¿Mantener la cabeza fría debe seguir siendo la estrategia por parte del gobierno mexicano para enfrentar a Trump o es el momento de revisarla? La mayor parte de los comentaristas serios, incluso de oposición, asumen que ha sido una actitud correcta, considerando el escaso margen de maniobra que ofrece la vulnerabilidad de México y el enorme daño que puede provocar un embate de Trump.
Pero la reciente decisión de imponer un arancel de 17% al jitomate, que ya entró en vigor, y la amenaza de tarifas generalizadas de 30% a partir del 1 de agosto, llevan a más de un analista a preguntarse si no ha llegado el momento de considerar otra estrategia para enfrentar al buleador vecino.
Se afirma que estos datos demostrarían que las muchas acciones realizadas por el gobierno de Claudia Sheinbaum han servido de poco o nada. El envío de docenas de narcotraficantes, la disposición para recibir a inmigrantes expulsados, en notorio reforzamiento en el combate a los cárteles y al tráfico de drogas, la actitud calma frente agresiones verbales groseras en contra del país.
Dentro de dos semanas, a toro pasado, será muy fácil concluir una cosa u otra. Si la Casa Blanca cumple sus amenazas se dirá que México tendría que haber actuado de otra manera. Por el contrario, si recula como lo ha hecho en ocasiones anteriores, se asumirá la importancia de haber mantenido una actitud precavida y responsable. Francamente, me parece que una cosa u otra terminan siendo tormentas en un vaso de agua, porque en el fondo lo que vaya a hacer Trump tiene mucho más que ver con las presiones dentro de la economía estadounidense, particularmente del mercado bursátil y de los círculos de negocios de la élite, que de lo que haga o deje de hacer el gobierno mexicano. Y no digo que dé lo mismo, pero sí haría que ponerlo en su justa dimensión.
En realidad, la ventaja de mantener la estrategia de cabeza fría reside no tanto en lo que produce en relación con Trump, sino en lo que evita. “Engancharse” y responder con represalias a las tarifas o simplemente con intercambios verbales es muy tentador, y en términos de política interna incluso muy redituable, pero habría producido furias adicionales. En distintos contextos lo hemos visto con Petro, Trudeau, Zelenski o Lula. Puede no haber sido muy exitosa como estrategia, pero muy probablemente ha sido la menos perjudicial que podía asumirse.
A mi juicio el tema no estriba en cambiar o no el trato con Trump, porque la volatilidad y el voluntarismo del presidente obligan a evitar toda respuesta que termine echando gasolina al fuego. Un gesto de supuesta “dignidad” sería muy gratificante en lo inmediato, pero podría traducirse en un tremendo flagelo para millones de mexicanos.
No, lo que tendríamos que discutir es qué habría que hacer además de mantener la cabeza fría, negociar a todos los niveles y buscar puentes e interlocutores con Estados Unidos para encontrar oídos sensibles a nuestros intereses. El gobierno ha realizado todo lo anterior, pero corremos el riesgo de que nada de eso alcance. Podríamos responder, como China, que si nuestra civilización ha resistido miles de años, bien podría soportar otros 4.
El problema es que esto podría ir mucho más allá de unos pocos años de vacas flacas. Trump es reflejo de algo más profundo y permanente, y anuncia un mundo más fragmentado, centrado en el egoísmo de las potencias, la lucha por el control tecnológico y los recursos escasos (agua, minerales). Con Trump o sin Trump, más maligno o no tanto, necesitamos la cabeza fría pero también mucho más. México tendría que acelerar su Plan B a una velocidad turbo para fortalecer su mercado interno y encontrar una base de exportaciones más sana, lo cual supone diversificar socios comerciales, pero también encontrar una base de exportación singular y atractiva para el mercado mundial.
*Tomado del periódico “El Mañana”.
Reynosa, Viernes 28 de Julio de 2025.
Ventaneando, Lunes 28 de Julio de 2025.