Se Cumplen Hoy 24 Años del Crimen
EN un día como hoy, hace veinticuatro años, fue asesinado Luis Donaldo Colosio Murrieta. En minutos la noticia le dio la vuelta al mundo. Era el candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional y aparentemente todo lucía llano para su triunfo en las elecciones del 21 de agosto de aquel año, 1994. Pero…
Ese 23 de marzo le tocaba al abanderado priísta visitar Baja California norte, en el tercer mes de la campaña electoral. El punto de entrada a ese Estado peninsular era la ciudad de Tijuana, en un tiempo llamada ‘El Chicago Mexicano’ por su virulencia delincuencial.
Colosio hizo gira del 17 al 22 por Michoacán, Nayarit y Colima. De aquí viajó en un avión privado al aeropuerto tijuanense donde fue recibido con una moderada euforia priísta. De por sí su campaña nacional, iniciados los preliminares en diciembre anterior pero arrancada en forma con la llegada de enero del año de la elección, adolecía de la atracción de masas que habían significado en otros tiempos, por doquier, a las giras de los aspirantes presidenciales del partido tricolor. La indiferencia popular era notoria, a lo que se agregaba una escasa cobertura mediática.
“Todavía no levanta la campaña porque va empezando”, decían los cercanos
al candidato. “Pero ya que agarre vuelo la gente se prenderá y las cosas mejorarán”. Uno de los convencidos de que esto pasaría, y lo pregonaba, era Liébano Sáenz, el secretario particular de Colosio.
Lo cierto es que desde su “destape”, el 28 de noviembre de 1993, Luis Donaldo empezó a ser bombardeado por quienes, dentro del PRI, se oponían a su candidatura. Los principales eran el franco-español Joseph-Marie Córdoba Montoya, coordinador de asesores del presidente Carlos Salinas de Gortari y el que se consideraba “amarrado” para el relevo de éste, Manuel Camacho Solís, secretario de Relaciones Exteriores y a quien en virtual ‘desagravio’ el mandatario nombró Comisionado para el Diálogo de Paz y Reconciliación con el EZLN, cuyo movimiento guerrillero estalló el 1 de enero de 1994.
El “No se hagan bolas” de CSG
Se sabía en círculos del poder que, en tanto Córdoba trató de influir por todos los medios para que Salinas escogiera de sucesor a Ernesto Zedillo Ponce de León, secretario de Educación Pública, Camacho Solís por su parte llegó casi al rompimiento con el presidente al considerar que lo “traicionó” al no darle la candidatura. Por ello, se decía, el premio de consolación para éste fue enviarlo de negociador a Chiapas. Y con eso Camacho atrajo sobre sí la atención internacional y todas las candilejas del momento político que se vivía en México. A esto se atribuyó que la campaña de Colosio casi no tenía difusión.
Trascendió también por esos días que el nativo de Magdalena de Kino, Sonora, recién rendida la protesta de candidato, tuvo un ríspido encuentro con Córdoba Montoya en el que éste le ‘sugirió’ con improperios que renunciara a la nominación.
Los rumores suscitados sobre este choque de trenes y sobre lo endeble de la candidatura de Colosio Murrieta, al llegar a los oidos del presidente cuentan que le causaron un visible enojo ante lo cual reaccionó en forma airada. Y soltó Salinas aquella frase del “No se hagan bolas… el candidato oficial es Luis Donaldo Colosio”, con lo que intentó aquietar las aguas agitadas de la sucesión. Tal capítulo de esta historia se registró el 20 de enero.
Pero las cosas no dejaron de ser complicadas en los días y semanas siguientes para el candidato. Máxime que hubo un marcado alejamiento del propio presidente de su amigo Luis Donaldo, disgustado aquél por el discurso que pronunció el 6 de marzo en el Monumento a la Revolución, lo que aceleró el insistente rumor de que habría relevo de candidato. Y ya era inminente.
Lo que ocurrió con tal discurso fue que Colosio siguió el consejo de estrategas de su campaña para deslindarse “de mentiritas” del salinato, aprovechando la conmemoración del aniversario 65 del PRI, celebrado dos días antes. Entonces el sonorense utilizó una verborrea incendiaria en contra de “la soberbia de las oficinas gubernamentales”, reconoció los agravios de las autoridades en contra de la gente y prometió reformas para democratizar el poder y acabar con el autoritarismo.
Además, se lanzó frontalmente contra la burocracia priista, al proponer la separación del partido oficial y el gobierno.
Amenazas de muerte que se cumplieron
Para muchos, su discurso “Yo veo un México…” se inspiró en la famosa pieza oratoria “Tengo un sueño…” de Martin Luther King, defensor de los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos, a quien asesinó en abril de 1968 un segregacionista blanco en Memphis, Tennessee.
Aunque merced a ese discurso la gira proselitista del político norteño tuvo un ligero repunte, el escritor José Agustín, en su texto ‘Tragicomedia Mexicana 3’ cita: “La campaña presidencial del PRI era lastimera. No sólo se trataba de la primera vez que un candidato priista no tenía segura la presidencia sino que ni la candidatura misma estaba amarrada. ‘Algo le puede suceder a Colosio’, se decía”.
Según el mismo José Agustín, la mañana del miércoles 23 de marzo de 1994 “Colosio recibió una llamada de José Córdoba Montoya. Otra vez le pedía la renuncia. Como se negó, Córdoba le dijo: ‘Aténgase a las consecuencias’. Ésta y otras amenazas, abiertas o veladas, parecieron cumplirse ese mismo día”.
Y sí, se cumplieron. Al término de un mitin, que quiso ser bullanguero en la paupérrima colonia tijuanense Lomas Taurinas, el seudo obrero michoacano de una planta industrial Mario Aburto Martínez hirió mortalmente de dos certeros balazos calibre .40, uno en la cabeza y el otro en el abdomen, al economista y político sonorense de 44 años que dijo cambiaría a México.
Aún con vida, Colosio fue llevado a bordo de una camioneta con placas de Tamaulipas al Hospital General. Los médicos lucharon durante más de hora y media por rescatarlo de las garras de la muerte. Mas sus heridas eran mortales por necesidad y sucumbió en el quirófano.
A las 8:00 de la noche Liébano Sáenz salió a anunciar lacónico: “El señor licenciado Luis Donaldo Colosio, acaba de morir”. Por el hondo dramatismo que envolvió la escena en el nosocomio, con decenas de periodistas arremolinándose en los accesos, la noticia sacudió a toda la nación y a buena parte del mundo.
Las grandes dudas: ¿Quién lo mandó matar?
La misma noche del magnicidio, por orden del presidente Salinas el titular de la PGR, Diego Valadés Ugalde, arribó a Tijuana para hacerse cargo de la investigación del crimen. Desde el inicio él presentó a Mario Aburto como el “asesino solitario”, único autor intelectual y material del homicidio. Y esta versión la sostuvo el gobierno salinista a lo largo del proceso instaurado al matón, misma que prevalece hasta la fecha en la documentación oficial. Aburto fue condenado a 40 años de prisión.
Pero… en el imaginario colectivo hay otras concepciones y muchas, muchas y grandes dudas.
Porque obran variadas constancias y diversos testimonios, que a la luz del sentido común resultan rotundos, sobre las amenazas de muerte lanzadas a Luis Donaldo. Por principio de cuentas, la que según el escritor José Agustín veladamente le expresó el nefasto extranjero Córdoba Montoya, quien ejerció un extraño poder e influencia en la administración de Carlos Salinas.
Este siniestro personaje fue sobreprotegido por el propio mandatario, al punto de impedir que siquiera fuera interrogado por el Ministerio Público. Sólo se concretó a decir a la prensa: “Jamás conocí ni el menor indicio de que se atentaría contra Luis Donaldo Colosio”. Por supuesto, nadie le creyó.
Sobre todo porque fue del dominio público que Córdoba hizo nombrar a Ernesto Zedillo coordinador de la campaña presidencial de Colosio, apareciendo en realidad como ‘candidato alterno’. Y éste resultó ser nada menos que el candidato sustituto del PRI para la Presidencia, lo cual le convirtió en el principal beneficiario político de la muerte del sonorense. Su “padrino” hizo graciosa huida del país durante el sexenio zedillista, si bien se dice que esporádicamente hacía viajes secretos a poblaciones cercanas a la Ciudad de México, solo para verse con su ‘ahijado’ con fines desconocidos.
Gente que asegura saberlo cuenta que obran en poder de “ciertas personas” pruebas fehacientes de la “conspiración cupular priísta” de la que resultó víctima el licenciado Colosio, reservadas para ser reveladas algún día. El finado Ramón Durón Ruiz, quien fue amigo cercano de aquél e incluso le dedicó un libro muy interesante, era un convencido de que Aburto sólo fue el instrumento utilizado por ‘alguien’ que mandó matar a Luis Donaldo.
El día que Durón recibió el ‘Premio Nacional de Periodismo’ del Club de Periodistas de México, AC, el 30 de marzo de 2015, aseguró al que esto escribe que “no falta mucho, tal vez unos tres años”, para que sea revelada la verdad sobre el asesinato de Colosio Murrieta y queden despejadas las grandes dudas que hay sobre el nefando crimen.
Entonces, si tal pronóstico se cumple, será en este 2018 cuando se conozca lo que subyace tras del magnicidio que hace 24 años impactó a México.
* Con datos tomados del magazine
“Muy Interesante/Crimen Vol. II”
(Crímenes sin Resolver @2017).