¿CUÁNTO de la llamada polarización es en efecto un choque de trenes entre dos visiones de país antagónicas y cuánto hay de boxeo de sombra para efectos mediáticos y necesidades políticas?
Haiga sido como Haiga sido, versión 4T
LA célebre frase de Felipe Calderón, “haiga sido como haiga sido” para justificar o minimizar las irregularidades cometidas en la polémica elección del 2006 que lo hizo presidente, constituye un monumento al cinismo y una versión tropicalizada del viejo adagio “el fin justifica los medios”. Y no olvidemos que su respuesta, en esencia, se dio ante un cuestionamiento sobre las acusaciones de fraude que se hacían sobre la campaña y la votación misma.
LA JUSTICIA BRONCA
Más allá de que siempre será una buena noticia para los ciudadanos el castigo de un presunto corrupto, el hecho es que el caso de El Bronco no abona a una cruzada por la honestidad en las altas esferas.
LOS PECADOS DE SANTIAGO
LLAMA la atención que los dos cuadros responsables del combate a la corrupción en el Gobierno de la Cuarta Transformación, Irma Sandoval y Santiago Nieto, hayan dejado su puesto por escándalos políticos que nada tienen que ver con las responsabilidades encomendadas. La primera, titular de la secretaría de la Función Pública durante los primeros dos años, fue despedida por encabezar una fracción política cuyas acciones se cruzaron con los deseos del presidente (sobre todo, aunque no exclusivamente, en las elecciones de gobernador en Guerrero, al que aspiraba un hermano de la exministra). Y en el segundo, Santiago Nieto, cabeza de la enjundiosa Unidad de Inteligencia Financiera, separado del cargo tras la polémica desatada en torno a su boda.
El presidente no necesita quien le escriba
Un presidente que escribe libros ciertamente no es garantía de nada. José López Portillo (1976-1982) probablemente haya sido, al menos en términos formales, el mandatario mexicano más “culto” y sin duda un orador consumado, pero en el ánimo de muchos ciudadanos le disputaría a Vicente Fox (2000-2006), el menos ilustrado de todos ellos, la penosa distinción de ser el peor presidente mexicano de la época moderna. Las muchas o las pocas letras no parecen ser un factor decisivo para ejercer el complicado oficio de gobernar.
El obradorismo en la encrucijada: ¿Restauración o Transformación?
NINGUNA duda cabe que la energía que alimenta el inagotable motor del presidente Andrés Manuel López Obrador es su deseo de hacer algo para mejorar la condición de los pobres. Lo que no está del todo claro es la vía por la que se ha decantado para conseguirlo.
Pensándolo bien
La pobreza que exhibe hoy el PAN entraña un enorme riesgo para la estabilidad del sistema político. Toda inconformidad permanente que no encuentre una salida natural buscará otras vías.
AMLO, el demócrata camuflado.
CONTRA lo que se piensa, sostengo que el presidente Andrés Manuel López Obrador es un demócrata, aun cuando sea un demócrata camuflado. Sus severos ataques verbales en contra de las instituciones autónomas, los jueces o la prensa, en realidad no van acompañados de una movilización popular, de intervenciones fiscales inventadas, de alguna prohibición unilateral, ya no digamos de un acto de represión. Ciertamente el presidente ha intentado, como lo hicieron sus predecesores, imponer, doblar o neutralizar a los otros poderes para ampliar los márgenes del Ejecutivo y por esa vía la consecución de sus proyectos. La gran diferencia es que AMLO lo hace de manera abierta, estentórea y verbalmente belicosa.
En la polarización gana López Obrador, pierde el país.
DIVIDIR le ofrece al presidente una vía expedita para conseguir la aprobación de las mayorías, pero en la misma proporción disminuye la posibilidad de llevar a buen puerto sus banderas.
Una modesta proposición para vencer a Donald Trump.
MÉXICO ayudó a Donald Trump a convertirse en presidente Estados Unidos en noviembre de 2016 y es clave en la estrategia del mandatario para conseguir su reelección. Lo demostró el martes 18 en su lanzamiento: El muro, la inmigración ilegal y la extorsión con tarifas comerciales serán columna vertebral de un discurso triunfalista encaminado a reeditr el voto de su electorado.
No es un papel que los mexicanos hagan voluntariamente y cabría preguntarse si cabe alguna posibilidad de convertirnos en algo más que convidados de piedra de este buleador. A tirones y jalones hemos podido capotear al personaje durante dos años y medio; la perspectiva de enfrentarlo en un segundo mandato, aún más empoderado y sin nada que perder, podría culminar en una tragedia para la economía y la estabilidad.