LA historia nos muestra que cuando la paz y la seguridad de una sociedad se ven comprometidas es sumamente complejo recuperarlas. La Guerra del Opio, iniciada en la década de 1830, fue la vía con que los británicos intentaron controlar el comercio, la política y la economía del Imperio chino, que parecía infranqueable; un conflicto que trastornó durante décadas la tranquilidad de la región.
Más de dos siglos después, la demanda de drogas ilícitas en el mundo, como la cocaína, sigue dejando una huella de violencia en los países productores, de tránsito y de consumo, que hoy por hoy aún altera la tranquilidad de sus poblaciones.
En México, el uso de la violencia como instrumento de contención por parte del Estado se desvirtuó desde la formación misma de las instituciones. Pensemos, por ejemplo, en la Dirección Federal de Seguridad (DFS), creada en 1947, supuestamente para recabar información sobre actividades subversivas y terroristas.
Aquella instancia se utilizó como herramienta de represión, desaparición y detenciones ilegales contra críticos del gobierno durante la Guerra Sucia. Fue uno de los escuadrones de la muerte –documentado en uno de mis libros–, que se convertiría eventualmente en el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), que también sirvió para espiar a opositores y no para proteger la seguridad pública y nacional.
Por eso, una de las primeras decisiones del gobierno encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, que llegó al poder en 2018, fue desaparecer al Cisen y enviar una iniciativa al Poder Legislativo para crear la Guardia Nacional (GN), una corporación de élite, con comando civil, pero selección, formación y adiestramiento similares a los de las Fuerzas Armadas, instituciones que cuentan con mayor confianza entre la población mexicana.
Han pasado tres años desde que en el Senado aprobamos por unanimidad la creación de la GN, durante los cuales ésta se ha podido conformar y consolidar, aunque debemos aceptar que la descomposición de la seguridad pública en México, generada desde hace décadas y agudizada a partir de 2006, era tan profunda que la inseguridad es aún el problema que más preocupa a la población; por tanto, la pacificación del país se ha convertido en el principal pendiente de esta administración.
La semana pasada, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, entregó al Senado de la República el Informe Anual de Actividades 2021 de la Guardia Nacional, documento que incluye aspectos de gran relevancia, como la estrategia implementada, el despliegue de elementos, la creación de nuevas coordinaciones regionales, y quejas ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Pero quizá el logro más importante es algo que no está en el informe: se consiguió conformar una corporación mixta que, cuenta con la confianza de la ciudadanía, al ser percibida como honesta, libre de corrupción y, lo más importante, enfocada en combatir el crimen organizado.
Si bien en la historia moderna de México no tenemos un referente de haber gozado de una sociedad pacífica, es un anhelo de la Cuarta Transformación que logremos conseguir ese estado. En el Senado hemos acompañado la estrategia de seguridad basada en el uso legítimo de la fuerza, bajo principios constitucionales que garanticen el respeto a los derechos humanos, y mediante una robusta política social que permita generar las condiciones de justicia necesarias.
Próximamente se discutirá en el Congreso la reforma constitucional que el Ejecutivo federal ha anunciado para incorporar la GN a la Secretaría de la Defensa Nacional. Sin duda será motivo de reflexiones y debates en foros diversos.
El Senado actuará con responsabilidad y pluralidad; fundamentalmente nos motiva cumplir con el compromiso de otorgar seguridad y paz a la población.
(Coordinador de Morena en el Senado).
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA
* Tomado del periódico “El Mañana”.
Reynosa, Martes 8 de Febrero de 2022.
Ventaneando, Lunes 14 de Febrero de 2022.