RUSIA es un país fascinante, lleno de contradicciones. Con una historia milenaria, vive con un pie firmemente anclado en el pasado (en su larga etapa imperial) y el otro tanteando distintas variantes de su futuro. No es que el futuro no le interese, todo lo contrario: le obsesiona. Pero le obsesiona a tal grado que dedica más tiempo debatiendo cuál es ese futuro mientras se aferra a su historia y a buscar revivir aquellos tiempos gloriosos en que imperio, ya fuese zarista o el soviético, abarcaba 11 husos horarios y dominaba literalmente a medio mundo.
EL PAIS QUE TENEMOS.
Duele profundamente ver la clase de país en que nos hemos convertido, en el que ante una tragedia aflora primero la mezquindad, la liviandad, la politiquería y la frivolidad. Un país sin ciudadanos responsables, sin imperio de la ley, sin Estado de Derecho…
NO sé, queridos lectores, qué clase de persona puede asesinar a mujeres y niños indefensos. Acribillarlos a mansalva, dejar a un bebé de meses por muerto después de haber matado a su madre; dejar que el vehículo en que viajaban se calcine sin saber, o importarles, si alguien adentro estaba aun con vida.