Periodista.
En la política de López Obrador el perdón tiene un sentido distinto al aplicado en la justicia
DESDE que inició su gestión presidencial Andrés Manuel López Obrador ha usado el perdón como un instrumento o una herramienta política para no quedar atrapado en los ajustes del pasado y detener las acciones políticas, económicas, financieras y sociales de su plan de gobierno que ha llamado la Cuarta Transformación.
Así, por ejemplo, pidió a los familiares de las víctimas de la violencia generada por el crimen organizado que perdonaran a sus victimarios mediante una amnistía que fue rechazada de inmediato.
La exigencia de los familiares de los miles de muertos, desaparecidos y desplazados por la guerra contra el narcotráfico es que se aplicara la justicia transicional. Es decir, que primero se investigara para conocer la verdad, después se atendiera a los afectados, posteriormente que hubiese la reparación del daño y al final la posibilidad de una amnistía y del perdón.
El grito de los afectados fue “sin justicia no hay perdón”, no al revés como la planteó López Obrador con la amnistía primero poniéndose del lado de los victimarios.
El otro perdón controversial de López Obrador fue su propuesta de “borrón y cuenta nueva” a los funcionarios corruptos. Esto es, empezar a partir de su gobierno a castigar a quienes se aprovechan de sus puestos de gobierno con actos de corrupción.
Una vez más a contra corriente de la exigencia social de castigar a los expresidentes Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, que junto con miembros de sus gabinetes se enriquecieron al amparo de su posición privilegiada en el poder público.
La demanda social de castigar a todos aquellos que se beneficiaron con la impunidad y la corrupción fue respondida por el presidente con la aplicación del perdón. “Si lo hacemos nos quedaremos atorados y perderemos el tiempo para la Cuarta Transformación”, fue el argumento que se usó.
El último uso del perdón de López Obrador, ahora como una exigencia, fue demandado al Estado español compuesto por el presidente Pedro Sánchez y el Rey Felipe de Borbón, así como al Papa Francisco como representante de la Iglesia católica, por las atrocidades cometidas durante los años de la conquista de México a los pueblos originarios.
Todas las veces que el presidente Andrés Manuel ha utilizado el perdón ha provocado múltiples reacciones de los sectores sociales. El perdón en la política de López Obrador tiene un sentido distinto al aplicado en la justicia.
En la primera tiene qué ver con la gobernabilidad, para no generar más conflictos. Pero deja de lado el lado de la aplicación de la justicia que es una de las principales demandas de la sociedad y que en el caso de Vicente Fox y Felipe Calderón fue una de sus grandes fallas y ausencias en el ejercicio de su gobierno, lo cual les trajo graves consecuencias en la falta de credibilidad ciudadana y en los votos.
Por cierto, hay un refrán que dice: “A los amigos, favor; a los enemigos, Ley”.
El tiempo del perdón de López Obrador tiene una fecha de caducidad y terminará conforme baje sus niveles de aceptación que hoy por hoy son los más altos que ha tenido un presidente de la República. No hay perdón si no hay justicia.
* Tomado de ALPRO, agencia de
noticias de la revista “Proceso”.
Miércoles 27 de Marzo de 2019.
Ventaneando, Lunes 8 de Abril de 2019.