EN su estudio “La sabiduría del amor”, Alain Finkielkraut analiza, entre muchas otras cosas, uno de los componentes que están en la base de los despotismos: la santificación del pueblo. Desde la época del Terror que siguió a la Revolución Francesa y que resume la frase de Robespierre: “El terror no es más que la justicia rápida, severa e inflexible”, la idea de que al pueblo todo le está permitido porque la legitimidad emana de él, ha acompañado a los regímenes dictatoriales.
UN ESTADO CRIMINAL
EN 2011, cuando la guerra desatada por Felipe Caldrón contra el narcotráfico comenzaba a llenar el país de sangre, desaparecidos y fosas, las víctimas creamos el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y salimos a la calle. Uno de sus logros, después de largas y extenuantes marchas y de difíciles y dolorosos diálogos, fue la creción de la Ley General de Víctimas (LGV), de su órgano ejecutivo –la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV)–, del Sistema Nacional de Atención a Víctimas (SNAV) y del Fondo de Ayuda, Asistencia y Reparación Integral (FARI).