EMILIO Lozoya Austin nunca debió aceptar un cargo público. No es político, no es modesto ni tiene vocación de servidor público. Lo suyo son los negocios, la asesoría de empresas, el rush de Wall Street, las cenas con hijos de multimillonarios y con la realeza; lo suyo es coleccionar cuadros de Dalí y Picasso, los relojes Patek Philippe y los vinos caros.