EN mis tres años y medio en México, hubo muchos temas que me marcaron por el resto de mi vida. La resiliencia de las y los sobrevivientes de tortura, la valentía de comunidades de indígenas que defienden sus tierras, la entereza de las mujeres que exigen un alto a la violencia… Pero lo que me marcó de un modo aún más permanente es el dolor de las familias de las personas desaparecidas (casi siempre lideradas por mujeres), su recia perseverancia (casi siempre de las mujeres), el amor que les impulsa a seguir buscando a sus seres queridos, sea en vida o en otra circunstancia, en las calles, separos, cuarteles, morgues o fosas clandestinas.