Médico Cirujano Pediatra y analista.
Reynosa, Miércoles 25 de Julio 2018.
EL triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador fue contundente, arrollador e inatacable. Supo aprovechar el descontento acumulado de la población, exacerbado aún más durante los últimos tres sexenios en los que la violencia, la corrupción y el descrédito de la clase política se incrementaron a niveles insultantes. De tal suerte que el 53 por ciento del electorado le entregó su confianza para que tome las riendas del país y reencauce el andar patrio.
El haber obtenido su coalición la mayoría en el Congreso de la Unión y en 17 Congresos locales lo faculta, así mismo, para hacer desde cambios nimios a la Constitución hasta la promulgación de una nueva, si se da el caso.
Su anhelo es, y lo ha reiterado incontables veces, encabezar la cuarta transformación de la República, estando esta antecedida por la Independencia, la Reforma y la Revolución. O sea que en su ideal está pasar a la historia nacional junto a Hidalgo, Juárez y Madero. ¿Pretensión muy elevada? Por supuesto que sí. Mas si logra alcanzarla la nación entera se lo agradecería per secula seculuorum.
El magro crecimiento que ha tenido México de 1982 a la fecha, hace insoslayable un cambio radical y con el carácter de urgente que nadie pone en duda. La presentación de los 50 lineamientos generales para el combate a la corrupción y la aplicación de una política de austeridad republicana, son, de parte del presidente en ciernes, un buen y bien recibido principio.
Sin embargo, de esos antedichos 50 puntos llama poderosamente la atención la no mención de dos temas, que AMLO no tocó ni por accidente.
Uno, el que se refiere a los recursos del dinero público que manejan los sindicatos, ante la evidente vida faraónica que se dan o se dieron dos secretarios generales, de los gremios de Pemex y de Educación, por señalar a los más sátrapas. Me pregunto: ¿Acaso no merecemos saber el destino del dinero que cada uno de los mexicanos les entregamos, vía nuestros impuestos, a esos entes?
El otro punto intocado por el candidato presidencial electo es el presupuesto que se les asigna a los partidos políticos. ¡Ya basta! Parafraseando al clásico Anaya, hay que decir que resulta insultante e inaceptable seguir manteniendo a dichos partidos con cantidades estratosféricas, cuando en el país tenemos más de la mitad de la población en situación de pobreza. Una reducción inicial del 50% se antoja como algo de elemental justicia social per se.
Retomando el tema de la cuarta transformación, estoy de acuerdo en que esa debe ser la meta; sí, pero con estrategia. Una tarea de esta envergadura requiere diferenciar dichas metas, las inmediatas de las mediatas. No creo que con la mera voluntad política del carismático líder vaya a lograrse dicha transformación en solo un sexenio, pero si AMLO se porta a la altura será capaz de sentar las bases para que se complete la transformación en una o dos administraciones más.
Da la impresión que su meta inicia y termina con el sexenio que va a encabezar, motivo por el cual vemos a un Andrés Manuel desbocado, dando la nota del día desde el amanecer, mandando señales de los cambios por hacer en una forma superficial sin comentar el cómo lograrlos, lo que genera zozobra en algunos sectores oficiales. Como la que ha producido, verbigracia, el proyecto de descentralización de las dependencias federales enviándolas a diferentes ciudades.
Veamos por ejemplo el caso de la Secretaría de Turismo, que piensa radicarla en Chetumal, Quintana Roo. Dicha ciudad, ¿tendrá la infraestructura necesaria para recibir de golpe y porrazo a la mayor parte del personal de esa dependencia? Tomemos en cuenta también que el cambio de adscripción incluirá en la mayoría de los casos movilizar a familias enteras, lo que implica vivienda y escuelas disponibles en la ciudad, amén del trastorno que entraña cuando en la pareja los dos trabajan: ¿Habrá oportunidad de empleo en la iniciativa privada para dichos cónyuges?
Estimo deseable que AMLO dosifique su pertinaz esfuerzo. Roma no se hizo en un día. Además, no podemos olvidar que él ya tuvo un infarto al miocardio y que es hipertenso. Lo menos deseable es que no complete su sexenio.
Concluyo con una sincera recomendación médica para López Obrador: Serenarse y delegar tareas podría ayudarle más en este álgido período de la transición. México lo requiere y se lo reclama.
Ventaneando, Lunes 30 de Julio de 2018.