El 4 de mayo de 1994 exploradores del equipo de científicos del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, descubrieron una nueva cabeza monumental en Veracruz. El inusitado hallazgo marca un hito en el estudio de los olmecas, una de las culturas más importantes y enigmáticas del período prehispánico. Su posterior estudio permitirá esclarecer algunos aspectos de la vida de los antiguos olmecas.
EN la región veracruzana, cubiertos de tierra y vegetación, empiezan a surgir a la vista de la humanidad los testimonios de una realidad palpable de hace tres mil años. Cabezas colosales, estelas, vasijas, esculturas y figuras en miniatura esparcidas en el área de San Lorenzo Tenochtitlan, patentizan que en un pasado, nada remoto, floreció en territorio mexicano una de las culturas más importantes y enigmáticas del período prehispánico: los olmecas.
Hace varias décadas, los estudios sobre la civilización olmeca eran casi exclusivamente sobre la localización de monumentos. En contraste a esa tendencia, el Proyecto Arqueológico San Lorenzo Tenochtitlan, coordinado por la doctora Ann Cyphers, explora áreas domésticas, de producción, sitios ceremoniales y elitistas en el centro regional y en Loma del Zapote.
Desde su descubrimiento en 1945, San Lorenzo Tenochtitlan –ubicado al sur del Estado de Veracruz y considerado por Ann Cyphers como el asentamiento más temprano de esa cultura–, se convirtió en el lugar ideal para investigar el pasado olmeca.
A partir de 1990 la doctora Cyphers, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, inicia los trabajos en la zona a fin de descifrar las incógnitas sobre el origen, desarrollo y decadencia de la cultura olmeca y de su influencia en Mesoamérica.
En el Proyecto Arqueológico –primero en su tipo–, colabora un equipo integrado por investigadores, tesistas y alumnos de varias instituciones como la Universidad Veracruzana, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, así como de universidades de Estados Unidos y de Europa, que los ornamenta.
Para muchos especialistas dichos monumentos representan a miembros de la clase gobernante o a jugadores de pelota, decapitados después del juego ceremonial.
En San Lorenzo Tenochtitlan la doctora Cyphres obtuvo uno de los logros más importantes para el estudio del arte monumental de la cultura olmeca. El 4 de mayo de 1994, a 12 años del último descubrimiento de una cabeza colosal, se localizó Tiburcio, bautizado así por los habitantes de la región.
La cabeza de 1.80 metros de altura y cerca de 8 toneladas de peso es, en opinión de la investigadora, de las mejor conservadas pero no de las más grandes que se hayan localizado hasta ahora en la región. Su tocado es muy elaborado: tiene una insignia de ave sobre él y cuentas.
La mañana del 14 de mayo, Tiburcio fue removido del lugar conocido como la barranca de Osochi para ser trasladado al Museo Comunitario de San Lorenzo. Para ello se contó con el apoyo de la Casa de la Cultura de Minatitlán y de Petróleos Mexicanos, empresa nacional que proporcionó la grúa y el vehículo donde se transportó.
A las 18:00 horas de ese día el museo recibió a Tiburcio en donde permanecerá de ahora en adelante. Emocionada, la antropóloga universitaria expresó: “Este es un momento muy importante, porque es la primera cabeza que podemos tener aquí, en la comunidad; ya se nos fueron muchas, pero ésta no”.
El descubrimiento marca un hito en el estudio actual de la cultura olmeca, a pesar de que aún falta determinar su edad. La cabeza muestra elementos desconocidos para los investigadores; su posterior estudio permitirá establecer otras características de los habitantes prehispánicos de aquella región.
El descubrimiento. Oir de labios de los actores principales la historia del descubrimiento de la cabeza olmeca, es remontarse a las leyendas que perduran en esa parte de la República Mexicana. Orgulloso de su pasado y de su cultura, Ángel Hernández García define el descubrimiento como algo “grandioso”.
El 4 de mayo, en la vasta y verde quietud de la región de San Lorenzo Tenochtitlan, cuatro hombres caminaban por una hondonada en busca de piezas para el museo comunitario. Después de una jornada de trabajo infructuoso, cuando ya se había terminado el agua, y el sol estaba en su apogeo, decidieron hacer un último recorrido.
El localizador magnético manipulado por Esteban Hernández, del equipo de trabajadores que dirige Ann Cyphers, anunció con su característico ruido el hallazgo de algo; hasta ese momento nadie sabía que la estructura encontrada rebasaba, por mucho, las expectativas de los investigadores universitarios.
Ángel Hernández, Saturnino Teodoro, Belén Bernal y Esteban Hernández verificaron la anomalía magnética producida por el aparato y lo que encontraron fue la greca del casco; poco a poco fueron apareciendo más detalles hasta llegar al ojo.
“¡Es una cabeza!”, exclamó Ángel Hernández, y con eso desapareció la fatiga, la sed y el desánimo. Una vez más la cultura olmeca regaló a los habitantes de México la prueba de su arte y de su presencia en las tierras de Veracruz.
Los entierros y restos olmecas. Durante 1993 se descubrieron 10 entierros y en la temporada de 1994 –que concluyó en el mes de mayo–, dos más. Expertos en antropología física de la Facultad de Medicina de la UNAM acudieron a analizar los restos in situ. “Estos restos son muy importantes porque son los primeros entierros olmecas”.
En San Lorenzo Tenochtitlan se han encontrado fosas con seis o siete individuos, cuyos restos son claramente identificados como del Preclásico Inferior, de 1500 a 900 años antes de nuestra era.
Hasta el momento, no se conoce cuál es el perfil físico del olmeca, ni se puede decir cuál era su apariencia. Los restos permitirán analizar sus condiciones de vida, conocer algunas de las enfermedades que padecieron, así como su alimentación y el medio en que vivieron.
* Tomado de la revista ‘UNAM hoy’.
Año 3, No. 13; Julio-Agosto de 1994.
Ventaneando, Lunes 25 de Octubre de 2021.