EL problema es que tenemos cuerpos de hace millones de años. Somos arcaicos: Nuestro organismo cambia mucho más lento que el modo en que lo usamos. La grasa –sin ir más lejos–, fue, en el principio, una gran ventaja evolutiva: su capacidad de almacenar energía hizo que aquellos hombres primitivos –más primitivos todavía–, pudieran soportar temporadas de escasez y seguir vivos, y así empezaron por inventarse dioses y terminaron por inventar el chupachús. La grasa nos trajo hasta aquí: gracias a la grasa somos, contra la grasa vivimos en cruzada.
Porque aquellos ancestros que pusieron a punto, milenio tras milenio, el mecanismo de reserva de la grasa se movían, la gastaban. Nosotros, sedentarios irredentos, ya no, y nos volvemos gordos.