Historiador *
Arlindo dos Santos, 1966
LAS cosas en su natal Brasil no fueron fáciles. Su padre fue pescador y su madre ama de casa, así que Arlindo dos Santos, nacido el 26 de abril de 1940, intuyó desde pequeño que el futbol sería el elemento con el que podría ayudar a sustentar a su familia.
Desde los diez años tocaba bien la bola y para los diecesiete el equipo Botafogo le ofreció la oportunidad de ser profesional.
En esa escuadra se transformó en un mago del balón y ganó diversos campeonatos haciendo lucir el llamado jogo bonito brasileño.
Técnica, astucia, visión de campo: ¡Arlindo todo lo tenía! Pronto sobrepasó expectativas y la gente ya lo imaginaba como el relevo generacional de un gran campeón del mundo: Waldir Pereira, Dídi.
Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Bajo los campeonatos y el buen juego del Botafogo, los directivos dijeron en confianza a Arlindo que el club estaba en una severa crisis financiera y que de alguna manera la institución podría sortear las dificultades si aceptaba una de las ofertas que numerosos equipos en el extranjero habían hecho por su jugador estrella.
Arlindo tenían un verdadero cariño a la camiseta y meditó su salida. Quería ayudar a su equipo en lo deportivo para así sobresalir en lo económico.
Sin embargo, en 1964 las dudas se extinguieron. Llegó una excelente oferta proveniente de México: del América. La cifra no solo fue una bocanada de aire fresco para el Botafogo, sino que alcanzó para que Arlindo comprara una casa a sus padres
En México las cosas no pudieron ser mejores. Bullía la pasión por el futbol y el América se alojaría en uno de los mejores estadios del mundo.
Ese momento llegó el 29 de mayo de 1966, cuando el monumental Azteca reunió por primera vez a más de cien mil aficionados que contemplaron al equipo mexicano frente al Torino italiano.
Pero, sobre todo, observaron cómo un brasileño pasó a la historia. “Atacaba el equipo italiano, pero en un rebote (…) burlé a la defensa, disparé con la pierna derecha ¡y logré vencer al arquero!”, reseñó Arlindo.
¡Golazo impresionante! Y tras ello, un griterío jamás escuchado en el país. Arlindo estrenaba con orgullo uno de los escenarios más icónicos de la historia del futbol.
El duelo con el Torino terminó empatado a dos anotaciones.
Tomado de la revista mensual
“Relatos e Historias en México” No. 109.
Septiembre-Octubre de 2017.