Periodista.
(NOTA: Este texto fue escrito en el año 2008)
La creciente presión social para que adopten ciertos modelos, el abandono familiar y la falta de apoyos emocionales orillan a muchos jóvenes mexicanos a terminar con su vida, aunque siempre envían señales previas de auxilio, que no se deben desatender.
CERCA de las 4 de la mañana suena un teléfono celular en el área más apartada del Hospital Xoco, en el sur de la Ciudad de México. El sonido insistente, con música y vibrador, perturba al personal médico y a los peritos de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, reunidos en el lugar.
Al principio todos se paralizan, nadie quiere contestar. Entonces alguien toma la iniciativa. La especialista en fotografía Rosa Castillo levanta el aparato y aprieta el botón que abre la línea.
–¿Jasiel?, –dice la voz angustiada de una madre al otro lado del teléfono.
–No, señora. ¿Es usted su familiar? –pregunta la perito de la procuraduría capitalina, quien días después narrará el incidente.
–Sí, soy su mamá. ¿Quién es usted? ¿Está bien mi hijo? –suelta en cascada de preguntas la madre del joven de 18 años.
–Su familiar va a estar en las oficinas de la procuraduría en la delegación Benito Juárez. Ahí le van a dar toda la información –contesta la fotógrafa.
–Pero, ¿está bien? ¿Está detenido? ¿Por qué no puedo hablar con él? –insiste la madre mientras su voz se descompone.
–Por favor, pase a las oficinas de Benito Juárez. Ahí le van a dar toda la información…
Ya no hay más preguntas. La llamada telefónica se ahoga con angustia en ambos lados. La madre se queda con un nudo en la garganta. La trabajadora de la procuraduría y todos los que testificaron la llamada suponen el agobio de la progenitora mientras terminan de tomar las últimas imágenes del cadáver del joven, quien horas antes se había colgado de un árbol mediano, con un cinturón alrededor de la garganta, en el camellón de la avenida Plutarco Elías Calles. Los servicios de emergencia no alcanzaron a salvar su vida.
La escena no es un hecho aislado. Cada año más jóvenes mexicanos entre 10 y 19 años optan por quitarse la vida. Según el Instituto Nacional de Salud Pública, en 30 años la tasa de suicidios consumados entre adolescentes de ambos sexos casi se ha triplicado: en los años 70 la cifra era de 1.49 por cada 10,000 personas en ese grupo de edades. En el año 2000 la cifra se elevó a 3.40 suicidios por cada 10,000 adolescentes, y para el cierre de 2007 se estima que esta cifra rondó los 4.12 suicidios por cada 10,000 muchachos.
En el caso de las mujeres, que tienden en menor medida al suicidio, la tasa creció de 0.44 por cada 10,000 jovencitas de 10 a 19 años en los años 70, a 0.86 por cada 10,000 chicas en la actualidad.
En cifras redondas se trató de 3,500 adolescentes que en 2007 indujeron su muerte por depresión, pobreza, violencia intrafamiliar y desajustes emocionales amorosos o de baja autoestima.
La manera como se quitan la vida es tan dolorosa como imposible de atender en hospitales: los varones utilizan principalmente métodos violentos como arrojarse al vacío o dispararse armas de fuego. Las mujeres buscan el suicidio por medio de fármacos, objetos punzocortantes o el ahorcamiento.
Una novedad observada entre los especialistas es que cada vez son más los que ingieren veneno para ratas, sustancias químicas que provocan una rápida coagulación de la sangre y amarga agonía.
DEL DICHO AL HECHO, NO HAY TANTO TRECHO…
La idea de un suicidio no aparece de la noche a la mañana, ni es un acto de impulso irreflexivo. Generalmente hay muchos avisos previos en los que las víctimas intentaron buscar ayuda o ser reconfortados por sus familiares y amigos.
En 1989 una película cimbró la conciencia de muchas familias en torno al tema del suicidio adolescente. Ganadora del Oscar por el mejor guión original, La sociedad de los poetas muertos presentó una mirada artística de los mecanismos que mueven a un joven a destruir su propia vida, convencido de que es presa de un destino adverso y sin esperanza de que podrá determinar su vida en el futuro.
Al menos 15,000 ensayos universitarios pueden ser consultados en Google sobre el momento climático de la película, cuando el talentoso y carismático estudiante de 17 años, Neil Perry, abre la ventana de su habitación en un crudo invierno y jala el gatillo de la pistola de su padre. La escena está llena de símbolos y mensajes: el arma paterna, pegada a la sien, cae al suelo al mismo tiempo que una corona de flores que Perry portaba en la cabeza como símbolo de su única participación como actor en una obra escolar, misma que desató la furia de su padre que deseaba para él una carrera de médico.
La muerte del joven bachiller representa también cómo los familiares se niegan a ver algunos indicios y síntomas que pueden ayudar a identificar las ideas suicidas de un joven y que, por lo tanto, aportan tiempo para ayudar a la posible víctima.
Muchas de estas claves tienden a ser confundidas por los padres como exageraciones o dramatizaciones de problemas que ellos mismos resolvieron afortunadamente durante su juventud.
La Universidad de Texas ha establecido un listado de 9 indicios para prevenir un posible suicidio entre adolescentes, los cuales son estudiados en sus carreras de psiquiatría y psicología:
1.- Identificar si el adolescente habla acerca de la muerte o está preocupado por ella. Suelen aparecer, intercaladas en la conversación, frases tales como “Mi familia estaría mejor sin mí” o “Desearía estar muerto”.
2.- Pierden interés en actividades importantes o placenteras: deportes, fiestas, viajes.
3.- Tienen malos resultados en los estudios.
4.- Muestran síntomas de depresión (insomnio, pérdida de apetito, falta de concentración).
5.- Regalan posesiones importantes, limpian sus cuartos, tiran cosas personales.
6.- No se preocupan por su higiene y cuidado personal.
7.- Se aislan de sus relaciones con familiares o amigos.
8.- Actúan temerariamente, corriendo grandes riesgos.
9.- Abusan de drogas y/o del alcohol.
Las sospechas de que alguien quiere suicidarse deben tomarse seriamente. Pregunte directamente al adolescente si está pensando en suicidarse. No reaccione con horror o desaprobación, jamás se niegue a hablar acerca del suicidio. Involúcrese: ofrezca apoyo, esperanza, aliento y comprensión. Jamás desafíe al adolescente a hacerlo, porque simplemente podría cumplirlo. Y fundamentalmente, actúe de inmediato.
Existen muchos recursos para ayudar a los adolescentes suicidas, entre ellos agencias e internación en caso de crisis, líneas telefónicas permanentes de crisis, grupos de apoyo y hospitales psiquiátricos.
MODELOS INADECUADOS
La construcción de la identidad no es un proceso fácil, dice Marta Silvia Solís Valdez, profesora-investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), campus Iztapalapa, quien ha estudiado las facetas psicológica y sociológica del suicidio de adolescentes desde hace años. Desde su punto de vista, las crecientes exigencias sociales provocan que niños y jóvenes sufran frustraciones y presiones excesivas que chocan con su proceso de desarrollo, que incluye la libre autodeterminación y la autogestión, por lo que en ocasiones recurren al suicidio.
Solís sostiene que de los adolescente se espera alto rendimiento académico, éxito social y se les exige que estudien y trabajen, “aspectos necesarios para formar parte de este sistema competitivo”.
La educación actual no brinda los elementos que permiten a los niños y los jóvenes la construcción de una identidad sólida, basada en una autovaloración y respeto hacia sí mismos, considera la académica. Además, no hay políticas públicas y programas educativos que incluyen entre sus contenidos la solidaridad, el altruismo y la inclusión, como parte de una identidad sólida y sana.
Solís detalla que existen factores individuales que pueden llevar a un individuo a suicidarse, desde las historias de vida, experiencias grupales y familiares hasta el funcionamiento de neurotransmisores, que favorecen estados en los que las funciones racionales del lóbulo frontal son inhibidas, provocando estados emocionales que favorecen la depresión y la tendencia hacia el suicidio.
–Probablemente sea en el plano social en el que se ubican los mayores problemas. Debe reflexionarse sobre la representación de lo que es un niño y un joven, porque hay adultos que los utilizan con fines específicos, por ejemplo, para obtener una pensión alimenticia o mayor fuerza laboral –asevera–.
Lo mismo pasa en los medios de comunicación, pues ven a los jóvenes de manera parcial en relación con su libertad sexual y los consideran como consumidores potenciales de alimentos, ropa, música e incluso de opciones educativas.
A esto hay que agregar, reitera la especialista, un contexto generalizado de violencia explícita y simbólica que alimenta conductas como la delincuencia juvenil, las adicciones y el suicidio: –También se fomenta la indolencia para que los niños y jóvenes sean maleables y se adapten a los requerimientos de los adultos, quienes los utilizan para mantener sus propias necesidades económicas, sociales, emocionales y hasta sexuales –denuncia.
PROBLEMA CONCENTRADO
Según datos del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), difundidos en marzo de 2008, sólo nueve estados concentran el 54.2% de los suicidios de jóvenes en México.
El mismo documento indicó que 7 de cada 10 suicidios ocurrieron en el área urbana, 2 en la rural y de uno no se especificó el dato. Consignó que el disgusto familiar es la principal causa, con 9%, seguido por la amorosa, con 7.4%; y en 6 de cada 10 casos no fue posible establecer la causa.
Otro dato nuevo sobre el caso de México es que más del 13% de los jóvenes de este país ha pensado, en algún momento, en suicidarse. Un sondeo realizado entre 13,000 estudiantes de niveles medio y superior, con edades de 15 a 19 años, documentó que la depresión afecta a más de la mitad de la juventud y, en particular, a la población femenina. El sondeo advirtió sobre los preocupantes índices de Oaxaca, donde la cuarta parte de las adolescentes ha pensado en atentar contra su vida.
Sentirse solo, creer que la vida es un fracaso y experimentar un sentimiento de tristeza permanente son síntomas que dicen padecer el 61% de las jóvenes entrevistadas y el 36% de los varones.
En cualquier caso, lo más importante es aproximarse a los jóvenes que están experimentando una crisis de aislamiento y pérdida de esperanza. En México viven 20 millones de adolescentes de 10 a 19 años. Y un creciente número de ellos están expuestos a convertirse en víctimas, al menos en parte, de circunstancias ajenas a su voluntad, pues como dijo en el siglo XIX el primer experto en suicidio, el sociólogo francés Emile Durkheim, “el suicidio es un fenómeno individual que responde a una causa social”
* Tomado de la revista mensual
“Contenido”, No. 543; Sep. 2008.
Ventaneando, Martes 18 de Febrero de 2020.