Periodista.
Durante el último medio siglo, en distintas ciudades del orbe se han instalado puntos de referencia de carácter monumental: cuerpos de intrincadas formas geométricas complementadas con un sencillo color primario, que interactúan con el entorno y lo marcan. En estas esculturas la geometría y sus principios constituyen la materia prima y para Sebastián, su autor, significan el punto donde ciencia y arte se funden. Este artículo es un merecido homenaje a su trabajo.
SOBRE una transitadísima avenida, una enorme barda blanca con un portón metálico separa al mundo congestionado de lo que sucede al otro lado. El amplio patio corresponde a lo que uno imaginaria de un taller donde se producen esculturas de enormes proporciones, pero también es mejor. Este ambiente fresco, económico, estético representa de alguna manera lo que se crea y se resguarda en él: La obra de Sebastián, nacido en Camargo, Chihuahua en 1947, quien llegó a la Ciudad de México en 1964 sin un cinco en la bolsa ni un lugar donde vivir, para convertirse en “el escultor mexicano más importante de su generación”, como lo llamó Mathías Goeritz.
PRIMERA DIMENSIÓN
Estudiar artes plásticas en la Academia de San Carlos ocasionó que, por necesidad o por astucia, Enrique Carbajal –que poco después adoptaría el seudónimo de Sebastián–, se convirtiera en el “fantasma” de la Academia, como él mismo se autonombra: “Como llegué sin tener medios ni alojamiento, para no vagar de noche en las calles del Centro, me metí a vivir en la Academia de trampa, y como de noche prendía la luz del taller para trabajar, los vigilantes se daban a la tarea de subir, abrir el taller y apagar las luces, ¡hasta tres veces en la noche! Esto ya los tenía con más miedo que flojera, nadie sabía porqué se encendían de repente. Meses más tarde me sorprendieron, pero Benjamín Domínguez logró que me permitieran quedar en el salón de la Sociedad de Alumnos donde pude, finalmente, dormir en un sofá y no en el piso”.
Francisco Moyao –escultor y miembro de su generación–, contaba que aquel muchacho se “servía con la cuchara grande” de los lockers ajenos. El propio Sebastián relata: “Entonces había lockers con los mejores colores, con los mejores pinceles… así que me decidí ayudar sólo a los que no tenían dinero. Yo llegué adolescente y bronco, traía una formación ética más bien socialista porque mi hermano era maestro rural. Además, la escuela mexicana de pintura a través de Siqueiros era lo que yo traía como acervo de lo que se debía hacer. Así que a veces realizaba la “operación Robin Hood de Chihuahua”; como tenía mi varilla de escultor llegaba y ¡zas, el candado! Al día siguiente iba con los compañeros: “¿sabes qué?, yo te regalo estos colores, yo tengo los míos allá”. Pero estaba en San Carlos, ¡era un sueño estar aquí!, “imagínate, a lo mejor aquí estuvo Diego (Rivera)”. Si ratero no era, Era, más bien, un vengador solitario”.
SEGUNDA DIMENSIÓN
Siendo estudiante, Sebastián descubrió el lenguaje de la geometría en los escritos de Leonardo da Vinci y Alberto Durero, desde entonces es su pasión y fundamento de su trabajo, que coincide con el llamado geometrismo mexicano. El escultor establece la siguiente analogía: “Los lenguajes escritos, los del mundo, los idiomas utilizan palabras, sílabas, letras, narraciones, el poeta las utiliza; Octavio Paz o Neruda son diferentes, emplean el mismo idioma, pero lo codifican de manera diferente. Con la geometría pasa lo mismo, es tuya y de todos, pero no todos la pueden resolver igual porque es un lenguaje. El mío es un lenguaje que está armado, que tiene constantes, que tiene un número en proporción y que, al final, tiene un hilo conductor. Decía Mathias Goeritz: “un cubo de Sebastián es un universo distinto al mío”, él veía en la forma una arquitectura emocional, yo veía una geometría emocional”.
El primer trabajo que dio fama a Sebastián y que logró originalidad estética real data de 1967, el Rosetón Victoria, en el que fusiona su interés en la curva de Moebius, los prismas regulares y el arte cinético. El impacto de la pieza radica en todas las posibles posiciones resultado de su manipulación; a estas obras se les conoce como Transformables. En 1970 logró su primer gran éxito en una exposición individual y comercial en la Galería Pecanins de la Ciudad de México, con un enorme transformable hecho a partir de tres cubos que se desplegaban desde el piso superior hasta la banqueta. Desde entonces, en su obra el color ha estado unido a la pureza de la forma geométrica: “Toda mi obra es color, traigo la luz y el color de mi rancho, y aquí lo vine a confirmar, porque también México es color y soy mexicano. La escultura no la puedo dejar gris porque no es sebastina, no sería mi esencia. Tengo que pintarla”.
A pesar de este sello distintivo su obra más reciente no está coloreada, se trata de piezas de menor tamaño que el autor denomina cuánticas. “Al ser soluciones y modelos matemáticos son creadas para contemplar la esencia formal de la escultura; sin embargo, conservan su color natural puesto que están hechas en bronce que tiene su propia pátina –su color propio aunque sea más bien agrisado–, son para verse de cerca. Pero cuando las he pintado de rojo, por ejemplo, se ven preciosas”.
TERCERA DIMENSIÓN
Sin duda la obra emblemática de este escultor es la enorme, la que se apropia de los espacios, la que señala, la que pertenece a la gente: “Siempre tuve la ilusión de hacer algo monumental, me emocionaba lo magnífico del paisaje, lo inconmensurable me subyugó. Ver los atardeceres y los colores de los cerros a lo lejos, y lo vasto que es me inspiró a hacer algo que se viera y protagonizara dentro de ese paisaje; colocar una marca para no perderse, para orientarse, tal y como ha sido desde épocas inmemoriales. Así como los romanos y otras civilizaciones construyeron columnas y arcos, menhires y dólmenes, sentía la necesidad de construir algo que no tuviera una función arquitectónica sino simbólica”.
Sebastián quería construir elementos para esta época, un ícono o un signo, siempre de gran escala, que se insertara en los espacios urbanos para servir de referencia y diera identidad a pesar de la evolución de la ciudad y las transformaciones que sufre para cubrir las necesidades de la población, para trascender y dar un sentido a los que la habitan.
Ciertamente sus esculturas te abrazan, te envuelven porque puedes interactuar con ellas, las vialidades permitenque las veas desde varios ángulos y a distintas alturas, de cerca y de lejos, que pases por debajo, a un lado o por encima de estas formas simples y amarillas o de cualquier color, que contrastan con el resto del paisaje y te causan la sensación de empequeñecimiento y, a la vez, de pertenencia, de cierta intimidad.
“La escultura monumental es soñar y hacer posible lo que has soñado. La primera escultura de diez metros la hice sin tener ni dónde meterla; alguien la compró, así que seguí. Trabajar para proyectos de gran magnitud implica siempre hacer lo que tú quieres hacer en tu vida, pero no se puede hacer solo. Además de que son necesarias la ciencia, tecnología, ingeniería, arquitectura y la comprensión de las estrategias estructurales, para realizar una obra así se requiere de apoyo político, económico y social, las tres partes tienen que estar dispuestas, se deben conciliar para poder concretar; con una que esté en contra basta para que no se realice”.
Sebastián reconoce que de alguna manera siempre ha habido apoyo para los artistas mexicanos que no son pocos y, sí, talentosos, y para muestra están nuevos museos como el Manuel Felguérez de Arte Abstracto en Zacatecas.
“Cabeza de caballo –El caballito–, (1992) tiene una carga especial, puesto queme hizo popular en México debido a la controversia, pero ni es la mejor escultura, aunque sí la más publicada. Tengo más de 16 piezas en Japón, en Montreal, en Texas. Ninguna pieza es mi favorita, sólo representan un momento de mi vida, al final no puedes perder con ninguna de ellas, a la larga te siguen dando aunque las cosas no hayan salido como fueron planeadas. El coyote (2005) de Neza fue diseñado para que la gente se apropiara de él, es tan fuerte el arraigo y la querencia hacia este símbolo que los grafiteros –que no dejan ni piezas ni muros en blanco–, no la han tocado”.
Estas enormes esculturas que requieren de una estrategia de construcción y una minuciosa planeación de las piezas que la compondrán, al estar insertas en la urbe “de alguna manera están hechas todas para ser grafiteadas”, lo cual Sebastián mira como reconocimiento a su trabajo: “Hice el Monumento al 10 de junio, el Cristo y la cruz con los signos del Nahui Ollin, símbolo de la sangre derramada por los mexicanos para enaltecer la aurora; la cruz es el símbolo de los mexicanos para recordar a todos los caídos, y está toda grafiteada, pues está hecha para el uso del público”.
CUARTA DIMENSIÓN
Otro aspecto de la obra de este escultor tiene que ver con el sincretismo de símbolos históricos de la mexicanidad: lo prehispánico, sus ídolos, su geometría –¿qué más geométrico y monumental que las pirámides?–, el arte barroco y la religión. Homenaje a Tamayo o Serpiente y garra de jaguar (1988) –Centro Cultural Universitario–, o Quetzalcóatl (1992), son muestra de lo prehispánico, mientras que Árbol de la vida (1998) lo es de la cultura popular. “Tengo una carga cultural bellísima, que es muy importante, y que viene desde lo grecolatino a través de los españoles; también traigo una carga profunda que viene con toda la raíz prehispánica, de todos los grupos del altiplano y de los mayas, hasta el norte, hasta los de Paquimé, mis paisanos”.
Por eso en 2004, para su exposición Geometría emocional en San Ildefonso, creó la Capilla sebastina: “Todo el mundo piensa que yo he de ser mocho y muy religioso. No, yo soy mexicano, y como artista mexicano, yo soy mestizo. El Altar barroco surge de la carga cultural del hombre que es mexicano, que tiene raíces prehispánicas, que es mestizo, que trae una mezcla sincrética, que pretende manifestar que ha vivido de su tradición. Así como realicé una serie de esculturas basadas en los dioses prehispánicos, en el altar retomo el barroco mexicano a base de la columna estípite. En San Ildefonso se dio la posibilidad de utilizar la capilla y reinterpretar todos los elementos a través de la geometría a la que sumé una carga prehispánica y barroca. El retablo, el cáliz, la custodia y el viacrucis se manifiestan bajo una idea no religiosa, sino mexicana”.
Este conjunto de piezas tan peculiar se separa del resto de su obra en el acabado: haciendo honor al barroco está cubierta en hoja de oro. Sin embargo, todo tiene un porqué geométrico, cósmico y cosmogónico; por ejemplo, la custodia es como un escudo y representa las flechas prehispánicas, pero también las espigas de trigo. Así, no pierde su esencia sebastina.
QUINTA DIMENSIÓN
La producción artística de Sebastián siempre se ha basado en la geometría, modelos matemáticos, axiomas, su obra es ciencia y simetría, simplicidad, movimiento, reposo y belleza: “Así como los mayas eran profundos matemáticos, conocedores de la geometría (…) yo diseño en cartón, en piezas pequeñas, con compás y escalímetro, ya pensando en modelos matemáticos, no en magia, sino en ciencia”.
Planteado de otra manera, no es la geometría el ámbito de su quehacer sino las dimensiones, el punto de vista es entonces conceptual: “Puedes llegar hasta ocho dimensiones, pero nuestra dimensión llega hasta la quinta o puede ser a la cuarta; cuando tomas en cuenta el espacio y el tiempo como dos dimensiones más. Sin embargo, espacio-tiempo es una sola dimensión, ya que no pueden estar separadas, están juntas y viajan juntas y tienen que ver una con la otra; en física sí se toma en cuenta el espacio-tiempo, es plausible, pero como concepción de un modelo escultórico sólo se puede pensar en su representación, en evocación. Jamás lo vas a hacer real. Así como no podemos pasar a dos dimensiones, al plano, no podemos, tampoco brincar a la cuarta y quinta (dimensión). Más o menos es como yo lo veo. Sin embargo, la teoría de cuerdas o teoría M o teoría de las súper cuerdas, que está muy acelerada, habla de los universos paralelos o lo cuántico, que se puede compaginar con la teoría del todo, de la comprensión del todo. Existe una demostración matemática de once dimensiones. Todo ello para poder empatar la teoría de las súper cuerdas con la teoría de la relatividad, pero eso es un asunto muy, muy científico que a mí me fascina, es de ahí que pesco información y la convierto en esculturas, por eso las llamo ‘cuánticas’”.
Más allá de descubrir que tras la obra de este escultor hay un contenido profundo y rico, sirva este breve artículo, porque Sebastián tiene mucho más que decir, que explicar y que contar, para conocer y comprender la innegable calidad de su obra, que es emblema de la cultura de nuestro país, tan necesitado de valores como de personas valiosas.
* Directora de Arte de la revista
‘Algarabía’; Año XIV, Nov. 2014.
Ventaneando, Lunes 9 de Diciembre de 2019.