DESLUMBRANTE, romántica, seductora y más cultural e histórica que nunca, así luce a los ojos del visitante la señorial ciudad de Zacatecas. En los últimos años se ha posicionado como un destino cada vez más completo para el viajero.
A sus ya conocidos museos, a los que se ha añadido la Ciudadela del Arte con el Museo Manuel M. Ponce y el Museo de Antonio Aguilar, así como los festivales que la han proyectado como capital de la cultura y el arte, se ha sumado una incomparable iluminación nocturna y un remozamiento integral de sus plazas y parques en el Centro Histórico, además de un icónico teleférico no hace mucho reinaugurado y que cuenta ahora con una mayor capacidad de abordaje.
Muy conocidos son sus Pueblos Mágicos, ya con nuevos atractivos que brindan experiencias inolvidables al fuereño. La gastronomía es otro gozo en el Estado, cada región tiene sabores únicos que están escalando a la alta cocina. No debe sorprender a nadie si en breve Zacatecas se convierte en un importante destino culinario.
El turismo de negocios, y ¡las bodas!, tampoco dejan de crecer. En ello tienen qué ver la eficiente ubicación y los elegantes atractivos de la entidad. Sin duda Zacatecas está mostrando una nueva cara al visitante, esculpida con el mismo cariño y dedicación de quienes labraron la cantera rosa de sus fachadas centenarias.
Pero, hagamos un suscinto repaso de su historia, para precisar de qué suelo y de qué gente nos estamos ocupando.
Fue en 1546 cuando Juan de Tolosa llegó a tierra de los indígenas zacatecos y encontró, en el Cerro de la Bufa, los primeros yacimientos que dieron origen a la fundación de la ciudad un par de años más tarde. Se labraron suntuosas fachadas de cantera, se crearon caminos, se establecieron comercios y la ciudad creció hasta ser una de las más bellas de México por su patrimonio arquitectónico.
UNA TRICENTENARIA CATEDRAL ROSA
Por supuesto, con los conquistadores llegaron la religión y las iglesias. Mas antes de la actual Catedral existieron dos templos: Uno levantado hacia 1567, que no duró más de medio siglo y hubo de ser sustituido por una segunda iglesia construida a partir de 1612. Sin embargo, su deterioro fue tal que en 1718 se inició la construcción de la actual Catedral, concluida en 1745, aunque su torre fue terminada casi 30 años después; mientras que la torre norte debió esperar hasta iniciado el siglo XX para ser edificada. Para entonces el templo ya había sido elevado a categoría catedralicia en 1862.
A diferencia de otras catedrales del país, la de Zacatecas no cuenta con atrio: Esto, más que faltante, es una virtud que aproxima el arte de su fachada a la mirada cercana del peatón que circula por la calle Hidalgo. Al paso están sus columnas, adornadas con exuberante vegetación que suben y envuelven en vides a los doce apóstoles que habitan los nichos, a Jesús, a la Virgen María y a Dios Padre, quien desde el remate del conjunto admira este barroco exuberante: Un paraíso con angelitos, conchas y mascarones labrados minuciosamente en cantera rosada.
Se sabe que en épocas pasadas el interior contó con bellos retablos de madera dorada. Sin embargo, hoy tiene altares neoclásicos de cantera en los laterales. Para devolverle parte de su antiguo esplendor en 2010 se inauguró un nuevo retablo principal, obra comisionada al artista michoacano Javier Marín, quien con su particular estilo logró crear un potente efecto emocional donde la Virgen de la Asunción, patrona del templo, resalta al centro acompañada de Santa Ana, San Joaquín y otros nueve santos, todos cobijados por un retablo de 17 metros de altura que juega con la geometría de prismas alargados, hechos en madera de abedul finlandés, recubiertos con hoja de oro zacatecano, extraido en las minas de Mazapil.
A un costado de la Catedral se encuentra la hoy remozada Plaza de Armas, que ahora cuenta con un espacio más amplio y limpio, ideal para realizar eventos culturales y artísticos donde más personas pueden asistir.
Sin duda la construcción que acapara la mirada en esta plaza es el Palacio de Gobierno, edificio construido a principios del siglo XVII, el cual perteneció a diversos pesonajes de la élite virreinal zacatecana y desde 1834 es sede del Poder Ejecutivo local.
UNA VERDADERA CIUDAD MUSEO
Frente a la plaza se encuentra otra histórica construcción: La Casa de la Mala Noche, nombrada así por la mina homónima que dio fortuna al minero vasco Manuel de Rétegui. Fue el antiguo dueño de este inmueble, hoy ocupado como sede del Poder Judicial del Estado.
Las callejuelas de Zacatecas pueden llevar a muchos rincones y al subir por el callejón Veyna, al lado de la Casa de la Mala Noche, se llega al Templo de Santo Domingo. Esta construcción de estilo barroco fue erigido entre 1746 y 1749 por frailes jesuitas a quienes años más tarde, en 1767, se les expulsó de la Nueva España. A partir de entonces el lugar fue presidido por frailes dominicos. Su interior es el mejor conservado de los templos zacatecanos, como lo muestran sus ocho magníficos retablos barrocos de madera dorada.
Además, en la sacristía se resguardan varios óleos de Francisco Martínez, donde se cuenta la pasión de Jesús. En el edificio aledaño, que durante el virreinato fuera el Colegio de San Luis Gonzaga, se encuentra el Museo Pedro Coronel.
Frente al templo baja la calle Dr. Ignacio Herrera. Al caminarla se pasa por varios recintos, como el Museo Zacatecano o la Ciudadela del Arte y unos pasos después se halla la siguiente construcción del itinerario: El Templo de San Agustín, edificado hacia 1782 por religiosos agustinos.
Más adelante se debe apreciar otro palacio de magnífica hechura: El Teatro Calderón, reconocible por sus escalinatas que llevan a cinco puertas de acceso, cada una con arco de medio punto donde luce un elaborado vitral, al igual que en las amplias ventanas superiores. Este recinto fue construido de 1892 a 1897 y su nombre es en honor del dramaturgo tapatío Fernando Calderón y Beltrán, quien pasó parte de su vida en esta ciudad.
Después de la Revolución Mexicana el teatro fue saqueado y tuvo una época de declive al ser utilizado como palenque para peleas de gallos y arena de box. Empero, su vocación artística se recuperó a partir de los años 80 del siglo pasado, cuando fue objeto de una remodelación integral. Desde entonces está bajo custodia de la Universidad Autónoma de Zacateas.
Y es así, como esas y muchas otras venerables construcciones que datan de dos y tres siglos o más, modelan la imagen vieja de esta ciudad que sobresale en el concierto nacional como una población que cada día se remoza a sí misma, sin perder su sabor colonial y acendradamente provinciano. Realmente resultaría muy prolijo reseñar en este breve espacio lo mucho que se puede escribir sobre Zacatecas.
Pero no se puede dejar de señalar que se le ha llamado “Ciudad Museo”, y en verdad lo es, por sus recintos donde la historia de la ciudad y el talento zacatecano contemporáneo se fusionan para exaltar el arte en sus múltiples expresiones. Como reconocimiento al arte y a la historia de la ciudad, desde 1993 el Centro Histórico de Zacatecas quedó inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
A más de veinte años de dicho reconocimiento, hoy la capital zacatecana tiene nuevos bríos, luce impactante y cautivadora. Su conectividad, infraestructura en hospedaje y restaurante, su ubicación geográfica, sus museos, sus paseos en tranvía, teleférico o tirolesa hacen de la ciudad uno de los destinos culturales más visitados por nacionales y extranjeros.
Para quien no la conoce, vale la pena ir a su encuentro. Y quienes ya la han visitado no pueden dejar de volver a ella, para disfrutar una, dos o muchas veces más el placer de su belleza arquitectónica, la magnificencia de sus numerosos museos, lo grato y benigno de su clima templado, lo apetitoso de su variada gastronomía y la cálida hospitalidad de su gente. ¡Hay que ir a Zacatecas, sí señor! JLDY.
* Con información de la revista
“México Desconocido” No. 65.
Ventaneando, Lunes 10 de Septiembre de 2018.