Periodista.1994 – 2019
XXV Aniversario del Magnicidio
MAÑANA se cumplirán veinticinco años del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Lomas Taurinas, en Tijuana, se convirtió en el escenario donde el otrora candidato presidencial del PRI pagó con su vida la temeridad de retar el poder omnímodo del mitómano presidente Carlos Salinas, al ponerle cotos y fijarle cuotas.
HA transcurrido un cuarto de siglo, que mañana se cumple, de la muerte del joven sonorense que soñó con democratizar a México desde la Presidencia y los “intereses creados” no lo dejaron. Peor que eso: frustraron su sueño cegándole la vida.
Se trata de un magnicidio cubierto de mucha oscuridad, a cuyo esclarecimiento el llamado sistema político mexicano se ha opuesto con el simple expediente de echarlo al cajón del olvido. Igual que otros crímenes de figuras públicas que tuvieron el disfraz de meros accidentes, como los de Carlos Loret de Mola Médiz y de Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, Maquío, casos éstos que merecerán aquí en su oportunidad sendos ensayos.
Luis Donaldo Colosio Murrieta cayó abatido por dos disparos de pistola en la placita de la colonia de 15,000 habitantes Lomas Taurinas, de Tijuana, Baja California.
Hasta esta fecha ese crimen, innegablemente político por el objetivo alcanzado de eliminar al candidato presidencial del PRI –lo que por lógica lo presupone producto de una conspiración o confabulación de políticos–, permanece casi impune.
A no ser por Mario Aburto Martínez, que purga condena de 40 años como autor material del magnicidio, el crimen se enlistaría entre los miles de homicidios dolosos que año con año quedan archivados en México con la leyenda “Sin resolución”. Mas la hipótesis del asesino-autor solitario, encarnado por el michoacano, resulta insostenible. Precisamente por los antecedentes oscuros y circunstancias sui géneris del “caso Colosio”.
Por ello, el más elemental sentido común –que sigue sin ser el más común de los sentidos–, postula que hubo uno o más autores intelectuales de la desaparición física de Luis Donaldo, porque este representaba un riesgo o una amenaza, de llegar a cristalizar su candidatura con el triunfo en los comicios, para alguien o algo que con el crimen se buscó proteger o preservar.
O sea, dicho en buen romance, el o los que mandaron a Aburto a eliminar al nativo de Magdalena de Kino, Sonora, obtuvieron como ganancia de su muerte que el economista de 44 años no llevara a cabo lo que, como candidato, prometió el 6 de marzo de 1994 haría como Presidente de la República.
Es decir, al proyecto político de Colosio Murrieta se opusieron los “intereses creados” que él aludió textualmente en su discurso del LXV Aniversario del partido tricolor, pronunciado desde el Monumento a la Revolución, como frontalmente adversos al desarrollo democrático del país.
ARREMETIÓ CONTRA CSG Y EL SISTEMA
Fue la memorable pieza oratoria que con el tema “Yo veo un México…” leyó Luis Donaldo Colosio diecisiete días antes de ser sacrificado. En él propuso nada menos que separar al partido oficial, el PRI, del gobierno.
Para muchos se trató de un discurso inspirado en el del defensor de los derechos civiles de los afroamericanos, Martin Luther King, “Tengo un sueño”. Este lo pronunció en abril de 1968, poco antes de ser asesinado por un segregacionista blanco.
En el texto, Colosio hizo un profundo análisis de los maltratos, los agravios y las injusticias a que eran sometidos los mexicanos por autoridades irresponsables y funcionarios prepotentes e incompetentes.
En su exposición el malogrado ex candidato presidencial mostró los claroscuros de los gobiernos, tanto del federal como de los estados, que hacían víctimas a los ciudadanos de todo tipo de escarnios y excesos en el nombre de la ley y la justicia. Y exhibió con crudeza la pobreza moral y ética del político mexicano promedio, que valido de su influencia y poder llegaba a extremos vergonzantes de impudicia y tosudez.
Indudablemente fue una severa reconvención sin precedente para el sistema político priísta, que por sus peculiaridades tocó fibras muy sensibles del gobierno. Sobre todo por haber arremetido contra la imagen de la ‘Presidencia Imperial’, al hacer casi un retrato hablado del estilo de gobernar del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari y de las graves irregularidades del autoritarismo oficial, que, dijo Colosio, él se proponía combatir y desterrar.
Precisó que su principal propósito era “democratizar el poder”, con lo cual negó que esta intención figurara en las prioridades y expectativas del gobierno de Salinas. En la práctica, a éste le impuso cotos y le fijó cuotas para el ejercicio del poder.
Para muchos tal exposición con la que el sonorense intentó remontar los índices adversos de su campaña, alicaida por el protagonismo del ex rival de su candidatura, Manuel Camacho Solís, que atrajo las mayores candilejas como comisionado para el diálogo y la paz con el EZLN, significó su rompimiento formal con Salinas y el salinismo.
Tan así que el principal operador de CSG desde Los Pinos, el franco-español Joseph Marié Córdoba Montoya, al menos en dos ocasiones amenazó veladamente de muerte a Luis Donaldo –existen pruebas irrefutables de ello–, si no renunciaba a seguir siendo el candidato del PRI.
Al respecto, el escritor José Agustín relata textual en uno de sus libros: “La mañana del mismo miércoles 23 de marzo de 1994 Colosio recibió una llamada de José María Córdoba Montoya (coordinador de asesores de Salinas). Otra vez le pedía la renuncia. Como se negó, Córdoba le dijo: ‘Aténgase a las consecuencias’…” Al atardecer de ese día le llegaron las consecuencias y Colosio moría en Tijuana.
ZEDILLO, EL BENEFICIADO Y SU PADRINO
El mismo individuo extranjero, que con la aquiescencia presidencial despachó desde la cúpula del poder cual si se tratara de un vicepresidente, durante la etapa previa a la nominación de Colosio Murrieta fue el más ferviente promotor de la candidatura de Ernesto Zedillo Ponce de León, a la sazón secretario de Educación Pública.
Se cuenta que, al no lograrla, al menos consiguió Córdoba que Zedillo fuera nombrado coordinador de la campaña colosista, con el carácter encubierto de “candidato sustituto”. Y a la muerte del sonorense, ¡entonces sí!, Joseph Marié felicitó enfebrecido a su pupilo, por obtener primero la candidatura priísta y en las elecciones la Presidencia.
Zedillo resultó ser así el mayor beneficiado con la eliminación de Luis Donaldo, gracias al persistente respaldo recibido de su poderoso padrino. El poder e influencia alcanzados por Córdoba Montoya en el sexenio salinista no han sido todavía del todo esclarecidos y, para bien de la política, deberían ser materia de investigación por los estudiosos de la historia contemporánea.
Luego, ya con Ernesto Zedillo presidente, por conveniencia de ambos el europeo hizo mutis del país. Empero, diversos periodistas dieron cuenta en el curso de aquel sexenio, 1994-2000, de esporádicas visitas ‘secretas’ que efectuó Córdoba a poblaciones de México, virtualmente para entrevistarse con enviados del presidente y recibir al menos en una de ellas un “extraño paquete”. Un fotógrafo de un diario de la Ciudad de México logró imprimir gráficas de una de esas entrevistas. Mas el material le fue confiscado por presuntos militares o policías federales, quienes incluso tuvieron la aprobación de directivos del periódico.
Sin embargo, pese a lo sabido de las amenazas lanzadas a Colosio por el ex coordinador de asesores del presidente Salinas, él nunca fue sometido a un interrogatorio a fondo por los investigadores del magnicidio. Lo único conocido de Córdoba fue una breve comparecencia que tuvo en la PGR, “para explicar su relación distante del licenciado Luis Donaldo Colosio”, expresión que consta en el expediente y dejó conforme sin más al fiscal que lo interrogó. Hasta ahí llegó todo.
Mucha tinta se usó ya en periódicos y revistas para relatar desde muy diversos ángulos el asesinato de ese economista, egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Pero siguen siendo enormes las dudas, incontables las preguntas y muy pocas, escasas, las respuestas dadas a las interrogantes planteadas por el nefando asesinato.
No obstante, subyace en bastante gente la esperanza de que alguien, pronto, algún día, aporte alguna prueba o haga una revelación inédita, que lance por lo menos un rayo de luz sobre el trasfondo de tan oscuro crimen en pos de que se aclare la gran incógnita: ¿Quién o quiénes fueron los verdaderos autores intelectuales –que sin el menor asomo de duda los hubo–, de la muerte de Colosio?
Ojalá no tarde ese día.
Ventaneando, Viernes 22 de Marzo de 2019.