Investigador de historia.
Editor de la revista de historia ‘Atisbo’, de Monterrey, NL.
2 DE FEBRERO DE 1848
Si bien mediante el Tratado de Guadalupe Hidalgo México se vio obligado a ceder más de 2 millones de kms. cuadrados a Estados Unidos para terminar la guerra, también se evitó que otros territorios fueran anexados al país vecino, con lo que habría salvado hasta su propia existencia como nación.
(Fragmento)
HACE 170 años el conflicto entre México y Estados Unidos llegaba a su fin. El 2 de febrero de 1848, representantes de ambas naciones firmaron el acuerdo que sería conocido como Tratado de Guadalupe Hidalgo, con el que técnicamente concluyó la guerra más desastrosa de la historia de México.
Aunado a las derrotas militares, la pérdida de un gran número de vidas y la indignante ocupación de una parte del país por tropas extranjeras, México perdió de un solo tajo la mitad de su territorio: más de dos millones de kilómetros cuadrados fueron cedidos a Estados Unidos. Sin embargo, entre la humillación y la derrota, México obtuvo un triunfo básico frente al expansionismo norteamericano de la época: su supervivencia como nación independiente.
EL NEGOCIADOR
Casi un año antes de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, en abril de 1847, en pleno clímax de la guerra y después del desembarco del ejército yanqui en Veracruz, el presidente estadounidense James Polk decidió enviar un emisario para buscar entablar negociaciones de paz con México. Para tal tarea, Polk escogió al funcionario de más alto rango del Departamento de Estado, después del secretario James Buchanan: Nicolás Trist.
Con 47 años de edad, Trist era un abogado del estado de Virginia casado con una nieta del antiguo presidente Thomas Jefferson. Había sido secretario particular del ex presidente Andrew Jackson (mentor político del propio Polk) y hablaba perfectamente el español. Pero por encima de su experiencia y jerarquía, después demostraría que también era poseedor de principios inquebrantables de honestidad y justicia.
Trist partió de Washington con instrucciones precisas: obtener California, Nuevo México y establecer la nueva frontera en el río Grande (o Bravo). Estaba autorizado a ofrecer hasta veinte millones de dólares como compensación, aunque la suma podría aumentar si lograba adquirir también Baja California.
Desde un principio Trist encontró serias dificultades en su misión. Aparte, cuando el gobierno mexicano se enteró de que las pláticas de paz estaban condicionadas a la venta del territorio, de inmediato canceló las negociaciones.
‘ABSORBER TODO EL PAIS’
La guerra se prolongó y el ejército invasor se abrió paso hasta la capital del país. Después de una serie de sangrientas batallas en el valle de México, el 14 de septiembre de 1847 las tropas norteamericanas entraron a la Plaza Mayor y tomaron posesión de Palacio Nacional.
El presidente y comandante del ejército mexicano, Antonio López de Santa Anna, renunció a su puesto. El nuevo gobierno, a cargo del presidente provisional Manuel de la Peña y Peña, se retiró a Querétaro. La paz parecía lejos de ser alcanzada.
En Washington, por la prolongación de la guerra, la enorme cantidad de recursos gastados, pero sobre todo por la renuencia de México a negociar, ocurrió un cambio de actitud en el gobierno. El presidente Polk empezó a considerar qué nuevas condiciones deberían ser impuestas a México, además de pensar en exigir una mayor extensión de territorio. En una junta con su gabinete se habló de tomar una parte de Sonora y Chihuahua, así como Tamaulipas hasta el puerto de Tampico. Se discutió también la opción de fijar la línea fronteriza hasta la Sierra Madre (Oriental y Occidental).
Algunos periódicos y miembros del Partido Demócrata –el partido de Polk–, pregonaban ya el concepto de “Anexar todo México”. La idea comenzó a tomarse tan en serio y con posturas tan radicales que hasta el senador Daniel S. Dickinson, de Nueva York, solicitó abiertamente al Congreso meditar la posibilidad de “absorber todo el país”.
PRIMERO LA PAZ
A principios de octubre el secretario de Estado James Buchanan escribió una carta a Trist para que regresara a la mayor brevedad: “Las circunstancias han cambiado totalmente desde la fecha de sus instrucciones originales”. Por razones fortuitas el mensaje tardó más de un mes en llegar. Trist recibió la nota hasta el 16 de noviembre de 1847 y quedó verdaderamente sorprendido. Lejos de saberlo en Washington, la situación en México se había modificado durante ese tiempo a favor de la paz. Cinco días antes, el general Pedro María Anaya había sido designado nuevo presidente interino.
En el gobierno y el Congreso mexicanos existía una fuerte divergencia de opiniones: los denominados “moderados” buscaban la paz, mientras que una minoría llamados “puros” pretendían prolongar la guerra. Anaya no solo se inclinaba hacia los moderados, sino que también había decidido nombrar una nueva comisión negociadora formada por tres destacadas figuras de la política y la diplomacia mexicana.
Encabezaba el grupo José Bernardo Couto Pérez, un hombre de 45 años, delgado y de baja estatura, que daba la impresión de ser una persona ordinaria, pero detrás de sus ojos penetrantes se ocultaba un sobresaliente jurista y notable escritor con una vasta cultura. Originario de Orizaba, había sido diputado y senador por el estado de Veracruz. Con él se hallaba Luis Gonzaga Cuevas Inclán, un diplomático de carrera de 48 años, nacido en Lerma de Villada, en Estado de México. Desde 1826 había ingresado al Ministerio de Relaciones Exteriores y en 1838 fue designado para negociar con Francia el fin de la llamada Guerra de los Pasteles. Luego se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores durante la presidencia de Anastasio Bustamante.
El otro comisionado era Miguel Atristain, de 41 años, un importante político y anterior miembro del Congreso.
Integrada la comisión, los negociadores expresaron su deseo de iniciar las conversaciones cuanto antes. Trist se encontró ante una difícil disyuntiva: sabía que las circunstancias eran adecuadas ya que existía un deseo real de los mexicanos por llegar a un acuerdo, pero si no se lograba la paz con rapidez el partido de los moderados podría perder el poder (..).
LA NEGOCIACION
Los comisionados se reunieron por primera vez el 2 de enero de 1848 y en las siguientes semanas se dedicaron a discutir los diferentes artículos del tratado.Las negociaciones fueron difíciles y laboriosas, ya que ambas partes tenían posturas firmes en diversos puntos. Los nacionales trataron de salvar Nuevo México arguyendo que los habitantes de esa provincia se habían comportado como “hijos leales” a la patria y que por lo tanto el acto de “venderlos” representaba una ignominia. Pero Trist dejó bien en claro que la cesión de ese territorio era una condición necesaria –usó la expresión “sine qua non”–, indispensable, para llegar a un acuerdo.
También Couto y sus colegas objetaron que la frontera se extendiera hasta el río Bravo y pugnaban por dejarla en el límite original, en el río Nueces en Texas. El negociaron norteamericano respondió que aquello era una cuestión muy delicada. Si bien admitió –como un buen virginiano–, que esa extensión de terreno era tan de Tamaulipas y no de Texas como “los condados de Accomack y Northampton eran de Virginia y no de Maryland”, una postura así implicaría serias consecuencias para su gobierno, ya que aparte de echar por tierra el pretexto de la guerra con México, también ponía en entredicho el famoso discurso del presidente Polk de que las hostilidades se habían iniciado solo cuando “sangre norteamericana fue derramada en suelo norteamericano” por los combates al sur del río Nueces(..).
Después de modificaciones y remodificaciones de cada uno de los temas que contenía el tratado, el borrador quedó finalmente terminado veintitrés días después, el 25 de enero de 1848. El texto de 48 horas y 8,375 palabras, estaba dividido en veintitrés artículos e iniciaba con el siguiente párrafo: “En el nombre de Dios Todopoderoso: los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América, animados de un sincero deseo de poner término a las calamiddes de la guerra que desgraciadamente existe entre ambas Repúblicas, y de establecer sobre bases sólidas relaciones de paz y amistad…”.
EN LA VILLA DE GUADALUPE
El convenio estipulaba que México cedería California, entonces llamada Alta California, y el territorio de Nuevo México por una compensación de quince millones de dólares. Además, la nueva frontera quedaría establecida en el río Bravo. Baja California no entraba en el tratado, por lo que se logró conservarla y unirla a través de un puente de tierra a Sonora. El puerto de San Diego no pudo ser salvado: quedó justo en la frontera, del lado estadounidense.
El 2 de febrero de 1848 Trist, Couto, Cuevas y Atristain se congregaron por última vez para firmar el convenio. La reunión fue en la antigua villa de Guadalupe –conocida entonces como Guadalupe Hidalgo–, en la casa número 10 de la calle Morelos, a un costado del santuario.
En una carta dirigida al secretario de Estado Buchanan, Trist escribiría que se escogió la villa de Guadalupe porque era un lugar que “de acuerdo al credo de este país, es el más sagrado de la tierra, ya que es el escenario de la aparición milagrosa de la Virgen, con el propósito de declarar que México fue tomado bajo su protección especial”.
El ambiente era sombrío, con cierto aire de resignación. Para los mexicanos era particularmente difícil tener que entregar más de la mitad del territorio nacional. Pero estaban conscientes de que solo la derrota de la guerra los había llevado a firmar aquel tratado. De no hacerlo, más territorio podría ser perdido e incluso estaba en riesgo la existencia misma de México como nación libre y soberana.
El primero en firmar las cinco copias fue Couto, después siguió Atristain y finalmente Cuevas tomó la pluma. El silencio era opresivo y gélido, solo se escuchaba el roce de la pluma de ganso sobre el papel y el cambio de las hojas de cada una de las copias. Al empezar a firmar Trist, Couto le recalcó con voz seria: “Este debe de ser un momento de orgullo para usted, pero para nosotros es humillante”.
Meses después, ya en su hogar, Trist diría a su esposa, Virginia Jefferson Randolph, quien a su vez dejó escrito el comentario en una carta: “Si aquellos mexicanos hubieran podido ver dentro de mi corazónn en ese momento, se hubieran dado cuenta de que la vergüenza que yo sentía como estadounidense era mucho más fuerte que la de ellos como mexicanos. Aunque yo no lo podía decir ahí, era algo de lo que cualquier norteamericano debía avergonzarse. Yo estaba avergonzado de ello… intensamente avergonzado de ello”.
Ante las palabras de Couto, Trist solo respondió: “Estamos haciendo la paz; que sea ese nuestro único pensamiento”, y enseguida estampó su firma.
Una paz que costó a México 110,000 leguas cuadradas, equivalentes a 2 millones 378,539 kilómetros cuadrados; lo que en la actualidad son los estados de California, Nevada y Utha, así como parte de Arizona, Nuevo México, Colorado y Wyoming…
*Tomado de la revista mensual
‘Relatos e Historias en México’,
No. 114; Febrero-Marzo de 2018.
Ventaneando, Viernes 2 de Marzo de 2018.