Las estrellas de telenovela en México gozan hoy de tanta popularidad, como tuvieron en su época las estrellas de Hollywood…
LOS muertos no leen esquelas y es bueno que así sea, porque las esquelas no se publican para los muertos, sino para los vivos. Y si bien no tengo nada contra los muertos ni contra los vivos ni contra las esquelas, me parece que fueron muy pocos los impresos y fueron muy pocos los buenos recuerdos públicos que se dedicaron a un personaje como la señora Fernanda Villeli, que logró algo muy difícil: entretener a muchos millones de personas contándoles historias que acaso les permitieron olvidar la propia, aunque fuere por un rato.
Ella murió hace unas semanas. Tenía 87 años. Doña Fernanda fue la fundadora de la telenovela, un género que entretiene y abre una vía de escape, un mundo donde las tragedias no duran más de 60 minutos y en el cual, al final, siempre ganan los buenos.
Si escribir una telenovela es difícil, escribir la primera debe haber sido dificilísimo. Lo sé porque alguna vez un experto, Valentín Pimstein (más que nada por ayudarme económicamente), me encargó adaptar una, chilena, que nunca salió al aire.
Doña Fernanda escribió la primera. Ella tuvo el valor de lanzarse sin red de la radionovela, que ya dominaba, a otra forma de comunicar historias en un medio que si bien tiene algo de los demás –la radio, el cine, el teatro, la novela por entregas–, resulta totalmente diferente como diferentes son sus exigencias de tiempo, de ritmo, de desarrollo, en fin; y en el cual lo más importante es que la gente no toque retirada al llegar la tregua de los comerciales, sino que siga atada al televisor para conocer qué fue de sus héroes y de sus villanos, personajes cuyas vidas quedan suspendidas siempre en el clímax.
Fueron 50 capítulos de media hora transmitidos en vivo, pues no había medio de grabarlos, en blanco y negro, y con un reparto de estupendos actores encabezado por Silvia Derbez, María Idalia, Augusto Benedico y Luis Beristáin. Fueron en total 25 horas durante las cuales se tocaron las trompetas para anunciar el advenimiento de un nuevo género televisivo que ya no se iría jamás y que, impulsado por El maleficio, otra telenovela de doña Fernanda, haría más amplia e importante la barra de los sueños que contribuyó a poner un sello particular a la televisión mexicana y acarreó buenas ganancias para Telesistema Mexicano, primero, y luego para Televisa.
Si las estrellas de telenovela en México gozan hoy de tanta popularidad como tuvieron en su época las estrellas de Hollywood, se debe al esfuerzo, al valor y al talento de personas como María Ofelia Villenave Garza, que tal fue el nombre verdadero de Fernanda Villeli, quien utilizó el seudónimo a sugerencia de su esposo, que no quería que las situaciones sentimentales que planteaba en sus obras pudieran ser atribuidas a la experiencia matrimonial de la autora.
Puede haber sido eso o puede ser que ni siquiera él considerara a la radionovela y a la telenovela como lo que son: obras literarias cuyo mérito mayor, que no es poco, radica en que son bebidas todos los días a la misma hora –como las cucharadas de una medicina bienhechora–, por millones de personas en todo el mundo.
“Ya es hora de mi telenovela”, dicen muchas y muchos antes de dejarse caer en el sofá para sumergirse en la fantasía y olvidar, por lo menos, un rato, su realidad de fatigas, de esfuerzos y preocupaciones.
Y sí, tienen razón: esa telenovela les pertenece porque seguramente doña Fernanda –lo mismo que sus notables colegas–, pensaron en ellas antes de enredar y desenredar las vidas de los personajes de telenovela que aman, odian, traicionan y perdonan, como si hubieran salido de la vida misma…
* Tomado de la revista “TVNOTAS”
No. 642, Febrero 24 de 2009.
Ventaneando, Viernes 23 de Julio de 2021.