El mortífero opiáceo encarna la lucha contra el crimen organizado, desata acusaciones bilaterales y marca la agenda día tras día.

Esta semana, la presidenta Claudia Sheinbaum presentaba una campaña preventiva dirigida a los jóvenes para evitar el consumo y aprovechaba para recalcar que en México no es un problema de salud ni tampoco se produce fentanilo. Al otro lado de la frontera sostienen lo contrario y piden explicaciones. A la espera de que el equipo de Trump se haga con los mandos, el embajador estadounidense Ken Salazar se despidió el lunes de México con talante diplomático, pero sin paños calientes sobre esta droga: “Hay fentanilo en México y se produce en México, pero ese debate no nos llevará donde tenemos que ir”, afirmaba. Sin embargo, para una personalidad como la del presidente electo, el debate es tan provechoso como el combate. Y al mismo ritmo que deja caer sus amenazas sobre declarar organizaciones terroristas a los carteles, México redobla sus gestos: en las últimas semanas han sido detenidas casi 7.000 personas relacionadas con el narcotráfico, las redadas antidrogas han multiplicado los decomisos y recientemente se han retenido medio millón de pastillas de fentanilo solo en Sinaloa. En el terreno legal, se ha incorporado la prisión preventiva oficiosa para los crímenes relacionados con el fentanilo.

Los gestos por parte del Gobierno de Sheinbaum tratan de aminorar el choque que todo el mundo espera a partir del 20 de enero, cuando Trump tome posesión como presidente. Llegado ese día, México tendrá algunas cifras y proyectos de seguridad que mostrar al vecino del norte. Mientras, el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, está instalado temporalmente en Sinaloa, tratando de apagar un fuego entre carteles que ha dejado ya más de 600 cadáveres en el Estado norteño tras el puñetazo en la mesa de Estados Unidos que supuso la captura del Mayo. En la peculiar guerra contra las drogas suele decirse que México es quien pone los muertos, por la violencia que se genera, un promedio de 100 homicidios al día. Pero el fentanilo también ha contrariado esa realidad, con varios cientos de víctimas mortales al día entre los consumidores. La crisis ocasionada en Estados Unidos por el adictivo fentanilo es más ruidosa que toda la cocaína junta de décadas atrás, un problema de orden social insoslayable para la clase política. La emergencia sanitaria se ha traducido pronto en un asunto de relaciones exteriores que en manos del imprevisible líder republicano siembra de incertidumbre al Gobierno mexicano.

“El fentanilo es la droga más mortal que nuestro país ha enfrentado y el Departamento de Justicia no descansará hasta que todos los capos, miembros y asociados de los cárteles paguen por envenenar nuestras comunidades”, señaló el fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland tras la detención en julio de Ismael Zambada. Después de aquello se recrudecieron las acusaciones sobre quién lo fabricaba y quién lo consumía. Es decir, si la culpa la tenía la cabeza o la cola de la pescadilla. Tanto en tiempos de López Obrador como ahora con Sheinbaum, el mensaje de los morenistas es que México solo es un país de paso para el opiáceo y los precursores químicos que llegan desde China. López Obrador escribió una carta en abril de 2023 al presidente chino Xi Jinping, en la que pedía su colaboración para atajar el problema de salud que asolaba a Estados Unidos. El mexicano se ponía de perfil, como un altruista voluntario, pero nunca responsable. “Por nuestra frontera solo ingresa el 30% de lo que se consume en Estados Unidos”, decía la carta. En esta pelea, el Gobierno mexicano ha sostenido siempre que la crisis de adicción no afecta en su territorio por una cuestión de “valores”. Valores familiares y culturales, así lo han defendido Obrador y Sheinbaum. Pero no han explicado por qué esos mismos “valores” no alcanzan para reducir las 30.000 muertes violentas que se cuentan en México al año, muchas de ellas por narcomenudeo.
*Tomado del periódico “El Mañana”.
Reynosa, Viernes 10 de Enero 2025.
Ventaneando, Miércoles 15 de Enero de 2025.