Periodista.
De dónde viene lo del 14 de Febrero
EN este mes todos los medios de comunicación nos recuerdan todos los días y a todas horas que febrero es el Mes del Amor. Este recordatorio es fruto de un bombardeo publicitario en el cual se promueven centros y cadenas comerciales, restaurantes, marcas de chocolates, electrodomésticos, ropa, viajes, cadenas de televisión.
Se promocionan, así, todo tipo de productos que, obviamente, van dirigidos a personas de las más diversas edades.
Los anuncios publicitarios buscan demostrarnos, con imágenes de hombres y mujeres en situaciones tiernas, que el amor no tiene edad para manifestarse. Así, no es extraño ver en la pantalla o en diarios o revistas multitudes de imágenes que representan a pequeños niños dándose un beso o una pareja joven caminando abrazada por la playa. O bien, a una pareja madura que con ternura se toma de las manos; incluso podemos apreciar a abuelos cuyas cabezas se tocan con afecto.
Estos anuncios no solo reflejan imágenes de hombres y mujeres que se aman, también nos recuerdan que el cariño, por sí mismo, no basta. Pareciera que es necesario comprar mercancías para que, a través de un regalo, podamos demostrarle al otro de manera tangible y material el amor que se le tiene.
Las enormes ganancias que proporcionó al comercio al festejo navideño decaen durante el mes de enero. Este primer mes del año es bastante muerto en materia comercial, claro que nos referimos a los días que siguen el día de Reyes. Aunque cada año el estatus de los Reyes decae, a favor de Santa Claus.
Por todo esto, en febrero se vuelve importante promocionar el consumo y qué mejor pretexto que el día de San Valentín para que la gente vuelva a comprar, como una forma de demostrar el amor entre la pareja.
Por ese festejo, que se percibe un tanto plástico y prefabricado, empecé a preguntarme: ¿De dónde salió este cuento del Día de los Novios o del Día de San Valentín? ¿Es una fiesta que se crea en la sociedad industrial sólo para promover el consumo?
Esta curiosidad me llevó a encontrar una historia que yo ignoraba, que son los orígenes de esta fiesta del amor entre el hombre y la mujer.
Resulta que este festejo no es nada nuevo. Tiene sus orígenes en el siglo IV a.C., en el cual los romanos festejaban al dios Lupercus y en el festejo hacían un rito de pasaje que permitía a los jóvenes romanos convertirse en hombres. El rito consistía en que las autoridades religiosas colocaban en una caja los nombres de varias doncellas adolescentes, los jóvenes que pasaban por ese rito sacaban el nombre de una doncella, quien tenía la obligación de hacerle compañía por todo el año.
El objetivo era obtener su mutuo gozo y placer. Después de un año de convivir hombre y mujer el varón podía ser considerado hombre.
Siglos después, los padres de la Iglesia, al querer terminar con esta práctica, buscaron la figura de un santo que sustituyera a Lupercus, pero que también representara al amor. Encontraron que San Valentín podría ser un buen candidato.
San Valentín había vivido en el siglo III d.C. y había desafiado al emperador romano Claudio II, quien había emitido un edicto que prohibía el matrimonio. El emperador consideraba que el matrimonio causaba incapacidad y problemas en sus soldados, ya que tenían que abandonar a su familia para pelear en las batallas. El imperio necesitaba buenos soldados y la soltería era el estado ideal para que los fueran.
En ese entonces Valentín era obispo en Interamma y decidió desobedecer este edicto al invitar a los jóvenes amantes a recibir, en secreto, el sagrado sacramento del matrimonio. El emperador Claudio II, al enterarse de este desafío del obispo, mandó apresar a Valentín quien fue apaleado y exhortado a renunciar a su religión. Al negarse a hacerlo, fue decapitado.
La historia cuenta que, mientras Valentín esperaba en la cárcel a ser ejecutado, se enamoró de la hija ciega del carcelero. Gracias a sus virtudes, Valentín logró hacer un milagro piadoso: Restaurarle la vista. Poco antes de ser decapitado en el mes de febrero, mandó el obispo una nota de despedida a la doncella. Esta nota decía: “De tu Valentín”, misma frase que utilizan millones de tarjetas que se venden actualmente en febrero.
De esta forma, el rito pasó a formar parte del mundo cristiano. A mediados de febrero, los jóvenes y las doncellas cristianas sacaban el nombre de un santo a quien dedicaban su vida y tomaban por ejemplo durante un año al patrón de esta fiesta, que era San Valentín.
Mientras el cristianismo se expandía, también lo hacía el festejo de San Valentín, pero siempre acompañado de la carta de amor.
En el siglo XVI, San Francisco de Sales, obispo de Ginebra, trató de desaparecer la costumbre de las cartas y volver a instalar la práctica de la rifa con los nombres de los santos para que éstos se convirtieran en modelos para los jóvenes y doncellas cristianas, pero su intento no dio frutos. Incluso en lugar de desaparecer las tarjetas de San Valentín proliferaron aún más y empezaron a contener mayor número de elementos decorativos.
La imagen más popular de la época para éstas fue la de Cupido, el querubí desnudo que introducía sus flechas en una pócima para el amor para luego arrojarlas a uno de los amantes. Entonces se empezó a asociar esta fecha con la figura de Cupido, que en la mitología romana era el hijo de Venus, dios del amor y de la belleza.
La idea de brindar tarjetas en el día de San Valentín, persiste hasta nuestros días. Durante muchos siglos fueron los jóvenes quienes brindaron estas tarjetas a sus amadas.
La primera tarjeta de este tipo que se conoce y que actualmente se puede ver está en el Museo Británico, y fue enviada en 1415 por Carlos, duque de Orléans, a su esposa que se encontraba prisionera en la Torre de Londres.
En el siglo XVIII diversas editoriales contaban con manuales para sugerir a los jóvenes textos amorosos y sentimentales, para que copiaran en sus tarjetas.
Ya para el siglo XIX las imprentas reproducían masivamente modelos de tarjetas de San Valentín y no es sino hasta las primeras décadas del siglo XX cuando se empezó a estilar comprar regalos para acompañar a la tarjeta.
De esta forma este festejo romano nos llega hoy en día, aunque un tanto modificado. Actualmente es aprovechado por las cadenas comerciales para promocionar cualquier cantidad de artículos y para vendernos la idea, a través de la publicidad, de que comprar es sinónimo de amar.
* Tomado del magazine “Revista de Revistas”, No. 4473.
Publicación de “Excélsior”. Febrero de 1999.
Ventaneando, Lunes 11 de Febrero de 2019.