Periodista.
“YO SOY EL SURREALISMO”
El polifacético, excéntrico y controvertido artista catalán fue recordado gracias a la exposición de algunas de sus esculturas en el Museo Soumaya, en Ciudad de México.
CUANDO en 1934 Salvador Dalí se sometió a juicio ante sus correligionarios surrealistas, encabezados por el escritor André Breton, lo hizo sentado en un sillón, envuelto en una manta y con un termómetro en la boca, fingiendo estar enfermo. Pero esto de nada le valió: Fue juzgado y expulsado del movimiento surrealista por sus inclinaciones fascistas, su catolicismo delirante y su avidez por el dinero. “Avida Dolars”, lo apodó Breton.
Sin embargo, esto fue sólo un piquete de mosco para Dalí, quien declaró: “No podéis expulsarme porque Yo soy el surrealismo”.
Para entonces el artista ya había hecho su propia contribución al movimiento: El método paranoico-crítico. Dalí sostenía que mientras que para la siquiatría la parnoia se basa en errores de juicio, para el artista es una habilidad creativa con una lógica perfecta. “La actividad paranoica-crítica permite al mundo delirante pasar al plano de la realidad”, decía.
Así, de su pincel surgieron uno tras otro sus composiciones con relojes blandos o derretidos, cuerpos femeninos de los que sobresalen cajones (para él, representaciones del sicoanálisis), elefantes con patas larguísimas que remiten a las de una jirafa. Muchas de esas pintura las trasladó Dalí a esculturas, faceta de su quehacer artístico que actualmente puede ser apreciado en la exposición “Dalí: Juego y deseo”, organizada por el Museo Soumaya, con 14 de 42 esculturas en bronce del genio español, adquiridas por esa institución.
Diez de las obras se exhiben en las instalaciones del Museo Soumaya, en Plaza Loreto, al sur del DF, y cuatro más, en el atrio del templo de San Francisco, en el corazón del Centro Histórico.
Artista polifacético, lo mismo produjo pinturas que realizó escenografías y vestuarios para teatro y ballet; ilustró libros; creó imágenes publicitarias y escribió cuentos, ensayos, poesía y autobiografías. Pero también fue una de las figuras más controvertidas en la historia del arte por su megalomanía y sus excentricidades.
UN OTRO YO
Hijo de un notario republicano y una fervorosa mujer, Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí nació en Figueras, en la provincia española de Cataluña, el 11 de mayo de 1904, nueve meses después de que muriera, a los dos años de edad, el hijo primogénito de la pareja, también llamado Salvador. Aunque fue un niño mimado en extremo, Dalí siempre se sintió un sustituto, un fantasma, del otro Salvador, lo cual derivó en su conducta excéntrica y sus fantasías paranoicas.
Si embargo, supo sublimar sus conflictos y convertirlos en nutrientes para sus pinturas. Desde niño manifestó su talento artístico, pero sólo al terminar el bachillerato obtuvo permiso de su padre para inscribirse en la Academia de Bellas Artes de Madrid.
Con el cabello largo, patillas y una capa negra que le arrastraba, Dalí se convirtió en un notorio personaje en la Academia, donde se interesó en el cubismo. Pero fue suspendido por un año, al ser considerado el cabecilla de una rebelión estudiantil y más tarde, a punto de realizar sus exámenes finales, fue expulsado en forma definitiva, tras expresar que los sinodales eran unos ignorantes.
Esto no impidió que su arte atrajera la atención. En 1929, ya instalado en París, colaboró con Luis Buñuel en las cintas surrealistas “Un perro andaluz” y “La edad de oro”. Ese año se enamoró de Gala (entonces casada con el poeta Paul Eluard), quien se hizo su amante, musa, modelo y compañera de toda la vida.
MÍSTICO NUCLEAR
En la década de los treinta, Dalí y Gala viajaron dos veces a Nueva York donde el artista expuso su obra, impartió conferencias y salió en los titulares de la prensa; en un arranque de furia, hizo añicos el cristal de un escaparate, diseñado por él, porque habían hecho cambios en el mismo sin consultarlo.
Pionero en las artes publicitarias, cuando efectuaba presentaciones públicas, invariablemente se hacía notar. En una ocasión impartió una conferencia enfundado en un trajo de buzo (Para demostrar que estaba sumergido en las profundidades de la mente humana, decía) y en otra, llegó a la Universidad de La Sorbona, en París, a bordo de su Rolls Royce blanco repleto de coliflores.
En 1940, en plena segunda guerra mundial, Dalí y Gala volvieron a Estados Unidos donde permanecieron hasta 1948. Impactado por la explosicón de la bomba atómica en Hiroshima, se interesó por la física nuclear y la molécula de la vida, el ADN. A la par se volcó en el catolicismo, abrazó dos símbolos cristianos como temas para sus cuadros, obtuvo audiencia con dos sucesivos papas y, en 1958, se casó con Gala por la iglesia.
El artista siguió muy activo hasta la muerte de su amada esposa en 1982. A partir de entonces decayó su entusiasmo por vivir. Aquejado por el mal de Parkinson, el artista fue expulsado de su surrealista vida en 1989, no sin antes haber sido considerado el artista vivo mejor pagado del mundo.
* Tomado de la revista ACTUAL,
No. 177; Mes de Junio de 2008.
Ventaneando, Jueves 31 de Mayo de 2018.