EL azul es intenso en el Golfo de California. Una ballena azul y su cría surcan majestuosamente las aguas; desde el aire, una avioneta Cessna sigue la misma ruta. A bordo, científicos del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (Cicimar) llevan registros, accionan sus unidades GPS (Global Positioning System) y toman fotografías.
Los investigadores ahora pueden hacer conjeturas sobre algo que nunca había sido considerado: la ballena azul se reproduce en el Golfo de California. Los sobrevuelos han brindado datos sobre las áreas de crianza y alimentación de la ballena azul que hubiera llevado años recabar desde el mar. México tiene ahí un tesoro sin paralelo en el mundo.
Mirar las cosas desde el cielo es una forma poco común de observar el mundo, pero para Sandy Lanham, piloto y conservacionista, es la única. De hecho, tiene una visión muy particular de la vida: desde pequeña solía soñar con volar para tener otra perspectiva de las cosas; se internaba en un bosque y se imaginaba los árboles vistos desde arriba.
Desde 1991, dirige Environmental Flying Services, empresa que ella misma fundó. A diferencia de otras compañías, que cobran por lo menos 300 dólares por hora de vuelo, Sandy los ofrece gratuitamente, apoyándose en los recursos que recibe de fundaciones internacionales. Así, se ha convertido en las alas de científicos y conservacionistas que realizan estudios en ambos lados de la frontera noroeste de México, quienes solamente deben cubrir el costo del combustible y las tarifas aeroportuarias.
“Soy muy afortunada, hago lo que me gusta hacer y si eso, además, beneficia a alguien, soy doblemente afortunada”, comenta con una gran sonrisa. Ha realizado más de cinco mil horas de vuelo en apoyo de medio centenar de organizaciones conservacionistas y de investigación, con sobrevuelos que incluyen los más diversos temas ambientales.
Sandy combina la bien ganada reputación con inusuales talentos aeronáuticos y ha logrado crear una plataforma única para el monitoreo de las condiciones de una vasta área de desiertos y aguas circundantes. “De camarones a ballenas, todas las cosas chicas y todas las cosas grandes”, dice esta naturalista autodidacta, poseedora de una experiencia envidiable para muchos científicos.
Es capaz de apreciar desde el aire la diferencia entre un delfín común y la rara marsopia vaquita, por el simple movimiento del lomo al sumergirse; vuela desde las costas, entre parvadas inmensas de aves playeras, para realizar censos, y se eleva hasta las escarpadas montañas de la Sierra Madre Oriental en busca del hábitat del carpintero imperial, al que los científicos consideran extinto.
Su actividad le ha dado oportunidad de contemplar espectáculos naturales únicos y su habilidad le permite tener a un tiempo el detalle y el panorama completo de la región, de las condiciones de la vegetación, del movimiento de las mareas y otras circunstancias imposibles de apreciar con otro método.
Resultado de la vocación. Sandy se ha convertido también en pieza clave en los esfuerzos de conservación de los ecosistemas marinos y del desierto, y se ha ganado el aprecio y la admiración no sólo de la comunidad conservacionista de México y Estados Unidos, sino también de las dependencias gubernamentales de ambos países que la ven como una embajadora aérea no oficial.
Sin embargo, considera su labor como un privilegio porque le permite colaborar con sus “héroes” y aprender de ellos. Además, ha trabajado con fotógrafos en la toma aérea de fotos para libros, artículos para revistas –como Natural Geogra, y en la producs. –como r con sus “nprivilegioubernamentales de ambos paadmiracitro ma regi costas, entre parvadas inmensas dphic–, y en la producción de documentales.
Sandy vuela desde hace 14 años en Emilia, como bautizó a su avioneta Cessna 182, modelo 1956; se trata de un monomotor de cuatro plazas, color amarillo, con el que ha compartido innumerables aventuras. Nos comenta: “La llamé Emilia porque es un nombre humilde y ella no es arrogante. Su pintura está muy dañada, pero tiene un gran corazón”.
En 1997 escribió un mensaje titulado “Ala rota” a Patricio Robles Gil, presidente de la Agrupación Sierra Madre, comentándole que Emilia necesitaba urgentemente un nuevo motor: “¡Hola, Patricio! ¿Cómo estás? El ala rota es mía. La avioneta está en el taller de motores, pero sin volar. Estoy loca, todavía no tengo el dinero para el motor. ¿Hay alguien por ahí que sea rico y loco, y quiera darme $10,000 US por ser una mujer simpática? Dios me dijo que hablara contigo… Voy a cambiar el nombre de mi servicio de aviación: Aerolínea Esperanza Pequeña. Un abrazo, Sandy”.
Pero la esperanza no resultó pequeña. Patricio se puso en contacto con todas las personas a las que Sandy había ayudado alguna vez y en poco tiempo Emilia estrenaba un flamante motor. Sandy nunca se imaginó a “un mexicano haciendo una colecta entre mexicanos para recaudar fondos a favor de una gringa”.
Recientemente, la Fundación MacArthur le otorgó el premio Genius Grant, que incluye un subsidio de 500 mil dólares por cinco años, sin restricciones, por sus investigaciones a ojo de pájaro sobre la vida silvestre. Cuando ganó este premio, uno de sus amigos le comentó: “Yo te conocí antes de que fueras un genio”. Pero Sandy respondió: “Yo no soy un genio, soy un subgenio, al igual que el 99.5 de la población. Algunas veces lo importante no es el cerebro, sino el corazón”.
Sobre el dinero, Sandy confiesa que no sabe qué hacer: “Es como si tuviera unos zapatos muy grandes”. Sin embargo, cualquiera que la haya conocido sabe que no hay zapatos, por grandes que sean, que Sandy Lanham no sea capaz de llenar.
(Directora General de Agrupación Sierra Madre)
* Tomado de “Escala”, Revista a Bordo de
Aerovías de México, SA de CV –AeroMéxico-.
Año XIII, Número 156; Mes de Julio de 2002.
Ventaneando, Martes 30 de Mayo de 2023.