y que se escuchan por radio hasta hoy en día, son las tradicionales “Mañanitas”, “Amorcito corazón”, “Cien años”, “Paloma querida”, “Cartas a Eufemia”, “El mil amores” y “Nana Pancha”. Con ellas ha dejado una profunda huella en la mente y el corazón del pueblo de México y de incontables países del continente, a lo largo del tiempo.
Y mientras con su peculiar voz cautivaba a las multitudes en el mundo hispano, en el cine su carisma y versatilidad para hacer reír y llorar seducían al público que lo convirtió en el máximo ídolo de México, sitio éste que aún conserva pese a los sesenta años transcurridos desde su fallecimiento.
Entre las 63 películas de su filmoteca, sin lugar a dudas las más recordables por lo contrastante de sus tramas y en las que Pedro Infante demostró su calidad actoral y la capacidad mimética que lo distinguía de otros protagonistas, fueron seis: “Nosotros los pobres”(1947), “Ustedes los ricos”(1948), “Los tres García”(1948), “Los tres huastecos”(1948), “ATM”(1949) y “Tizoc”(1956).
Pero además figuran como clásicas de él “Las islas Marías”(1950), “El gavilán pollero”(1950), “Pablo y Carolina”(1954) y “Escuelas de rateros”(1956), este que fue el último largometraje protagonizado por él.
Recuerda el biógrafo Riquelme que era tal el éxito taquillero de Pedro, que se dio el lujo de filmar en un solo año, en 1952, seis películas completitas: “Pepe El Toro”, “Ansiedad”, “Dos tipos de cuidado”, “Los hijos de María Morales”, “Un rincón cerca del cielo” y “Ahora soy rico”.
En el campo femenino, Infante alternó con lo más granado y afamado del firmamento fílmico de la brillante Época de Oro del Cine Mexicano: Blanca Estela Pavón, María Félix, Lilia Prado, Sara Montiel, Marga López, Silvia Derbez, Silvia Pinal, Carmelita González, Carmen Montejo, Rosita Quintana, Irasema Dillián, Libertad Lamarque y, por supuesto, con doña Sara García. Y sus compañeros de aventuras en el set fueron Jorge Negrete, Luis Aguilar, Fernando y Andrés Soler, Joaquín Cordero, Abel Salazar y Eulalio “Piporro” González, entre muchos más.
Cabe recordar que Pedro Infante Cruz es el único actor mexicano ganador del ‘Oso de Plata’ del Festival Internacional de Cine de Berlín, como Mejor Interpretación Masculina en la cinta “Tizoc”. Le fue otorgado póstumamente en 1957.
En Internet circula un video que tiene como fondo la canción “Flor sin retoño”, mediante el cual Pedro reconoce y agradece al cineasta Ismael Rodríguez haberlo convertido en un actor de verdad. Admite que fue por éste que logró hablarle al público y se transformó en el intérprete nato de tantos papeles que lo consagraron como un artista sin paralelo.
El mimado e irrepetible “Ídolo de Guamúchil” trasladó a la vida real su papel de mujeriego, macho y querendón, si bien proyectó en la pantalla una falsa imagen de borracho puesto que fue abstemio y un deportista consumado. Procreó tres hijos, fuera de su matrimonio con María Luisa León. Dos de ellos, Pedro y Lupita, con Lupita Torrentera; e Irma, con Irma Dorantes.
Al morir en Mérida aquel 15 de abril de 1957, al precipitarse por falla mecánica sobre la casa de Ruth Rossel el avión que pilotaba Víctor Manuel Vidal Lorca, con Mariano Bautista de mecánico y él de copiloto, Pedro Infante se convirtió en la leyenda que hoy nos sigue alegrando con sus canciones variopintas –entre románticas, festivas, vernáculas y burlonas–, y nos hace reír o llorar con las tragicómicas películas de su extenso repertorio.
El Centenario de un Ídolo Inmortal
En la recordación de mañana, la Filmoteca de la UNAM va a proyectar el sexteto de sus más exitosas cintas, en tanto Televisa ofrecerá un programa especial de dos horas a través del Canal 2, a partir de las 7:00 pm. En tal emisión se presentarán la Orquesta Sinfónica de Sinaloa, ejecutando las melodías de las canciones más memorables que interpretó Infante; el cantante Pedro Fernández, la Banda El Recodo, la Banda El Limón y otros artistas que se sumarán al homenaje.
Recientemente fue hecha la presentación por la discográfica “Warner” del álbum “Pedro Infante… 100 años pensando en ti”, dedicado al inolvidable artista sinaloense que contiene dos versiones: Una de lujo, en un disco compacto con 100 canciones de la gran producción de Infante, más un video-documental que muestra numerosas escenas de sus películas. Y la otra, un CD con veinte canciones y el mismo DVD promocional.
Habrá diversos eventos en honor de Pedro, tanto en Mazatlán, Guamúchil y Culiacán, como en otras poblaciones de Sinaloa y Nayarit. En todas las estaciones de radio afiliadas a la Asociación de Radiodifusoras de México se tocarán las canciones del ídolo, en voz de él y otros intérpretes, mientras que muchas de sus películas serán proyectadas por los diferentes canales de la televisión abierta y de paga, lo mismo este sábado que en días subsecuentes.
Para concluir, considero muy certero el comentario que alguien formuló al valorar la calidad humana de Pedro Infante Cruz, como hombre y como artista, cuando en apretada síntesis dijo de él: “Su grandeza fue una mezcla de carisma, humildad y talento”. Y realmente lo describió a la perfección.